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Revolución

Revolución

23.5.2011

Estos días me confieso enganchada a Twitter. Me confieso enganchada a las noticias, los periódicos y los comentarios de familia y amigos. Recojo las impresiones en la red y fuera del mundo virtual y llego a una conclusión: esta «revolución» toca en algún lugar muy profundo del alma de muchísimas personas. Por eso hay algunos que están visceralmente emocionados y animados con el proyecto, otros que se ríen de él y aseguran que son gente con poco trabajo (¡nunca mejor dicho!) Y demasiado tiempo, e incluso otros que sienten miedo. Conozco gente de los tres grupos y los entiendo a todos, aunque me declaro perteneciente al primero.

Cuando mucha gente hace una misma cosa, por ejemplo, gritar el mismo cántico y animar al mismo equipo de fútbol, ​​inevitablemente si estás en el campo, te emocionas. Se te ponen los pelos de punta tanto si eres de ese equipo como si sólo pasabas por allí. Cuando alguna vez he ido a un concierto multitudinario, sólo con entrar en el recinto y ver tanta gente allí para ver el mismo artista, también se me han puesto los pelos de punta. Cuando hace muchos años se quemaba media Catalunya y yo, como periodista informaba y veía como dos, tres, cuatro, cinco pueblos, se ayudaban, se organizaban, y no dormían para luchar contra el fuego las 24horas, también me emocionaba. Y ahora, que veo a miles de personas en diferentes ciudades con el mismo objetivo me pasa exactamente lo mismo con un añadido; esta vez es por algo mucho más global, con más consecuencias, con más repercusión y por lo tanto… mucho más difícil. Me emociono porque con todo lo que ha pasado los últimos años (y más allá), parecía que no llegaría nunca la hora de dar un puñetazo en la mesa y decir ¡BASTA!.

Soy hija de unos padres luchadores y activos durante la transición. Un día, en mi casa, ambos comentaban (no hace mucho) que por mucho menos, ellos y miles de jóvenes, en su época salían a la calle a gritar aún sabiendo que las consecuencias podían ser nefastas (palos y prisión). Supongo que también por eso me toca, porque en algún rincón de mi cuerpo recuerdo qué hacían cuando yo era tan pequeña. Y me toca. Aunque sé que será difícil mantener el debate, la discusión, el diálogo, las propuestas, para que vayan a algún lugar más sólido y más real que a una plaza, diposito allí mi esperanza. A este trabajo en equipo, a esta tribu grande y amplia que se está formando (difícil de consolidar, cierto, pero tribu, a pesar de todo). A estos sueños, a estas propuestas (muchas de platónicas, pero otras concretas y quién sabe si viables).

Me toca a mí y toca a mucha gente, tanto si secundan las movilizaciones o no. Tanto si les recuerda a un tiempo pasado que les dio miedo, como si lo que temen son demasiados cambios. Tanto si salen y duermen en sacos de dormir, como si les da rabia admitir que ellos ya no tienen sueños. Tanto si deciden no prestarle atención e ignorarlo, como si prefieren decir que esto no va a ninguna parte, que es mejor ni siquiera hablar de ello.

Nos toca porque todos tenemos un «background», una historia, una familia, una tendencia, unas costumbres. Porque todos juzgamos dependiendo de cómo nos hayan juzgado, porque todos soñamos si nos han permitido hacerlo, porque todos debatimos si es que nos han dejado debatir, porque todos nos ilusionamos si es que no nos han echado por tierra cada ilusión nuestra. Porque la alegría se contagia y la tristeza también. Porque la apatía se contagia y las ganas de ir adelante también. Por todo ello, aunque no queramos, en algún rincón de nosotros mismos, lo que está pasando fuera nos remueve.

No sé hacia dónde irá todo, no creo que nadie lo sepa. Lo que tengo claro es que hay un pequeño cambio, que algo se está moviendo, y sobre todo, que hay una toma de conciencia, quizás de unos cuantos, tal vez de muchos, quizás de cuatro, o dos. Da igual. Siempre es fantástico que llegue la conciencia. Donde sea, a quien sea y por medio de lo que sea. Si finalmente no pasa nada más y todo queda en eso, ya habrá valido la pena. Roma no se conquistó en un solo día.

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

3 respuestas

  1. Muy bien dicho!! Siempre vale la pena sentar una voz y decir abiertamente que no se está de acuerdo, que las cosas tiene que cambiar, que queremos un mundo y un país diferente! les felicito!

  2. Ei, jo també sóc filla d’aquella època i sempre he tingut com una mena de nostàlgia del maig del 68…El 15M poria ser un similar oi? Com a tu Míriam m’emocionen moltíssim les manifestacions públiques on molta gent es revolta unida, és una cosa ben forta, ben intensa. Us recomano aquest vídeo:
    https://vimeo.com/24075624

  3. Si alguna cosa ha quedat demostrada aquests dies és que les persones hem tornat a ser humanes… Hem tornat a sentir, a vibrar, a sentir-nos vives… Potser la revolta no queda en res, però als qui no hi hem estat físicament per motius diversos com a mínim crec que hauriem d’agrair als qui s’han decidit que ens hagin tornat a fer sentir vius, a tornar a l’essència del que som.

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