4 de julio del 2011
El otro día, cuando iba al trabajo después de mucho tiempo, me di cuenta de por qué siempre había querido ser periodista. Cuando yo era pequeña, los periodistas no eran gente famosa ni nada por el estilo y no me deslumbraba eso de salir por la radio, la televisión o lo que fuera, en absoluto. Cuando era pequeña sólo me gustaba escribir pero suponía que eso de ser escritor era súper difícil así que pensé que siendo periodista quizás podía matar el gusanillo y la opción era más factible. No paré hasta conseguirlo. Tenía tantas ganas de serlo que durante años no hice vacaciones en verano porque quería hacer prácticas de aquellas sin cobrar allí donde fuera para aprender, aprender y aprender.
Cuando he estado más feliz como periodista ha sido cuando me enviaban a cubrir algo que hubiera acabado de pasar; me encantaba describir lo que había visto, lo que veía, lo que había pasado, lo que se había dicho y, si podía, explicar el por qué. Me gustaba poner palabras y pronunciarlas. Cuando me quedé embarazada, de repente retomé aquellos escritos que había dejado un poco de lado por falta de tiempo. Pasó algo que me hizo volver a escribir como nunca, sin parar y empecé a poner palabras, pero esta vez a lo que no era visible. A lo que sentía, lo que pasaba dentro de mí, lo que imaginaba que sentía mi bebé dentro del vientre,… Parí, amamanté y crié, y esta necesidad de poner palabras a lo invisible fue una necesidad animal.
Poner palabras da realidad a lo que nos pasa y mucho más que eso; da legitimidad. Laura Gutman explica esto mil veces mejor que yo. Poner palabras a lo que no se ve, hace que esa sensación, esa angustia, esa preocupación pase de ser escondida, invisible, ilegítima, a tener entidad, a tener realidad con la que podemos hacer algo; observarla, entenderla, integrarla, trabajarla, digerir-la… Cuando todo esto se me ha hecho mucho más claro y evidente ha sido con mi hija que, de hecho, no ha empezado a nombrar las cosas hasta hace pocos meses. Cuando quiere morder a algún niño porque tiene justo lo que ella también quiere, le digo que no se muerde y que lo que siente es y se llama RABIA. Cuando se pelean con su primo porque ambos quieren el tiempo de la abuela, le digo que lo que siente se llaman CELOS y que los tiene porque quiere la abuela sólo para ella sola. Legitimo sus sentimientos, les doy realidad para que ella los pueda identificar, entender, aceptar… Cuando hablo con alguien a quien se le ha muerto el padre, madre, o el hermano,… pregunto cómo están y me dicen que normal y esas cosas. Y digo aquello que no se nombra pero que es evidente: «La echas de menos…» porque eso es lo que pasa, porque es legítimo, porque hay que hacerlo visible, porque hay que atravesarlo y no se puede atravesar cuando no existen las palabras que lo afloran y lo hacen real. A veces, con una simple palabra, el huracán del sentimiento se despierta y estallan las lágrimas porque lo que nos pasaba y que estaba escondido, vió la luz con la palabra. Porque puede SER y una vez ha sido, lo podemos dejar ir, abandonar y liberarnos.
Ahora, que tengo 34 años, ya sé cuál era mi vocación real. No era describir lo que pasaba sino escribir lo que no se veía. Hoy, mientras iba en coche hacia Barcelona escuchando Jack Johnson he sabido que de pequeña empecé a escribir para, hoy, darme cuenta de hasta qué punto me gusta poner palabras a la parte que no se ve de la vida, la parte más intangible, más oscura, más dura e invisible. Porque es esta, the other side, la que nos permitirá ir o no adelante, ser más o menos felices, sentirnos más o menos llenos, tener más o menos fuerza y estar más o menos cerca de nosotros mismos, de lo real, de lo que somos.
7 respuestas
Solo decir que no pares, que lo haces muy bien, así que ¡a escribir!
Hola!
Només volia dir que espero que sí que trobis temps per escriure al bloc perquè , almenys jo, l’estic disfrutant molt.
FELICITATS!!!
Miriam,
Muy bonito el post, como ya comentaba en el twitter, estoy totalmente de acuerdo contigo en que dar nombre a las cosas las hace mas accesibles en el sentido que sea y corresponda y de alguna manera se pueden manejar mejor. Sólo el poner nombre a algo ayuda a entenderlo mejor.
Un saludo y sigue adelante.
Dir el que sents, posar-hi nom, és sovint la manera de fer-les reals, és com si cobressin vida. I totalment d’acord que de vegades, dir-la, sentir-te dir-ho, aflora un munt de sentiments que ni sabies que hi havia…
Gràcies per les vostres paraules i per animar-me a escriure. M’agrada que us hagi agradat el post. / Gracias por vuestras palabras y por animarme a continuar escribiendo. Me gusta que os guste el post.
Fa mal, però és útil, és dur, però imprescindible…de vegades ho aplacem, però acaba sortint! I és tan alliberador!!!
Crec sincerament que els bons terapeutes son els que t’ajuden a fer això justament, des del respecte i des del «no jutjar», trobo que la teva mare n’és un bon exemple!!
Gràcies guapa!
Dices que «A veces, con una simple palabra, el huracán del sentimiento se despierta y estallan las lágrimas porque lo que nos pasaba y que estaba escondido, vió la luz con la palabra. Porque puede SER y una vez ha sido, lo podemos dejar ir, abandonar y liberarnos».
Sinceramente, NO creo que Laura Gutman explique eso mil veces mejor que tú.
Enhorabuena porque si lo que te gusta es «poner palabras a la parte que no se ve de la vida», las pones muy bien, y lo que es más importante, las transmites con una eficacia sensacional.