15.10.2013
LA MENTE
La mente en estos temas de la maternidad digamos que intenta tomar el control: tenerlo todo estudiado, todas las posibilidades analizadas, para luego, elegir la «mejor» opción. A menudo ya nos planteamos cuántos hijos queremos mucho antes de tener ninguno y nos ponemos a imaginar con la pareja. Entonces vienen esas frases de «yo o tres o ninguno» “no, mejor sólo 1”, “no que yo siempre he querido cuatro”, etc, que a menudo cambian con el paso del tiempo y nos morimos de la risa recordándolas.
Un buen día tenemos un hijo y a medida que va creciendo, muchos fantaseamos con «¿cómo sería tener otro?» y pasamos del «ahora imposible! ni hablar!» a «que chulo sería, empiezo a tener ganas aunque sé que todavía no…, etc». Es difícil echar la mente cuando tenemos entre manos una decisión tan importante. ¡Entran tantos factores en juego! A veces la pareja tiene muchas ganas pero económicamente no es el momento porque ninguno de los dos tiene trabajo, por ejemplo. Y un largo etcétera de otras posibilidades.
Mi opinión, utilizando la mente, es que es más importante cuantos años nos llevaremos nosotras entre maternidades que no cuántos años se llevarán nuestros hijos entre ellos y si podrán jugar o no. Me explico. A menudo parece que sólo nos preocupa si podremos empalmar pañales o si podrán jugar juntos cuando vamos a la playa, si les interesarán más o menos las mismas cosas. Y yo creo que en este caso es mucho más vital tener en cuenta cuánto tiempo se llevan nuestras dos maternidades, o tres. Si cuando nos quedamos embarazadas del segundo aún estamos emocionalmente fusionadas con el primero, puede ser un embarazo y un inicio de crianza duro. Básicamente porque el mayor todavía es muy pequeño y por tanto, con muchas necesidades. E inevitablemente, todavía muy, muy demandante. Tener una barriga inmensa y tener que lidiar con esta demanda inagotable de un niño de, por ejemplo, un año y medio puede llegar a ser muy duro. Y sí que empalmamos pañales y quizás tendremos la sensación de que lo hacemos todo de una tacada, pero yo siempre me pregunto… ¿a qué precio?
Es tan importante conseguir disfrutar de un primer embarazo como poder disfrutar del segundo. Haber podido respetarnos en el primer embarazo como hacerlo en el segundo. Y cuando tenemos un niño pequeño, ninguna de las dos cosas parecen ser muy posibles por cuestiones obvias, o al menos, es mucho más complicado.
Pero pensemos en las necesidades del hijo mayor. Un hijo emocionalmente fusionado todavía con nosotras que no entiende mucho ( por la edad que tiene) que allí dentro se está gestando un hermano. Un hijo que, también por edad, todavía le cuesta mucho manejar sus emociones porque, para empezar, puede que ni siquiera hable. Para él, tener que «separarse» de mamá tan temprano puede ser muy duro con el añadido de que no acaba de entender qué está sintiendo él mismo ni qué está pasando. Y sí , evidentemente que se adaptan a todo, pero este tiempo previo hasta que todos no nos adaptamos a la nueva situación puede ser terriblemente difícil y no exento de problemas.
¿Y SI NO PENSAMOS?
Esto es lo que a menudo tenemos que aprender a hacer con la maternidad. Dejar la mente de lado cuando ésta, más que ayudar, entorpece. Un buen ejemplo de esto es en pleno trabajo de parto. La mente sobra.
A pesar de todo lo que he dicho en las líneas anteriores, recomiendo sentir. SENTIR con mayúsculas qué es lo que anhelamos, que es lo que deseamos. Sentir sin tener en cuenta la presión del entorno porque vamos en busca del hermanito, sin tener presente las ganas que tenga la pareja de tener otro hijo, etc. Sentir sólo nosotras. Sentir qué queremos, sentir qué nos dice el cuerpo, y a menudo también, sentir qué nos dice este hijo que intuimos que algún día tiene que venir. ¿Es el momento ahora? ¿Nos sentimos preparadas ante un nuevo embarazo, un nuevo parto, un nuevo puerperio? ¿Nos sentimos absolutamente disponibles en una nueva entrega de 24horas a un bebé? ¿Nos apetece? ¿Lo queremos hacer?
Y preguntémonos sin miedo: queremos un hijo nosotras o quien lo quiere es mi compañero o mi imagen de familia feliz que había creado, o lo quieren los abuelos o… ¿quién lo quiere exactamente? ¿Lo deseo yo? ¿Lo deseo profundamente?
