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Hasta el 6 de enero
y de repente ves la luz

Y de repente, ves la luz

Hace cuestión de un mes empezaste a decir que me echabas de menos. «Hoy he llorado en la escuela porque quería estar contigo» o «no te vayasss…» y esas cosas.

Yo, convencida de que era por mis fines de semana en la radio, que nos dejaban muy poco tiempo juntas, me convencí que era normal y que pasaría después de que vieras que ya no iba más. Pero me equivoqué. No era eso.

Me echabas de menos y me echas de menos a un nivel más profundo que yo ni siquiera intuía.

Lo hacías mucho antes de que yo me diera cuenta de que me añoras porque me he alejado de ti. Me he ido distanciando sin darme cuenta a medida que me he ido acercando al bebé que gesto.

A medida que ha ido creciendo la barriga y él o ella se ha ido moviendo cada vez más, me he ido fusionando también más y sin quererlo, me he ido alejando de ti. De la manera menos premeditada, de la manera más paulatina y casi invisible.

Pero para ti nada es invisible ¿verdad, en nuestra relación? Y te das cuenta de todo casi antes incluso de que pase.

Me echas de menos porque añoras la madre que era: disponible en cuerpo y alma, donde podías recorrer.

Una madre que se cansaba menos, que no tenía barriga donde chocar cuando me abrazas, que no decía cosas bonitas a un bebé que ni siquiera has visto, que no usaba el tono de voz con el que te hablo a ti y a nadie más.

Echas de menos lo que teníamos y estás de duelo. Y estás angustiada y casi en pánico porque tienes miedo de que aquello ya no vuelva jamás.

Y hoy, finalmente, después de un día de perros que seguramente no olvidaré, a media noche, después de despertarme para hacer el pis riguroso de embarazada, he visto la luz. Me he dado cuenta de todo y ¿sabes qué? Me ha sabido mal.

Me ha sabido mal por ti y también por mí. Porque es cierto, tienes toda la razón y otra vez me has hecho de espejo. No he sabido darme cuenta de lo que estaba sucediendo.

Tu padre, que no sé qué haría yo sin él, hace un par de días me dijo «todo tiene que ver con la barriga», pero yo no sé si no quería creerlo en el fondo o si simplemente, todavía estaba sumergida en el mundo de luz y color donde todo es fantástico cuando estás embarazada: las hormonas a veces ciegan y yo me había abandonado completamente a ellas.

Duele reconocer que tú, mi hija, te lo estabas y te lo estás pasando mal sin saber poner palabras a lo que sientes porque te sabe mal decir lo que pasa de verdad: que a ratos ese bebé te molesta, que te estorba, que tienes miedo de perder el terreno que sólo era tuyo, que tienes miedo de perderme y de perder todo lo que hemos construido los tres.

Que asusta el cambio y que esto se te está haciendo largo, que no se acaba nunca.

Te sabe mal decir exactamente lo que sientes (que por como eres podrías hacerlo, estoy segura) porque al mismo tiempo, amas a este hijo/a que late en mí. Y lo anhelas, por mucho miedo que te dé. Y lo imaginas y te quieres bañar con él/ella y cambiarle el pañal, y jugar y enseñarle todas las cosas que sabes hacer.

¿Cómo decir a tus padres, a los que ves ilusionados y felices, que estás muerta de miedo por «culpa» de lo que nos ilusiona? No, es más fácil culpar a la escuela y decir que ya no quieres ir, que te quieres quedar en casa porque me echas de menos.

Y no vas del todo equivocada, sí que me echas de menos, y mucho. Pero no por las horas de ir al cole, sino por todas las demás también, por las que estamos juntas y yo tengo ganas de que vayas a dormir para poderme tumbar y descansar, para poderme relajar y notar sus patadas.

Me echas de menos por las horas que estoy pero no estoy. Por las horas que estoy pero estoy cansada, por las cosas que no puedo hacer y por las que ya no quiero hacer. Me echas de menos por tantas cosas que ahora ¡me parece imposible no haberme dado cuenta antes!

