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Hasta el 6 de enero
cuando lo hacemos fatal

Cuando lo hacemos fatal

Todos tenemos días malos. Absolutamente todos. Las madres, los padres, los hijos, los vecinos, los amigos, los maestros, los abuelos… Todos, sin excepción, tenemos un día u otro que parece que hayamos pisado mierda apenas levantarnos y es como si todo empezara a ir al revés. Normalmente, si buscamos bien, siempre encontraremos, muy cerquita, un motivo de componente emocional.

Por ejemplo y sin ir más lejos: Yo. El padre de Laia está fuera unos días de viaje y yo empiezo a tener muchas ganas de que vuelva. Cuando él no está, lo he dicho más de una vez, me cuesta conciliar el sueño con la facilidad que lo hago cuando lo tengo al lado. Es así, no lo puedo evitar. Estos días me he dado cuenta de que a Laia también le pasa. El hecho de que no estemos en casa los tres hace que duerma peor. Ha pasado de dormir todas las noches seguidas a, la última, medio despertarse gimiendo o soñando como unas diez veces! O sea, que he dormido poco y mal y ella también. Te levantas y empieza a ir todo del revés: porque no estás por lo que tienes que estar, porque no estás lo suficientemente presente, porque en vez de feliz y contenta, estás cansada y con ganas de que sea fiesta y puedas dormir hasta que el corazón te diga basta, y estemos los tres juntos tranquilos y sin tener que correr para llegar a ningún sitio. Ella nota que yo estoy así, que estoy más ausente, menos alegre… y ¿qué hace? Se engancha más a mí. ¿Cómo? Pues llamándome la atención, haciendo que le tenga que decir las cosas no sé cuántas veces antes de hacerlas, diciendo «mamá juega conmigo», «mamá no quiero que te vayas» (y no voy a ninguna parte!). ..

Ella también le echa de menos, mucho. Su padre-ídolo está fuera y cada día antes de ir a dormir dice «¡quiero a papá!» y llora… Le echa de menos y la acompaño como puedo en este sentimiento que a mí también me remueve porque yo fui una niña que se añoró no mucho sino muchísimo. Total, que tanto ella como yo tenemos los sentimientos a flor de piel, estamos sensibles y sin él, y a pesar de que intentamos rodearnos de familia y amigos porque los días pasen mucho mejor, hay momentos en que todo explota.

Ella va tirando de la cuerda y yo tengo menos paciencia que de costumbre. Se enfada conmigo porque no estoy como le gustaría y me hace una llorada de esas que hacen historia. Respiro profundamente porque sé que hoy no tengo relevo y que por tanto, me tengo que comer el pollo con patatas. Pero lo gestiono como puedo y como puedo hoy no es como a mí me gustaría. Ella llora en una esquina del comedor y dice que quiere a papá, y yo, un poco más allá, contesto al teléfono que suena, y al oír la voz de mi hermano, me pongo a llorar. No es nada: sólo cansancio, haber dormido poco, saber que podrías hacerlo mucho mejor pero no tener ánimo… Las cuatro lágrimas te calman y ella sientes que también está mejor. Cuelgo y la abrazo. Nos tumbamos en el sofá y respiramos profundamente las dos. No pasa nada. Todo está bien. Hemos explotado… si, ¿y qué? También teníamos derecho a hacerlo, tal como estábamos…

Hemos pintado, jugado y al cabo de un rato le digo «Laia, lo siento… hoy lo he hecho fatal esto de ser madre»… y ella me contesta «No pasa nada, yo también lo he hecho fatal esto de hija». Yo me pongo a reír y ella también.

Ella sé que me perdona pero lo que es más importante, yo también me perdono hoy a mí: de no haber tenido la mano izquierda que hace que los pollos no exploten, de haberme puesto a llorar con mi hermano… Me perdono y abrazo mi parte más vulnerable, la que esta semana se ha añorado y lo ha intentado hacer lo mejor que ha podido a pesar de estar sola con Laia la mayor parte del día. Me abrazo y no me machaco, ni me flagelo, ni me castigo por no haber sido la madre perfecta que a todas nos gustaría ser. Laia no quiere una madre perfecta y el resto de niños tampoco. Quieren la suya, tal como es… Una madre que sepa reconocer cuando se equivoca y que intente hacerlo mejor la próxima vez. Nada más.

Y en el fondo estoy contenta. No por el día que he tenido, que ha sido más bien mediocre y gris, sino porque me parece que es la primera vez que no me culpabilizo por no ser una madre 10. Y esto es tan liberador… Porque he puesto en práctica lo que les digo a las madres que me consultan: «quiérete y trátate tan bien como tratas a tus amigas y a tu hijo. Si una amiga te dice que hoy ha estado agotada y saturada y que no ha tenido la paciencia que quisiera, seguro que la acompañas y le dices que tranquila, que lo de criar un hijo no es fácil, que lo está haciendo muy bien, que está aprendiendo… Pues ¿por qué no te lo dices a ti también cuando te sientas igual que ella?»

Y eso es lo que he hecho hoy: reconocer que no he estado a la altura pero amarme también hoy, que es, seguramente, cuando más lo necesito. Estoy en paz. Mañana será un día mejor, estoy segura, y este cambio de dinámica marcará (lo sé) un antes y un después… Acepto que no soy perfecta, acepto que no lo quiero ser, acepto que habrá días buenos y días que no lo serán tanto y que lo mismo que respeto a Laia y la acompaño, me respeto y de alguna manera, también me acompaño a mí misma. Alejo la culpa, que no sirve de nada y sólo hace que poner palos en las ruedas a tantas madres que lo hacen lo mejor que pueden y saben. Decido y opto por no boicotearme, por no maltratarme.

Por amarme también, en los días mediocres y grises como el que he tenido hoy.

Y tú, ¿también tienes días así?


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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

10 respuestas

  1. Entenc a la perfecció els sentiments que has transmés en les teves paraules. Estar sola amb els fills es molt dur i no sempre ho portem com voldríem. Els nens ho notes, es clar que si, pero també ho entenen, a la seva manera. No t’has de castigar a tu mateixa perquè a la balança global, l’amor qe li dones a la teva filla es infinitament més gran que els mals moments que puguis tenir. N’estic convençuda

  2. No sabes como entiendo tus palabras, Miriam!
    Soy madre soltera por elección de dos niñas mellizas (3 años y 9 meses) intentando hacer una crianza respetuosa con bastante dificultad. Pero voy aprendiendo cada día un poquito.
    Gracias por darle más luz a mi camino.
    Un abrazo bien grande!

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