A veces me siento como si estuviera viviendo en la clandestinidad, como si buena parte de mi vida la estuviera viviendo en una especie de secreto permanente… La clandestinidad ha ido aumentando en la misma proporción que Laia se ha ido haciendo mayor: cuando era pequeña todo el mundo veía «normal» que le diera el pecho, ahora no. Cuando era pequeña todo el mundo veía «normal» que durmiera en nuestra habitación, ahora no. Cuando era un bebé todos veían «normal» que le respetásemos sus procesos evolutivos y de aprendizaje, ahora ya no tanto.
El otro día yo sola me puse a reír. Tenía que ir al médico a pedirle que me encargara una analítica completa. Hasta aquí todo normal, pero en un momento del día pensé «¿y si me pregunta si todavía doy el pecho?» Y automáticamente deseé que no me hiciera esa pregunta. Yo, súper segura de cómo criamos a Laia, de los beneficios de la lactancia materna prolongada…, deseaba no hablar de la cuestión. Me daba pereza. Pereza de ver la cara de desaprobación y de tenerme que justificar. Finalmente él no preguntó, supongo que porque ni siquiera cree posible que una madre de una niña de 3 años y un mes pueda todavía dar el pecho, aunque sea sólo un momentito antes de ir a dormir.
Cuando pienso que, de alguna forma, vivo en la clandestinidad, me gusta pensar que también formo parte de un pelotón de madres «subversivas» que nos atrevemos a hacer lo que nace de nuestro instinto maternal más allá de si es socialmente aceptado o no. Madres subversivas que nos atrevemos a respetar sus procesos en todas sus formas. Que ponemos límites, claro está, pero que siempre nos ponemos en el lugar de nuestros hijos porque no podemos vivir de otra manera que no sea con empatía.
Vivir en la clandestinidad tiene estas cosas: que sólo hablas cómodamente y libremente cuando tienes delante otra madre que forma parte del mismo pelotón que tú. Una madre que sabes que no te juzga y que no te criticará justo cuando te hayas dado la vuelta para continuar tu camino. Y entonces pasan estas cosas, que cuando hablas de según qué con gente que no forma parte de tu «revolución», das evasivas, o no dices toda la verdad, o mantienes tu secreto a cal y canto.
Mi clandestinidad ha aumentado desde que Laia ha empezado la escuela. Hace un tiempo ya tenía que ir con pies de plomo cuando me encontraba con determinada gente que creía que no llevar a Laia a la guardería era una irresponsabilidad digna de denunciar al Defensor del Pueblo… pero es que ahora… lo que hace esta madre subversiva se ve que es terrible! 😉 Tenemos la suerte de haber encontrado una escuela que apoya las guerrillas de nuestro tipo y nos dejan hacer una adaptación REAL. Permiten, por tanto, que nos quedemos tanto tiempo como necesite nuestro hijo para adaptarse a una escuela llena de niños y con otros adultos que hasta hace dos días no conocía. Permiten que esperemos hasta que se sientan seguros… Y esto por muchos esto es… ¡inaceptable!
Cuando este aspecto aún no había entrado en mi vida clandestina contaba a todos que la escuela nos iba muy bien porque ella iba feliz, y cuando me preguntaban «¿llora?» yo decía que no, porque no tenía ninguna necesidad: se sentía segura conmigo o su padre allí y así, poco a poco, iba conociendo el espacio y las personas. Ahora ya hace quince días que Laia ha empezado la escuela y ahora ya no lo encuentran tan fantástico… Nadie me dice nada, pero las madres del pelotón subversivo sabemos cuando el resto desaprueban lo que hacemos. Las caras, las preguntas de «¿todavía vas?» o «si llora un poco tampoco pasa nada, ¿no?»… Total, que he decidido que esto también pasará a nuestra vida de clandestinidad y entonces, ya no importará a nadie si Laia tarda en adaptarse tres semanas o dos meses.
Eh, y no creáis que no lo entiendo, eh, que muchos no comprendan nuestra manera de vivir las madres subversivas… Lo entiendo y lo respeto, pero no tengo ganas de justificar todo lo que hago y cómo lo hago. Quizás es que he pasado unos días enferma y baja de fuerzas y me ha entrado mucha pereza de hablar de según qué… Y entonces he decidido que no, que habrá temas que cuando me sienta sin fuerzas, quedarán exclusivamente en mi vida clandestina. Me ahorraré juicios, me ahorraré caras extrañas y sobre todo, ahorraré energías en justificarme. Que de energía últimamente he tenido más bien poca y la que me queda, la quiero invertir en cosas más interesantes como, escribir en un blog y salir del armario diciendo que soy de un pelotón de madres subversivas que aún damos el pecho a los tres años, que dormimos con nuestros hijos y que los acompañamos en sus procesos de separación ahora que se están haciendo mayores.
