El salón es un campo de minas, con cuentos, juguetes, muñecas y ceras de colores esparcidas por todas partes. Es hora de recoger; ya se ha terminado el juego, es hora de ponernos en marcha, ducharnos e irse a una “calçotada” típica catalana.
Ella está contenta, es domingo y estáis todos en casa. Comentas que hay que recogerlo todo antes de salir y ya frunce el ceño; dice que las muñecas duermen y que no puedes molestarlas.
Le explicas que te sabe mal, que entiendes que las ha acostado, pero que ahora mismo hay tanto follón en el suelo que ya no se puede caminar por el salón sin pisar algún juguete suyo.
Te dice que no, que lo tiene que dejar todo tal como está. Insistes que puede usar su habitación como campo de minas, pero no el salón, un espacio común.
Hace rato que sabes que esto acabará mal, que llorará y de lo lindo. Respiras hondo y pasa lo que temías. Llora, se enfada y chilla. Estalla. Es el escenario de esta mañana en casa.
Cuando un episodio de estos explota, hace días que lo he entendido, cuanto menos apegada esté a la emoción que descarga nuestra hija, más rápido y mejor pasa todo.
Cuanto más me irrito y me dejo llevar por las ganas de que pare de gritar y llorar, más se alarga.
Hace unos días que los episodios han sido mucho más frecuentes que de costumbre y confieso que no lo he llevado nada bien. Es agotador cuando a ratos todo acaba siendo un motivo de conflicto por más que intentes esquivarlos.
Hoy me he dado cuenta de que quizás era yo, que no permitía que se enfadara y justamente eso, provocaba más su enojo.
Intentaba evitarlo, por pereza, por ganas que el día fuera fluido y fácil, por agotamiento, porque ver su rabia me conecta a la mía y no me apetece, porque a veces tengo miedo de no gestionar estas situaciones lo bastante bien…
Hoy ha sido distinto. He visto que estaba a punto de enfadarse y por dentro me he dicho: «de acuerdo. Te permito que te enfades».
Ha habido un momento en que me he notado el malestar que me generaba esa situación, pero en un punto he repetido mentalmente «Te permito, te permito enfadarte» y he empezado a aflojarme y dedicarme simplemente a estar tranquila permitiendo que se enfadara.
Porque ella tiene todo el derecho a enfadarse, si quiere o lo siente así. Me he dado cuenta que mi amor por ella no está condicionado a que se cabree más o menos, y he querido así transmitírselo.
No con palabras sino con la actitud. Ha llorado y ha descargado toda la rabia, pero sin mi emoción de «¡Basta! ¡Basta ya!», sino de «de acuerdo, entiendo que te enfades y te acompaño, aquí al lado, hasta que quieras que te abrace».
Y así ha sido. Al cabo de unos minutos se me ha acercado, todavía gritando fuerte y ha permitido mi abrazo. El amor nos ha acercado y la rabia y el chillido han desaparecido.
Ha quedado el sollozo, mientras notaba como su cuerpo también se aflojaba en mi regazo, dentro aún de mi abrazo. Al cabo de un momento me ha dicho: «mamá, ¿quieres que te enjabone el pelo cuando te duches?» «Me encantará que lo hagas», fin del episodio.
En cuestión de un segundo ella ya reía y me contaba no sé cuántas cosas. Yo en cambio, llevo todo el día pensando en lo que ha pasado, en el cómo lo he gestionado hoy, en cómo lo tengo que gestionar en el futuro… y sobre todo, me he preguntado si yo me he permitido nunca enfadarme, sin culparme, sin sentirme mal…
Me enfado muy poco. Intento evitarlo, no me gusta, no soporto el conflicto y escapo de él siempre que puedo.
Me lo quedo para mi, supongo, y lo comento con los que tengo más cerca para intentar desahogarme pero claro… siempre demasiado tarde. Cuando ya me he tragado toda la taza.
Quizás si me permitiera enfadarme, también me costaría mucho menos DES-enfadarme y no me traería nada a casa…
Quizás esto que hacen ellos con tanta facilidad cuando lo sienten es mucho más sano que lo que hacemos muchos adultos por… «no molestar», o por «gustar», o por «caer bien» o porque no piensen «que eres así o asá»…
Y nos vamos tragando la rabia una y otra vez, sin llorar, sin gritar nunca, con la sensación siempre que enfadarse un momento dado es «malo», reprimiendo una emoción igual de legítima y cotidiana como la alegría o la tristeza. ¡Qué mal visto que está enfadarse! ¡Aunque seas un niño y te dure cinco minutos!
