Hace muchos años que uso esta frase y me encanta. Me gusta decirla porque me gusta dejarlo claro a todo aquel que, hablando conmigo, acaba justificándose de no tener aún hijos, o de no haberlos tenido.
Desde aquí os digo, con la mano en el corazón, no es necesario. No hace falta que os justifiquéis, ni que os sintáis mal porque… tener hijos, NO es obligatorio.
Es una obviedad, lo sé, pero a veces parece que no lo sea tanto. Cuántas veces no hemos oído, las mujeres, esa horrorosa frase de «se te pasará el arroz». Cuando me la decían, me daban ganas de decir que a mí, a veces, también me gustaba bien pasado!
Parece que si hemos llegado a cierta edad, una cierta estabilidad económica y profesional, y además, resulta que tenemos pareja (y esto lo digo por los dos sexos), ha llegado la hora de dejar los anticonceptivos y entregarnos a la procreación.
Pues no, para mí, no es suficiente. Si sólo tenemos en cuenta estos parámetros dejamos de lado, como siempre, lo más importante: el corazón, el cuerpo, el alma. Y vamos en busca de un hijo sólo guiados por una mente llena de miedos y de prejuicios.
Criar a un hijo no es fácil y requiere un nivel de entrega, disponibilidad y amor que no siempre estamos dispuestos a dar. Y no pasa nada, es totalmente lícito que en un momento de nuestra vida, o a lo largo de toda ella, no tengamos ganas.
Que prefiramos dedicarnos a otras cosas, poner todo el esfuerzo en el trabajo, el ocio, los amigos, a viajar por todo el mundo, o quedarnos en casa pero sin niños. Fantástico. Sólo faltaría que a todos nos tuviera que gustar lo mismo y tuviéramos que hacer las mismas cosas. Repito, no pasa nada.
Si finalmente decidimos que sí, que los queremos, que los tenemos, actuemos en consecuencia.
Me duele darme cuenta demasiado a menudo que los hijos se tuvieron por circunstancias absolutamente ajenas al «deseo» sincero de engendrar vida, y entonces, nos molestan o los culpamos de no poder hacer tal cosa, o de haber tenido que dejar caminos profesionales que, quién sabe, habrían sido prometedores (o no!).
Que sí, claro que los amamos, pero ¡quién pudiera recuperar la vida de antes…! Y ellos, bebés o niños, nos escuchan decir frases como ésta, que nunca deberían de escuchar, o nos sienten distantes, o enfadados, o poco entregados en lo que ellos tanto necesitan. Y en un rincón muy profundo, inconsciente y que no se ve pero que está, piensan «debo de haber hecho algo mal …».
Les endosamos una culpa que no les pertenece, justamente a ellos, que son los que menos culpa tienen.
Por eso no me cansaré nunca de decir que tener hijos NO es obligatorio y que si no estamos dispuestos a dar amor y entrega a raudales sin esperar nada a cambio, mejor que hagamos otra cosa.
De lo contrario, siempre nos sentiremos estafados y al final todo el mundo saldrá perjudicado; los padres que no habrán podido disfrutar de nada (ni de la vida de antes, ni de la vida con hijos), y los niños que incluso con 40 años se preguntarán, sin obtener nunca respuesta, «¿por qué nunca me sentí realmente querido?».