7.6.2011
El sábado, a través de Twitter, me llegó la primera noticia sobre Habiba, una chica marroquí, madre de una niña de 15 meses que vivía en una residencia para madres de la Comunidad de Madrid. Hace unos días, el Instituto Madrileño del Menor y la Familia decidió separar madre e hija por no cumplir los objetivos de un programa de psicoterapia y «habilidades maternales» que implica abandonar la lactancia materna a demanda y prolongada por considerarla «caótica» y «perjudicial para los niños y niñas». Con estas consideraciones, carentes de base científica y legal, obliga a las madres lactantes a tomar una medicación para que se les retire la leche.
Desde el sábado que quería escribir sobre ello pero he estado muy espesa. Frágil, como dije ayer, y me ha costado ponerme a hablar sobre este tema. Ayer desde el gobierno de la Comunidad de Madrid dijeron que las habían separado porque la madre mostraba una actitud agresiva.
Sea como sea, todo ello me ha hecho pensar en una cuestión que hacía mucho tiempo quería abordar y es la incomodidad que provoca la lactancia materna prolongada. La OMS dice que prolongada es más allá de los 2 años, y la recomienda por suponer muchos beneficios tanto para la madre como por el hijo. Pero en el país donde vivimos, diría que prolongada se entiende por más allá de los seis meses porque pasado este tiempo, no paras de encontrarte en situaciones donde te preguntan: «¿Pero aún toma teta?». Si el bebé va creciendo y cumple un año, y un año y medio, y lo siguen viendo en la teta de su madre cuando tiene algún disgusto, cuando se quiere dormir, cuando quiere un poco de leche, o cuando simplemente quiere una poco de contacto y de mamá en la versión más íntima, los comentarios se hacen mucho más frecuentes y a veces, incluso impertinentes. Pero la cuestión es por qué.
Creo que incomoda porque, de nuevo, nos toca en algún lugar muy profundo. Todos somos hijos de alguien; tal vez nos han dado el pecho, quizás no lo han hecho nunca, quizás nos lo dieron sin ganas de darnoslo, tal vez siempre hemos creído que era cosa de «pobres», «antigua», «pasada de moda», «tercermundista»… De alguna manera, ver una madre vincularse una y otra vez con su hijo a través de la teta nos puede incomodar porque nos recuerda, de manera inconsciente, muy probablemente lo que no tuvimos. Siempre es la misma historia, sé que me repito y puede haber quien piense que me hago tremendamente pesada llegando siempre a este punto. Pero es que sinceramente creo que justamente este punto es la clave. Y los de mi generación, tuvimos muy poca teta. Lo de los 10 minutos cada pecho cada 3 horas hacía fracasar la lactancia a cualquiera, y era lo que recomendaban los pediatras. En la medida que ponemos conciencia a lo que hemos vivido y recibido, podremos aceptar y ver con buenos ojos una crianza diferente de la que hemos tenido, y lo que es más importante, podremos reparar los vacíos de la nuestra.
La lactancia materna provoca celos. Sí, celos. A veces incluso del hombre, del padre. A veces de la familia, los amigos, o de gente que ni siquiera conocemos. Celos de ver que la madre hace algo que nadie más podrá hacer y que justamente, une y vincula a madre e hijo de una manera especial. Entonces viene a veces aquello de «como creemos en la igualdad, le damos el biberón y así lo podemos hacer los 2 a partes iguales». Una igualdad, en mi opinión, absolutamente mal entendida. Algún día hablaré de este tema, ahora no me quiero alargar.
Probablemente por todo ello se obliga a las madres de los centros de acogida de Madrid a dejar la lactancia materna a los 15 meses y no más tarde, porque son conscientes del vínculo que supone entre la madre y el hijo, dar y recibir el pecho. Y el vínculo, en este caso, les supone una amenaza. Pero el vínculo es la clave. El vínculo es lo que podrá ayudar a la Habiba a salir adelante, y el vínculo es lo que ayudará a su hija a hacer lo mismo. El vínculo no nos une sólo a la madre, sino a la vida. El vínculo primero nos ayuda a instalar los vínculos siguientes.
La lactancia materna no debería suponer ninguna amenaza para nadie. Ni para el padre, ni para la sociedad. El padre encontrará mil otras maneras de vincularse a su hijo. Mil. Y sólo una madre y un hijo deberían tener la palabra sobre cuándo se abandona la lactancia materna. En esta cuestión, nadie más está invitado.
Para más información, podéis mirar esta web (o otras, la red -webs de crianza, FB, Twitter, etc.- está que arde con este tema).
3 respuestas
Que fort!!! El que fa la ignorància … estic segura que estan convençuts que estan fent el millor pel nen … i els educadors del centre, segurament tampoc coneixen res de lactància i vincle matern. Es fan tantes aberracions des del desconeixement!!!!
A mi me ha costado mucho asimilar la noticia y he de decir que al principio hasta me costo creerla, mas que nada por lo radical e increible que parecia.
Espero sinceramente que no tarden mucho en devolver a su hija a los brazos de Habiba, y que despues se revise en profundidad este protocolo de habilidades maternales, que ha mi me recuerdan a los realities shows de Reino Unido.
Lo más interesante del caso es que a esto en una empresa se le llama acoso, aquí, protección al menor…
Qué buen análisis! Gracias! Comparto!