Para poder sentir debemos estar tranquilas y relajadas. Recomiendo por ejemplo un paseo por el bosque, ver el mar, un momento tranquilo en casa delante de una ventana por donde entre el sol, un momento plácido ¡incluso conduciendo puede ser un buen punto de conexión con nosotras mismas! Cada una como sienta que se reencuentra. Y una vez aquí, dejar de pensar y sentir. Y esperar. Y observar qué pasa.
Si cuando hacemos este ejercicio el deseo es como aquel deseo de dar vida tan fuerte que parece que el cuerpo no pueda esperar, que parece que ya notamos casi su presencia en nosotras… seguramente la respuesta es que quizás tenemos que ir a por el segundo. Hay quien siente este deseo cuando el otro hijo todavía es bastante pequeño, pues adelante, quizás es que es el momento de que venga este nuevo ser. Cada casa es un mundo, cada persona también.
Otro aspecto que para mí es fundamental es ir a la par con la pareja. Creo que eso de que uno tenga muchas ganas y el otro no, tarde o temprano termina trayendo problemas si es que el hijo acaba llegando porque o uno o el otro no se han respetado a sí mismos en las ganas de esperar, por ejemplo, o de no hacerlo. No es fácil. Sentir ese deseo a la vez cuesta mucho más de lo que parece, pero con comunicación, hablando, dejando reposar las cosas, que el que no lo tiene muy claro vaya pudiendo experimentar por qué, si es que tiene miedo, o qué es lo que quiere… a la larga , a menudo los tempos acaban encajando. Y sin reproches.
MI EXPERIENCIA
Cuando Laia tenía unos dos años y medio recuerdo que todas mis amigas estaban ya embarazadas del segundo ( o casi ) y cuando veía que iban pariendo, recuerdo nostalgia y pensar «oh, qué ganas tan enormes de tener otro» , pero cuando me dejaba sentir exactamente cuál era mi posición respecto al tema, algo me decía «no es el momento» y me venía cansancio y una sensación de «no, no puedo». No me sentía a punto. No me sentía aún preparada para poderme entregar sin reservas. Todavía estaba agotada de una crianza tan dedicada a Laia y necesitaba reencontrarme a mí misma, en todas mis otras facetas aparte de la de «madre». Él , por suerte , sentía lo mismo que yo. Sabía que quería otro pero no en ese momento. Y decidimos tener paciencia, esperar a que el cuerpo nos lo pidiera. Nos pidiera un nuevo hijo… Y un día el deseo fue de aquellos enormes y ya no esperamos más.
Más que a la mente, hice caso a lo que sentía yo en cada momento. Porque creo en mi intuición, y porque intento respetarme: a mí, a mi cuerpo, mi sentir.
Ahora estoy embarazada y siento que puedo disfrutar. Estoy enamoradísima de Laia pero al mismo tiempo ya no estoy emocionalmente fusionada a ella. Claro que algún día hay sentimientos que chocan, no puede ser de otra manera con el jolgorio hormonal que representa un embarazo, pero me siento feliz que haya venido ahora. Porque me siento disponible, y vivir una maternidad sin disponibilidad emocional, mental, física y espiritual debe ser terriblemente difícil y doloroso.
POR ÚLTIMO
Hay cosas que intento tener presentes siempre en esta cuestión:
– Nadie nos garantiza que los hermanos jugarán. Quizás lo harán, o quizás no. No nos creemos expectativas con eso de «si se llevan poco…» o «si se llevan demasiado…»
– Tener dos hijos no es obligatorio. Tener uno tampoco. Tengámoslo claro, porque ningún hijo se merece venir en este mundo porque lo desean otras personas que no son justamente, sus padres.
– Hay niños que llegan sin que nadie haya tenido tiempo de pensar o sentir nada. Simplemente, llegan, así, sin avisar. Siempre pienso que estos niños tenían que venir cada uno por sus motivos, y encontraron el sitio por donde hacerlo! 😉
– A veces, por más que lo deseemos, por más que lo sintamos (incluso los dos a la vez) no vienen. Parece facilísimo tener un hijo a veces, ¿verdad? pero hay un montón de factores que intervienen y a veces no es nada fácil. A veces hacer planes no sirve de nada porque la vida nos tiene preparado otro camino.
Un comentario
Sentir. Aquesta és la paraula!
Per mi és inevitable pensar-hi molt… i més ara que he tingut aquesta experiència. No sé quan serà el moment, de fet quan vaig tenir al Leo també vaig ser una cagadubtes. Recordo quan vaig llegir un article que vas fer sobre el «germanet» que deies que no volies tenir més fills en aquell moment (quan les amigues estaven embarassades del segon). Pensava que la Laia seria única 😛 Tal i com estic portant la meva criança, em ve molt de gust tenir un altre fill però per altra banda penso en el que vindrà i no puc evitar tenir les meves pors. El temps em donarà la resposta 😉 Bona reflexió, gràcies! Un petó!