Porque siempre llegamos al mismo punto: ¿Y si me enfado y entonces… dejan de quererme? Quizás permitir que se enfaden, acompañarlos por mucho que nos cueste, por mucho que nos remueva, quizás haga que integren plenamente que nuestro amor no depende de la emoción que tienen en cada momento sino que es realmente incondicional porque amamos su esencia más allá de si la forma es de alegría, rabia, felicidad o tristeza.
Quién sabe si cuando ellos sean padres y madres podrán acompañar un poco más fácilmente que nosotros a sus hijos cuando tengan los mismos momentos de desesperación y de pérdida de papeles que tienen los nuestros…
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18 respuestas
justo ayer nos explicaron una psicóloga infantil que lleva un grupo de madres al que asisto que situaciones como estas son necesarias porque es la manera que tienen los niños de «despegarse» de sus madres, de decir «soy diferente a ti y quiero otra cosa» y que por ello era una etapa totalmente necesaria antes de los 3 años que es cuando dejarían de ser bebés… ánimo!!!!
Hola, Haydee!
Sí, esto lo tengo claro. Lo difícil es ver qué desata esa rabia en nosotros y cómo la gestionamos… No es nada fácil. Yo estoy con la L aún de «learner» y todavía me quedan muchas prácticas 😉
Un beso.
Jo també vaig amb la L, i justament aquest tema és el que porto pitjor de tots… em costa molt acompanyar els enfados del Cauâ, plora, crida, i ho fa durant mooooolta estona; he intentat no dir res, esperar a que se li passi, però es fa etern. En fi, hi hauré de posar més paciència, i «permetre que s’enfadi».
Buf, Dinma, t’entenc. No és fàcil, ens posa a prova la paciència, la calma… i ens connecta a vegades amb parts de nosaltres que no volem com ara les ganes de fer algun crit i dir: «Vols fer el favor de callar?!» però saps que després d’això encara plora més i a sobre, se t’hi afegeix la culpa. O sigui que no ens queda una altra que tenir molta paciència i confiar en què aquesta etapa, també passarà 😉
Petons
Jo crec que en qüestió de fills anem amb una L permanent.
Amb el primer perquè tot és nou, tingui 6 mesos, 2 o 6 anys i amb el segon perquè sempre té un caràcter diferent al primer i per tant tot torna a ser nou.
En el meu cas, l’Oriol que ja té 6 anys mai ha estat un nen de rabieta o de plorar molt, s’enfada però és «manejable» en canvi la Laia, que farà 4 anys al maig…..tela!!!!!
A mi també em va costar i em costa molt gestionar el seu malestar i també tinc comprovat que és molt millor dir-li que l’entens, que s’enfada però que les coses s’han de fer que no posar-se a cridar perquè al final et poses al mateix nivell que ells i no aconseguim res.
Ara, també he de dir que hi ha dies i dies perquè per «permetre que s’enfadi» necessites unes dosis de paciència tan altes que molts dies no les tens….
Anna, molt bo això de la «L» permanent… tens tota la raó!
Sí, calen dosis de paciència molt altes, sobretot depèn de quins dies en què sembla que res del que fas o dius serveix de res. Però la paciència també dóna els fruits. Entendre’ls, escoltar-los i permetre que s’enfadin funciona però requereix molt més de nosaltres que altres vies, segurament… En fi, no desistim, oi, Anna?
Petons!
Me ha encantado el post.
Éstá muy mal visto enfadarnos. A mi personalmente no me gusta, porque no lo gestiono bien.
Quiero que mi hija sepa que se puede enfadar, pero en el fondo no me gusta y a veces, según me encuentre, no lo llevo bien.
Se que tengo que trabajarlo, empezando por mis enfados.
Un abrazo
Gracias Carol.
Te entiendo, me pasa lo mismo. Quiero que sepa que puede enfadarse pero hay días que me cansa mucho que lo haga y clar… decir una cosa pero sentir otra con los niños no funciona. Podrán sentirse libres enfadándose cuando sientan que no les estamos juzgando ni criticando por ello… No es fácil, nada fácil.
Besos.
D’acord amb totes!
