Con la llegada de un hijo, inevitablemente la vida se llena de «primeras veces». Las «primeras veces» son aquellos momentos únicos que muy probablemente, recordarás toda tu vida.
Yo tengo una lista larga, muy larga, porque por suerte, no se acaba nunca, y siempre hay una nueva «primera vez» que hago algo con mi hija, o que ella descubre algo nuevo, o que nosotros dos, la pareja, volvemos a hacer algo que durante mucho tiempo ha quedado aparcado.
Recuerdo muchísimas pero ahora mismo, me apetece recordar, por ejemplo, la primera vez que entramos los tres por la puerta de casa. Laia hacía tres días que había nacido. Yo la llevaba en brazos, con una bandolera de color lila. Caminaba despacio porque todavía me dolía la cicatriz de la cesárea. Entré y sentí, por primera vez, el olor de nuestra casa con nosotros tres dentro. Fue una sensación magnífica que no olvidaré nunca. La sensación de paz, de llegar a un lugar conocido, que me daba seguridad después de muchos días de intensas emociones, miedos y alegrías. Nuestra casa nos acogía de nuevo, ahora, como una familia de 3.
Recuerdo la primera vez que hicimos el amor después de tener a nuestra hija. Sentí tantas emociones juntas… Con el recuerdo del parto aún a flor de piel, con un baile de hormonas desconocido, con la sensación de volver a encontrar aquella intimidad nuestra después de haber pasado lo más importante de nuestra vida… Volver a hacer el amor sin la barriga enorme que tenía las últimas veces. Reencontrar mi cuerpo y el suyo, sin ningún otro ser con nosotros. Y la primera vez que tuvimos que cruzar los dedos, esperando que no se despertara… aún.
De “primeras veces” hay de muchos tipos; la primera vez que salí sola con ella en la calle, insegura y como si estuviera haciendo lo más difícil del mundo. La primera vez que nos fuimos un fin de semana los tres, con muchos nervios y cargados de maletas para «si acaso». La primera Navidad, con la familia revolucionada porque había un nuevo miembro en ella. La primera vez que fuimos de vacaciones, el primer viaje.
Pero quizás a mí, las «primeras veces» que más me gustan son de otro tipo como, la primera vez que, entrando en casa, vi junto a nuestros zapatos, otros de muy parecidos pero extremadamente pequeños… un número 20, me parece. Yo volvía de una reunión y Laia estaba con su padre, jugando a hacer construcciones. Abrí la puerta y vi todos los pares de zapatos juntos, mientras de fondo la oí reír. Fui feliz de ver esos zapatitos tan pequeños al lado de los nuestros.
O el primer día que fuimos al cine mi compañero y yo. Tenía tantas ganas que no me informé muy bien de qué podíamos ir a ver. Estaba nerviosa y con ganas de recuperar esa parcela nuestra. Escogí yo y me equivoqué por completo. La película era triste, deprimente, y no se ajustaba nada a lo que en aquella «primera vez» nos apetecía ver. Pero la verdad es que tampoco importaba demasiado.
También recuerdo como si fuera ahora la primera vez que me abrazó. O la primera vez que tuve miedo de verdad, un miedo animal, de que le pasara algo. Aquella vez fue la primera que tuve conciencia plena y con toda su dimensión de hasta qué punto la quería. El mismo día que descubrí, por primera vez, que no dudaría ni un segundo en darle mi vida, si la suya estuviera en peligro.
Seguro que vosotros también tenéis muchas “primeras veces”. Esto es lo que me apasiona, que hay tantas, tantas, que no pararía nunca de escribir…