Madres y padres tenemos demasiada prisa en “solucionar” las cosas. Es decir:
- Cuando nuestro hijo/a llora, queremos que pare de llorar ahora.
- Cuando hace mal queremos que lo entienda ahora.
- Cuando se equivoca, queremos que rectifique ahora.
- Cuando se desborda emocionalmente queremos que aprenda a gestionar lo que siente ahora.
Y en ese momento, cuando la emoción está on fire, sermoneamos y actuamos, como si se tuviera que resolver todo en ese preciso instante. Y no.
Para educar, hay que conectar primero.
Acompañar lo que sucede AHORA para que luego, sintiéndose sostenido, pueda escuchar, comprender, prestar la atención que requiere aprender algo nuevo.
Todo a su debido tiempo. Si está en plena rabieta, no es momento de discursos. Conectamos con la necesidad que nos está intentando expresar y cuando la tormenta haya pasado… luego nombramos lo ocurrido.
“Has llorado mucho antes ¿eh? Te lo debes de haber pasado mal… estabas muy enfadado/a…” y dejamos silencios observando también su lenguaje corporal. Damos tiempo a procesar, ayudamos a comprender y validamos lo que ha sentido. Y luego, damos herramientas, buscamos juntos nuevas soluciones, y educamos.
Pero esta parte no será posible si antes no hemos hecho lo primero. Y luego pasa eso: que parece que les entra por una oreja y les sale por otra.
No tengas prisa. Primero acoge y luego, cuando estáis conectados, luego educas dando tiempo a comprender, integrar y procesar a tu hijo/a. Solo así se aprenden nuevas formas de actuar:
Desde la conexión, la calma y la comprensión.
Práctica, práctica y más práctica.
Ojalá resuene
Artículo publicado en Instagram y Facebook el 22 de Noviembre de 2020