Que, bien pensado, en el fondo supongo que hice este blog justamente por eso: para poder hablar de todo ello con libertad sin tener que ver las caras de desaprobación de gente que a pesar de no ser de la guerrilla, ¡seguro que me leen! Y para que otras madres clandestinas que se sienten solas, vean que, si quieren, también pueden formar parte de un grupo inmenso de madres que quieren criar diferente de como se ha criado durante muchos años, a veces simplemente porque les sale de un lugar tan profundo, que ni que quisieran hacerlo de otro modo, no podrían. Como yo, que no puedo evitar criar como crio. Sea de un pelotón subversivo o no.
12 respuestas
Hola Míriam! Nadie tiene que juzgar lo que hacen o dejan de hacer las madres.
Laia tiene mucha suerte de tenerte como madre, pues le estás dando lo que necesita para crecer como persona, estás respetando sus ritmos, entregándote como madre en la crianza. Una crianza amorosa, respetuosa… Una crianza que debería ser, en mi opinión, la crianza que deberían recibir todos los niños de este mundo. Estoy convencida de que si fuese así… nuestro mundo sería un mundo mejor!!!
Yo también formo parte de ese grupo de madres subversivas…No tienes que justificar lo que haces, simplemente hacer lo que te dice tu corazón de madre. Un abrazo. Silvia
Hola, Silvia!
Totalmente de acuerdo… por eso hay veces que prefiero no hablar de según qué… Porque hay gente que cuando dices «escuchar el corazón» no saben a qué te refieres, porque muchos no lo han escuchado muy a menudo!
Un abrazo!!!
Les mares ens creiem amb dret a jutjar el que fan les altres mares. Jo, per contra, no soc tan forta com tu. Formo part tambe del grup de mares clandestines, que quan li pregunten coses respon amb sinceritat. Llavors amb trobo cares rares, de sorpresa. I aixo em fa sentir malament, questionant-me si el que faig o estic fent be. Sort que estas tu aqui perque el meu grup de mares te una forma de pensar completament diferent a la nostra, en tots els sentits.
resmamares aqui
Continuo… que m’ha agradat molt el post d’avui. L’extrapolo a altres aspectes de la meva vida.
Gracies Miriam!
Hola, Raquel!
Gràcies! Tu ja ho saps, quan et falti tribu a Escòcia, sempre saps que hi ha aquesta, la virtual, que també recolza. Una abraçada!
Ostres Míriam, aplaudeixo tot el que dius. Aquesta mala costum de jutjar que té tothm… pel carrer, els parents, les «amigues», companyes de feina… i sembla que t’hagis d’excusar!!!
Jo tinc una nena de 5 mesos i m’hi trobo molt sovint! que si massa bracets, que si està emmarada, que ja ha d’aprendre a dormir sola… que la deixi plorar… hi ha dies que em tenen farta i el que es pitjor, a vegades em fan dubtar una mica de si no m’equivoco… Perô després la miro, m’escolto i fsig el que sento amb el cor. Amb tot l’AMOR.
Hola, Mariona…
Sí, en això de criar tothom en sap molt, oi? Els primers mesos és terrible! Els consells no desitjats a vegades són una autèntica tortura… en el blog en trobaràs més d’un post d’això! Que bé que puguis desconnectar de tothom i re-connectar-te al teu cor, a l’essencial i a l’amor, perquè et guiïn en aquest camí.
Gràcies pel comentari!
Preciosa! Y como te entiendo! Si es que he estado mucho tiempo con el mismo sentimiento por el tema pecho. Ahora también me pasa con el colecho. El peque viene cada noche a eso de las 4 y simplemente se conforma con dormir pegado a mi, sin pecho ni nada. Hay gente que lo continúa desaprobando…y aunque estoy súoer segura de estar en lo correcto escuchando a mi corazón, siempre te sientes cuestionada.
El otro día fui a la enfermera e inconscientemente pensé que por fin ya no vería esa cara de desagrado por el tema pecho. Pues me equivoqué. Ya no doy pecho, ok, desde hace 3 semanas, pero ahora continúo siendo mala madre porque mi peque lleva pañal y pasa de los 2 años! Uff, 2 años y un mes! Pero que delito!
Si es que… nunca lo hacemos bien para las que escriben las normas (y lo mejor del caso es que juraría que esta muchacha no tiene ni hijos!!).
¡Gracias por compartir tu vida clandestina!
Hola, guapa!
Vaya… o sea que nunca está contenta, no? Es que mira que llevar pañal a los dos años y un mes…! Tragedia! jajajaja… es mejor tomarlo con humor y sacarle un poco de importancia a todo esto porque sino hay veces que es para llorar!
Gracias por contar tu experiencia!
Besos
Ánimo Miríam!! Sigue haciéndolo como crees que debes hacerlo. Sé fiel a ti misma y te sentirás a gusto con lo que haces. Yo no soy una madre tan subversiva… Pero te apoyo totalmente. Besos
Hola, guapa!
Sí… seguiré… aunque algunas cosas seguirán en la clandestinidad de mi vida… y las publicaré en el blog! jajaja… 😉
Besos