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Hasta el 6 de enero

Y un día, se adaptan

Este no era el post que tenía que publicar hoy. Pero a veces la vida te da sorpresas, cosas que no te esperas y que cambian los planes. Esta es una de ellas: ya sabéis que desde el 12 de septiembre, acompañamos mi hija en el proceso de adaptación a la escuela, algunos días yo y otros su padre. Podéis ver los posts «ADAPTACIONES REALES ¡YA!» o «VIVO EN LA CLANDESTINIDAD» donde hablo de todo ello, para los que no sepáis la historia.

Laia ha ido contenta a la escuela desde el primer día: tle apetecía mucho y además, no tenía que sufrir porque su madre no se iba. Las primeras semanas fueron duras: sobretodo para mí. Ver tantos niños llorar desconsoladamente cuando se iban sus padres se me hizo muy difícil. No poderlos abrazar, tenerme que quedar sólo acompañando a mi hija sin intervenir, actuar como una mera observadora, me era realmente complicado. Yo misma entraba en contradicción: el instinto me empujaba a abrazar, acompañar a los que no tenían acompañante, pero éste no era mi papel y mi cabeza me decía «tú no te puedes mover. Tranquila. Eres la madre de Laia, nada más «. Tan llanto en los morros sin poder hacer nada, activándome seguramente mi llanto de cuando yo era pequeña y empecé el cole, ¡me hizo pillar una afonía que me duró quince días!

Ella estaba tranquila; feliz de ir a la escuela pero todavía con muchas reservas. Muchos niños, un espacio todo nuevo y una maestra con quien todavía no había establecido el vínculo hacían que se moviera poco de mi lado. Jugaba un rato, pero enseguida venía a encontrarme otra vez. Le costaba. Tenía miedo. Ella no lo decía, pero aquí su juego simbólico ha tenido un papel capital. En vez de decirme «me asustan tantos niños» me decía… «mi hijo (ella siempre tiene hijos por todas partes) no quiere irse de mi lado porque dice que allí se oyen tambores» (los tambores, a Laia, le dan miedo). Yo la respetaba. Decía «de acuerdo, pues dile que se quede tranquilo, ya irá cogiendo confianza» y así, hemos ido haciendo, hablando del tema directamente con ella (de la escuela, los niños, etc) y a través del juego.

El hecho de haber podido estar todas las mañanas a su lado ha hecho que supiéramos qué pasaba en la clase, qué conflictos había, cómo eran los niños… y hablar después de todo ello en casa con Laia… ver qué le hacía más respeto, qué le gustaba más, qué le daba más miedo… Ha sido extremadamente interesante. Mucho más de lo que me esperaba, sin duda.

Como en todas las adaptaciones (o casi todas) Laia también se ha puesto enferma y ha habido unos días que no hemos ido a la escuela. Después, volver, coger el ritmo otra vez, no ha sido fácil y ha parecido que volvíamos atrás. Emocionalmente él y yo nos hemos mantenido firmes, creyendo y sabiendo que la adaptación real que estábamos haciendo y que nos permitían hacer era lo que queríamos. Es cierto que a ratos me he aburrido, preocupado o agobiado pensando «buf… ¿cuánto tiempo tendremos que estar aquí? ¿Hasta cuándo?» Y he tenido que lidiar con mi necesidad de tiempo para mí, tiempo para hacer todo el trabajo que tengo acumulado… pero, por suerte, no me he desesperado y he tenido más paciencia de la que creía que tendría en un principio.

Cuando nos preguntaban familia o amigos «¿todavía os quedáis?» decíamos «sí, todavía» y basta. No éramos los únicos padres, pero sí es cierto que ya empezábamos a ser de los últimos que aún no marchaban de la clase. En este tiempo no me he cansado de aprender: estar cerca de los niños es un privilegio extraordinario. De verdad. Ya lo dije en el post «LA MAESTRA«… los niños son pequeños maestros y no tenemos ni idea de todo lo que podemos aprender estando cerca… Ojalá lo tuviéramos todos más presente y les observáramos más, les dejáramos hablar más e interviniéramos menos…!

Pero volviendo al tema… Este lunes, de repente, Laia no se movió del lado de su padre. Como si hubiéramos hecho mil pasos atrás. «¡Mierda!», pensamos, porque parecía interminable. Al mediodía, comiendo los tres juntos le explicamos que creíamos que estaba preparada para jugar tranquila, para estar bien en la escuela sin necesidad de estar pegada a nuestro lado. Que creíamos que tenía que dar un paso más. Que en la escuela no podía estar tan encima nuestro, que no era el objetivo. Dijo «de acuerdo. Ya no quiero hablar más de esto». Y dejamos el tema.

Por la tarde, la gran sorpresa: en la bañera, ella y yo jugábamos que éramos dos amigas que nos encontrábamos en la piscina del gimnasio:

Ella: Hola, ¿qué tal, cómo estás?

Yo: Muy bien. Hoy he venido a nadar un poco. Sólo puedo venir un día porque el resto tengo que hacer la adaptación con mi hija, que no se quiere quedar en la escuela todavía sin mí.