Y no, no siento culpa, porque lo estoy haciendo tan bien como sé y como puedo. Ni más ni menos.

Porque es difícil ser madre de una hija a quien amas como nunca habías amado y de repente darte cuenta de que quieres de la misma forma a alguien que ni siquiera has visto nunca.

Darte cuenta de que el amor no tiene límites y que a ti, a quien veo mayor y que te lo he dado todo durante 4 años y 3 meses, necesito que seas un poquito más independiente para poderme centrar en lo que gesto. Para poderle dedicar lo que te dediqué justamente a ti. ¿A quién fallo si lo hago? ¿A quién fallo si no lo hago?

Es tan complicado que sé que de las dos maneras no llegaré a todo lo que cada uno de vosotros necesitaréis de mí. Pero la vida es así y no puedo hacer más.

Deberéis aprender a convivir con la nueva situación. Tú, Laia, tendrás que aprender a vivir rodeada de cambios, tendrás que acostumbrarte. Deberás aprender a integrar que los cambios están y que no tienen porque ser malos.

Tendrás que aprender a notarme, a veces, distante, entendiendo que jamás dejaré de amarte como lo hago. Tendrás que confiar en nuestro vínculo, en nuestra solidez, tanto como confío yo. Tendremos que aprender a amarnos también en la nueva familia de cuatro y a ratos pienso que no será nada fácil. Pero no adelantemos acontecimientos y centrémonos en el aquí y ahora.

Lamento profundamente haber estado tan ciega últimamente, haberme (seguramente) auto-engañado y no haber visto claro. Lamento que lo estés pasando tan mal.

Puedo decir que ya lo he entendido, que ya lo he visto, y quizás ahora, con mi comprensión profunda de lo que está pasando, todo empezará a ser más fácil. Quizás ya no me verás tan ciega y tan lejos de ti.

Sí, la barriga continuará creciendo y no dejaré de amarle o de amarla, pero quizás me sentirás más contigo, porque sí, quizás ahora lo estaré más.

Ayer mi madre me dijo «no lo hace a propósito» y esta frase, que yo ya sabía pero dicha desde afuera, escucharla desde afuera, me hizo llorar.

Porque es cierto, no lo haces para hacernos daño, porque nos quieras hacer sufrir, porque ahora tengas el capricho de quedarte en casa y no ir al cole. No. Lo haces porque sufres y si pudieras, también cambiarías este momento. Tú, como yo, también tienes ganas de que pase.

¿Cómo lo haremos? No lo sé. De verdad que no lo sé. Pero lo haremos. Con paciencia, con amor, con conciencia y con comprensión de todo lo que está pasando.

Qué suerte tengo de tenerte porque me haces de espejo de lo que está pasando cuando no puedo o no quiero ver.

Qué suerte que me lleves al límite para que pueda darme cuenta. Qué suerte que me hagas tocar fondo. Qué suerte tenemos las madres y padres porque inevitablemente nos lleváis, si os dejamos, a la conciencia, a la luz.

Leerás esto cuando seas muy mayor, pero quiero que grabes estas palabras: te entiendo. Te entiendo y ahora sí, te acompaño. Lamento esta añoranza que has sentido, pero inevitablemente, es normal que tengas que pasar por este tipo de duelo.

Lo que hemos vivido ya lo hemos vivido y ahora vendrán cosas nuevas y seguro, diferentes. Pero sepas siempre que lo que hay entre tú y yo, lo que hay entre tú y tu padre, eso, este vínculo invisible que nos une más allá del espacio y del tiempo, esto no se rompe. Ni con un hermano, ni con dos, ni con diez. Esto permanece para siempre.

Justo ayer me dijiste «A ti, a papá, y a la abuela os querré incluso cuando os hayáis muerto». Pues eso, Laia, es de eso de lo que te hablo.