Costa no posar-se a ls seva alçada i només acompanyar, deixar desfogar i acollir-los sense judicis ni lliçons, però quan n’ets capaç és fantàstic perquè tothom es queda descansat i tot torna a funcionar, sovint amb més bon humor que mai, perquè ells han pogut descarregar-se d’un neguit que SEGURAMENT NO TÉ RES A VEURE AMB EL QUE HA PASSAT.
El que ha passat tansols ha servit de detonant, el neguit ja hi era, perquè s’han passat el dia a casa d’algú o a l’escola i no han pogut descarregar en una situació que han viscut perquè no se’ls ha permès o no han gosat, o vés a saber.
Crec que dovint, aquestes plorades no tenen res a veure amb el moment.
Hola, Mariabaes!
Totalment d’acord. Gairebé la majoria de vegades amb aquella enrabiada immensa treuen aquell petit disgust i deu més que han pogut tenir al llarg del dia i de la setmana. Per això precisament, és tan bo que ho treguin i que deixin d’acumular… Ara només falta que sapiguem gestionar-ho de la millor manera…
Petons.
Jo també ho porto força malament. El gran ha estat un nen de moltes rabietes. Ara té 4 anys i encara en fa alguna de tant en tant, però recordo una etapa entre els 2 i els 3 anys que en podia fer cada dia. Era esgotador, sobretot per la impotència que sents de no poder fer res, si m’hi intentava acostar, em picava o es tirava a terra sense deixar que m’hi acostés i es podia estar una hora sencera plorant fins adormir-se d’esgotament. Estic d’acord amb tu Míriam, jo he comprovat que quan pitjor reacciono jo més li dura, però és que moltes vegades és difícil mantenir la calma en aquests moments, sobretot quan és a primera hora del matí i tens pressa per marxar.
El petit no té tant de geni però ara que farà dos anys ja en comença a fer alguna.
Durant aquestes crisis sempre que puc intento recordar la frase de la Rosa Jové: «Estima’mm quan menys m’ho mereixo perquè és quan més ho necessito»
Hola, Estel.
Aquesta frase és preciosa i va molt bé recordar-la, perquè és útil i et re-situa. Així que ets una «experta» en el tema… 😉 Espero que el petit no t’ho posi tan difícil… Una abraçada!
Qué preciosidad de post Miriam me ha encantado!! y «dice que las muñecas duermen y que no puedes molestarlas» anda que no tiene idea la nena eh? jajaja tremenda!!!! qué ingenio tiene.
En cuanto a las pataletas pff es agotador sí. Yo lo que hago es ignorar, pero a su lado. Les acompaño pero no obtienen de mí la atención que pretenden hasta que se haya pasado. Esto siempre que sea una rabieta tonta claro está, sin motivos. Y cabe decir también que mis hijos son más mayores y por eso lo aplico así. Saludos guapa, discúlpame la ausencia por aquí que ando a mil!
L’Eloi té 1 any i to té «enrabiades» però va bé llegir el que has escrit per tenir-ho en ment i que no em vingui de nou. Sobretot mantenir la calma, què fàcil, oi?
Gràcies pel que escrius
Te entiendo perfecto… a mi también me cuesta enfadarme y tengo el impulso automático de tratar de que sara no lo haga… me quedo reflexionando en tus palabras y en como actuar conmigo y con ella, cuando esta situación se presente en el futuro.. Un abrazo!! Me hacia una falta enorme leerte!!
A mi em preocuparia que no s’enfadessin mai…
Miriam, me encanta tu reflexión, yo también la he hecho en muchas ocasiones… Me gusta pensar en el orden de «Sentir, pensar, actuar» que implica cualquier situación, también fuera de la maternidad. Por eso, cuando me ocurre algo que pueda enfadarme o entristecerme, intento entender ese sentimiento antes de que guíe mi pensamiento y mi acción. También reivindico como tú el derecho a enfadarme, me lo reivindico a mi misma, porque no me lo permito. Solo en casa, con mi pareja, al que luego le explico lo que pasa, y pacientemente me escucha.
¡Tu blog ha sido todo un descubrimiento!
Un saludo
M’he quedat sobretot amb el tema que ni als adults se’ns permet enfadar-nos. Perque és cert, no se’ns permet.
Si a la feina t’enfades, aleshores diuen que «dones mala imatge», encara que l’únic que has rebut durant el día han estat insults, queixes, descalificacions, mentides i ganivetades per l’esquena.
Espero que si aconseguim educar els nostres fills en l’acceptació de l’ennuig de l’altri, acabem per poder ser més respectuosos entre nosaltres i valorar els sentiments dels demés com a persones que són.