Ella: ¿Ah, sí? Yo con mi hijo ya no me quedo. Lo dejo en la escuela, voy a hacer cosas y lo vuelvo a buscar más tarde.

Yo: ¡Qué bien! Yo todavía no

Ella: ¿Por qué?

Yo: Porque no quiere que me vaya… Dice que aún no está preparada…

Ella: Yo creo que sí está preparada. Mira, tú se lo explicas bien explicado. Le dices marcharé a comprar y te vendré a buscar después con las otras madres. Y te vas tranquila.

Yo: Ya, pero ¿y si llora?

Ella: No llorará. Está preparada y sabe que está la maestra. Y si llora, será sólo un momento.

Yo: Ah, vale, lo probaré… Sabes qué pasa, es que no quiero que sufra.

Ella: Ya, pero no sufrirá. Tú tienes que estar tranquila. Ya está preparada.

Yo tenía los ojos como dos platos (¡no me inventado nada!) y me pellizcaba para saber que aquella conversación estaba siendo real. Continuamos jugando y ya no hablamos más del tema. Cuando ya dormía, su padre y yo hablamos «Más claro no nos lo puede estar diciendo, ¿no?», dijimos.

O sea que al día siguiente entramos en la clase como de costumbre y cuando ya no había niños que lloraran y todos estaban la mar de bien, incluida ella, le dije: «Laia, ¿te parece bien si me voy a comprar?» . Y ella me dijo: «¿Y si vas después cuando salimos?» «Luego tienes hambre y tenemos que ir directos a casa a comer». «Vale, de acuerdo. Y me vendrás a buscar por la puerta que vienen todas las madres?» «Sí. ¿Te hace ilusión?» «¡Sí! Y luego le explicaré a papá que me he quedado sola en la escuela» Le vi la emoción y los nervios en la cara. Le dijimos a la maestra que yo me iba, le di un beso y me fui. Tranquila, tal y como ella me había dicho que tenía que irme :). Las dos tranquilas. Sin llantos, sin angustia, sin trauma.

Cuando la recogí ella era feliz «¡No he llorado ni un poquito, mamá! ¡Lo he hecho muy bien! ¡Soy mayor!» Su cara de haber dado un paso importante en su vida no tenía precio. De verdad… hemos podido vivir un momento increíble en su desarrollo y crecimiento. Su felicidad durante todo el día fue enorme. Lo ha explicado ya a todo el mundo… Y así hemos continuado.

Ahora estoy sola en casa, a punto de irla a recoger, escuchando música y escribiendo, y soy feliz. De haberla podido acompañar en esto tan importante que ha pasado. De haber tenido siempre la confianza de que ella haría el paso, que sería capaz, y de haber tenido tanto yo como mi compañero la paciencia durante tantos días, dándole la mano en los momentos de miedo y duda, y dándole confianza de que sí, que llegaría el momento en que estaría preparada.

Laia se hace mayor: nosotros lo sabemos y ella también. Vivir a su lado es un privilegio que nunca me cansaré de agradecer lo suficiente a la vida. Si alguna vez tenéis la oportunidad de pasar por esto, sólo un consejo: confiad y nunca, nunca… desfallezcáis. La adaptación real sin llantos ni angustia es posible. ¡Y para muestra, un botón!

PD: Gracias a la escuela Ítaca, por permitir adaptaciones reales. A la maestra, por la paciencia de tener a los padres dentro de clase, y a todos los que nos han animado en este proceso.

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

10 respuestas

  1. Moltes felicitats a tots tres!!! Enhorabona per aquest nou pas tan important!
    Que bonic, que divertida la Laia, i que potent la tia!!! jajaja, que bona expressant-se!!!
    Jo també vaig ser la última mare a marxar de la classe, però reconec que ho vaig fer amb una mica de pressa, vaig marcar més el ritme jo que ell, i me’n penedeixo, marxava a mig matí, després de l’esmorzar, i pensant més en el temps que necessitava jo que no pas en el seu tempo…o pensant que s’hi acustumaria millor si jo no hi era una estona…als seus ullets hi veia que no ho tenia clar però jo era la única mare per allà, i em feia por que s’hi enganxés massa, no vaig saber esperar a que ell triés el moment…
    També recordo l’angoixa dels plors dels nens que veien marxar els seus pares, hi ha pocs plors que remoguin tant, que siguin tan trencadors, quin plor tan desesperat…
    Em va agradar molt això que expliques de conèixer la situació de l’aula, i sé que va ajudar moltíssim al Quim, el fet de que jo sapigués no només els noms del seus companys d’aula si no també els de les altres aules i els de les mestres li donava molta confiança, jo arribava a l’escola (llavors més petitona que ara) i saludava a tothom pel seu nom, i notava que ell n’estav content, se sentia segur, era un entorn més conegut i agradable si l’havia compartit amb mi.

    Si, des d’aquí jo també vull donar gràcies a l’escola Ítaca per deixar-nos estar al costat dels nostres fills en un moment tan trascendent.

