Cuando sientas que la maternidad te desborda, respira. Cuando no sepas cómo calmar este bebé que acaba de salir de tu vientre, respira. Cuando las visitas, el ruido, la luz excesiva y la poca empatía te hagan daño, respira. Respira y no pienses, no pienses en nada. Observa cómo la mente va lanzando pensamientos al vuelo, pero te agarres a ellos, sólo observa y respira.
Cuando te sientas sola y tengas la sensación que tu vida ha cambiado de arriba a abajo y te cuesta adaptarte, respira. Cuando notes que tanta demanda te remueve la entraña y te des cuenta que hoy no has podido ni ducharte porque no lo has podido dejar ni un momento, respira.
Cuando sientas que pasas de la felicidad más absoluta a la angustia más terrible en un mismo día, respira. Cuando te parezca que nadie te entiende, que nadie parece vibrar en tu misma frecuencia, respira. Respira y no pienses, no pienses en nada. Observa, sólo, como la mente te va lanzando pensamientos al vuelo (que si cómo lo harás tan sola, que si esto es muy duro, que si quién te mandaba a ti tener hijos, que si…) Observa y no te enganches, como si no fueran contigo. Sólo observa y respira.
Cuando un buen día tu hijo empiece a no querer hacer lo que tú dices, cuando empiece a tener ideas propias y las defienda cómo si le fuera la vida en ello, respira. Cuando no te quiera dar la mano para cruzar la calle, cuando se plante en medio de la plaza que no quiere andar más, cuando no quiera salir de casa si no es con 3 muñecas, un sombrero de paja y un paraguas…, respira.
Cuando te mire con cara de rabia porque no le dejas tocar lo que quiere. Cuando te pegue, te muerda o te arañe porque ahora mismo no tiene otra manera posible de expresarte la emoción que siente… respira. Respira y no hagas nada, no digas nada. Observa los pensamientos que lanza tu mente al vuelo, pero no te agarres a ellos. (Que si te toma el pelo, que si cómo te trata así con todo lo que haces por él, que si ya me lo decía mi madre que lo consentíamos demasiado, que si a lo mejor los niños de los otros no hacen estas cosas, que si no te aguanto cuando te pones así…). Sólo observa y respira.
Cuando lo dejes en la guardería o la escuela y se te agarre ante todo el mundo que no quiere entrar. Cuando llore gritando enganchado a tu cuello que sólo te quiere a ti. Cuando al recogerlo sólo verte se vuelva a echar a llorar desconsoladamente y la llegada a casa sea un drama. Cuando las tardes vuelvan a ser un drama porque está cansado y emocionalmente deshecho… respira.
Respira y observa qué te dice tu mente de este momento que os toca vivir. No te enganches a nada, no digas nada todavía, hasta que no estés segura que no le harás daño. Sólo observa y respira.
Cuando la crianza de un hijo te parezca la cosa más difícil que te ha tocado vivir. Cuando con tu pareja parezca que os separa un abismo. Cuando nada ni nadie pueda apaciguar este tipo de desesperanza que se ha apoderado de ti, respira.
Respira profundamente, como si no tuvieras nada más que hacer que respirar y llenar toda la barriga, dirigiendo el oxígeno a cada rincón de tu cuerpo. Céntrate sólo en hacerlo bien, despacio, sin prisa, llenando cada pedazo de ti. Hazlo tantas veces como haga falta, las que necesites antes de serenarte, centrarte y volverte a conectar. Y mientras respiras, mírale los pies. O las manos, o aquella nariz tan pequeña que se difumina.
Mírale aquella parte de su cuerpo que más te conmueva y ponte adentro. Ponte dentro de sus zapatos, de sus manos, de sus pies, de su nariz que se difumina. Sed uno. Entiéndelo. Ahora mismo, sólo te tiene a ti y necesita que le entiendas. Lo necesita como el aire que respira. Sed uno y él también te entenderá a ti desde el lugar que lo entienden todo los niños: desde el corazón.
Sé uno con él y siente el amor que te genera. Y deja que esto, el amor que le tienes, vaya acallando todas aquellas frases que te lanza la mente para que pierdas los papeles. Respira y déjate sentir esto: la fuerza del vínculo. Porque es el amor lo que cura todas las heridas, que llena todos los vacíos, que disipa toda desesperanza y que aligera los cuerpos cansados y saturados. Respira y ámalo desde la entraña hasta que este amor os funda en uno sólo.
4 respuestas
Avui necessitaré repetir-me a mi mateixa el teu consell sovint. S’ha despertat cada 2 hores i ha decidt que les 5 de la matinada era bona hora per llevarse!
Hola Gemma,
A casa també tenim nits d’aquestes… i em va bé pensar en d’aquí 10 anys. «D’aquí 10 anys recordaré aquesta nit?» i com que sé que la resposta és no, respiro i penso «passarà!» Ànims!
Quin bon consell Miriam, a mi començar ioga m’ha ajudfat molt per apendre a respirar, a observar més i millor, a calmar-me, a parar.
Que bé, Lai, me n’alegro molt! 🙂