Cuando pasa algo potente (sea bueno o no tanto), adultos y peques segregamos una serie de hormonas. Viene subidón. Subidón del estrés que te mantiene en alerta porque tienes que estar a tope. Esto puede suceder por algo tan bestia como la muerte de alguien. Lo que segregamos es tan heavy a nivel físico que vamos “enchufados”. Hechos polvo, pero con una energía extra que te ayuda a sobrellevar el momento.
A veces pasa con cosas muuuuucho más agradables. Por ejemplo, y pensando en niños y niñas, el día de su cumple. Van a mil.
Esta energía nos mantiene arriba peeeeero, luego viene, inevitablemente el bajón. En forma de llanto, en forma de tristeza o de verlo todo negro. Y entran como ganas de llorar de golpe sin darte cuenta. Algo que también pasa a menudo, por ejemplo, en los dos días posteriores al parto.
Si no sabes que es normal, en el bajón puedes tener pensamientos chungos que te hundan más. Y es importante saberlo porque a pesar de que la adrenalina te mantenga arriba, te des cuenta de que tarde o temprano esa adrenalina bajará y te verás caer.
El domingo andé yo con la boca seca todo el día del susto, el miedo y la incertidumbre y espera. Ayer me notaba todavía a mil y esta mañana me he levantado y me entraban ganas de llorar por cualquier cosa: era el bajón. Me he dado cuenta y he procurado no engancharme a él. Me ha animado la buena evolución de Mr.M. Tan buena que esta noche ha vuelto a casa. Con varias costillas rotas pero con el pulmón recuperado
Mil gracias a todas y todos por los mensajes de apoyo y ánimo. Escribir y leeros me ha ayudado. Sois una comunidad 10. No solamente por eso, sino por vuestro compartir sincero y respetuoso siempre. Aprovecho para agradecéroslo de todo corazón
Ojalá resuene
Artículo publicado en Instagram y Facebook el 10 de Noviembre de 2020