    1. Hola, Maria!
      Sí, ser dels últims pares en marxar et fa sentir «bitxo raro» i a estones pots entrar en contradicció i pensar «potser que marxi», però que els pares ja hagin marxat no vol dir que els nens ja portin bé això d’estar sols a classe, i nosaltres volíem que ella guanyés en seguretat. Des del primer dia que es va quedar sola, en porta tres, em va dir que se sentia segura a escola. I això a mi, francament, em deixa molt més tranquil·la, saber que ja està forta per quedar-s’hi sense nosaltres. És que tenen 3 anys! És normal… són encara petits!
      El plor que comentes és tan trencador que sé que vaig estar remoguda un parell de setmanes per haver d’escoltar aquells crits, aquella desesperació que em trencava per dins! Horrorós. Si tothom veiés aquest tipus de plor, potser sabríem acompanyar-los millor perquè veuríem com de malament s’ho passen…
      Gràcies Maria per les teves paraules. Amb el Quim ho vas fer tan bé com vas poder… no és fàcil, i menys quan és la primera vegada… Una abraçada ben forta!

  2. Envidia sana me das por ver una adaptación tranquila. Así tendrian que ser todas y la gente no lo entiende. Yo con mi hija de 13 meses que pasa unas horitas por la mañana en la guarde tb lo he querido hacer así pero al tener que volver a trabajar se me ha echado el tiempo encima y no ha podido ser sin llantos… Por suerte ahora apenas llora un momento (según me dice la abuela que es quién la lleva) y cuando va a busacarla está tranquila y se pone contenta. Por suerte la educadora también se ve una persona sensible y muy cercana a los niños. Más de una vez la he visto calmar a mi hija que además le da un beso cuando se va…y ella no da besos a todo el mundo.

    1. Hola, guapa
      Qué bien… si no da besos a todo el mundo y quiere dárselos, señal que ya se siente vinculada a ella. Esto es importantísimo, que demos el tiempo necesario a los niños, antes de irnos, para que se vinculen al adulto que los va a cuidar. Sino, la sensación de abandono es terrible «mamá me deja sola!» aunque no lo esté. Para mi, encontrar una escuela que permitiera una adaptación real sin juzgarme, etc, era primordial. Y lo conseguimos. Un beso!

  3. Bon dia! Impressionant la Laia!! Tant de bo sempre es pugués fer així, el primer dia que vaig deixar a la Bruna a la llar d’infants, ho vaig passar fatal, no l’havia vist mai plorar així, em va trencar el cor…aqui a Vic, no hi han llar d’infants ni escoles que permetin fer això…estic relativament tranquila perquè només són quatre nens i les professores són súper dolçes i carinyoses…no es queden «sols» en una tomboneta com en altres llars d’infants, pobrets! Ara quan la deixo em mira i s’entreten amb les joguines d’allà… quan arribem la veiem que esta distreta, jugant o embrutant-se amb pintura…i riu amb els altres nens…però es dur perquè tant petita, sense parlar encara…no saps si esta adaptada, si li agrada anar o pateix o si no plora perque desisteix… estem atents a tots el signes que hi puguin haver però tant petitons….no és fàcil… concilar la vida laboral i familiar a vegades no es pot fer com un havia imaginat…:S

    1. Hola Jèssica.
      Ja m’imagino que malament ho deuries passar els primers dies… I sí, el fet que encara no parli ho empitjora una mica, perquè no pots saber per la seva boca si està bé, què fan quan tu no hi ets, si algun nen l’ha picat, etc. Ho pots deduir per altres imputs, però ella no t’ho pot explicar. Només a través del plor, de l’alegria o de l’angoixa… Però estic segura que acompanyeu molt bé a la Bruna en aquest camí, malgrat dur-la a la llar no sigui el que desitjàveu. Molta sort. Una abraçada

  4. Alucinada me dejas con vuestra conversación. Es increíble lo que pueden llegar a dar de sí si los dejamos, cómo se explican a su manera… Ojalá yo tuviera la suerte de vivir algo parecido, a mi niño aún no se le entiende mucho lo que dice pero hablar habla un montón! 😀 Quiero potenciar la comuncicación entre nosotros todo lo que pueda porque me parece la base para solucionar problemas. Un abrazo!

    1. Hola, Beatriz!
      Sí, yo también me quedé alucinada! Ella habla como una cotorra y sin parar. Nosotros, desde que nació le hemos hablado mucho, le hemos explicado todo… poner palabras es importantísimo, creo. Suerte. Seguro que pronto se le va a entender muchísimo mejor.
      Un beso.

  5. Nos sabes lo que me emocionado con esa conversación.

    Cuanto me alegro de que hayáis podido tener una adaptación real y que todo haya transcurrido tranquilamente y a su ritmo, y que hayáis podido también vosotros seguir, aunque en ocasiones haya sido duro.

    Un besazo

    1. Hola, Carol!
      Muchas gracias… yo también… soy feliz! 🙂 He aprendido mucho en estas semanas. A tener paciencia, a respetarle su ritmo aún sabiendo que no era el mío, intentando no interferir… No ha sido fácil, pero ahora la recompensa es tremenda! Sin duda… ha valido la pena! 🙂
      Besos

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