Curioso también que hables de la muerte justo en este momento de tu vida que estás en pleno duelo y en plena crisis profunda de crecimiento interior. Seguro que también te asusta.

Y te digo una cosa que quiero que tengas presente toda la vida: esto que tenemos no lo rompe ni la muerte. Te quiero, más de lo que seguramente podré llegar a expresar nunca.

Tu madre.

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

11 respuestas

  1. M’he emocionat molt llegint aquets escrit. Suposo que veure que el fill s’ho està passant malament ha de ser dur. Però ara ja saps el que passa, és un gran pas. Molts ànims Míriam. Ets molt valenta per escriure això.

  2. Miriam, m’has fet emocionar… No se si tindrem un segon fill/a, però tinc molt clar que no serà ara perquè no estic preparada per «distenciar-me» d’en Rogert. És una cosa que no m’havia plantejat mai fins que he estat mare, com pensar en tenir un altre fill no només efecte al primer fiill per compartir la mare, sinó també a la mare per compartir el seu amor entre els dos. Ánims aquests dies que segur milloraran i també us ajudarán a reforçar el vostres vincles.

  3. A mi també m’has fet sentir una fiblada al cor! Ara l’Arnau encara és molt petit per pensar en tenir un altre fill però no et negaré que a estones hi penso i una de les coses que em fa por és passar això que ara vosaltres esteu vivint. I és que l’estimació que li tinc a l’Arnau, tot el que em fa sentir, com em remouen per dins les seves rialles i els seus plors, la dedicació exclusiva i entregada, tot això es deu viure igual amb un altre fill i clar, pel primer, el que fins llavors era el més gran amor de la mare, ha de ser dur d’entendre. Perquè són nens petits i per això deu ser necessari intentar avançar-nos al que ells podran sentir i això és mooooolt complicat! Tu ja ho estàs fent, te n’has adonat i ho has reconegut, tens molta part de la feina feta i amb l’ajuda del vincle que heu creat amb la Laia segur que, més tard o més d’hora, acabareu trobant l’equilibri. Els fills suposo que acaben veient que les mames tenim tant amor que no s’acaba encara que el repartim entre més d’un fill. Molts i molts ànims guapa!

  4. M’encantes Míriam i ho saps! a mi també em va passar i bé encara ja nascuda la Maria i quasi amb 18 mesos ens segueix passant, però tu escrius com els àngels i descrius el mateix, jo seria incapaç de fer-ho amb aquestes paraules.
    Molts ànims a tots! s’ha de passar i com tu dius, gràcies per fer-nos arribar al límit perquè així, encara que sigui dur, ho entenem millor!
    Molts petons! tinc ganes de veure’t!

  5. Quan va néixer l’Aran vaig trobar que tenir un nadó era lo més senzill del món, res no em feia patir. En canvi per qui plorava era pel Bernat, que el veia patir amb la nova situació, que el veia buscar-me i trobar-me gairebé sempre ocupada o cansada. Sempre dic que quan tens un segon fill, pateixes pel primer! Si t’ho pares a pensar però els grans ens han tingut d’una manera que els seus germans mai ens tindran, més inexpertes si, però només per a ells, sense més cossos que els seus per abraçar i petonejar, i si bé un germà és un trasbals en un primer moment, també és un regal per a tota la vida (o això espero… ;-))

  6. Jolines, Miriam, voy a tener que dejar de leerte en el trabajo porque me tengo que contener las lágrimas! Qué emoción y sentimiento le pones a lo que escribes, tocas la fibra sensible.

  7. Miriam :'( que cierto todo lo que escribes y como me identifico pues he pasado por esta etapa con mi pequeñita ahora con su hermano ya de 11 meses a Dios gracias, todo a estado bien aunque hay momentos en los que ella pide mas atención y mimos como antes, estoy con las lagrimas al recordar y feliz porque tengo a dos pedacitos de cielo maravillosos que iluminan nuestra vida 🙂 , Saludos desde México

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