La gente que me conoce o los que me han venido a algunas de las charlas o talleres que doy saben que soy muy insistente en un tema: el de la respiración. Justo antes de Navidad hice el video «RESPIRA», pero ahora tenía ganas de explicaros por qué insisto tanto si, en el fondo, todos respiramos todo el día.
Es cierto. Si no respirásemos habríamos muerto, por tanto, puede parecer absurdo decir a la gente que respire. Cuando hablo de respirar quiero decir poner conciencia en el acto de respirar. Darnos cuenta de cómo respiramos primero. Si hacemos respiraciones principalmente abdominales o más bien torácicas, si las hacemos cortas o largas, si tenemos un ritmo frenético de entrada y salida de aire o respiramos tranquilamente. Hacer este acto (poner conciencia), nos dará mucha información de cómo estamos. De qué nivel de estrés llevamos encima.
¿Por qué es importante y qué tiene que ver con la maternidad/paternidad? Pues porque el estrés no es un buen amigo de la crianza. Los niños llevan muy mal que sus padres vayan estresados y peor aún que los estresamos ellos, cosa (de hecho) inevitable cuando vamos con el cohete en el culo. ¡Y es taaaan frecuente ver padres estresados! ¡Es tan frecuente ver niños pasados de vueltas!
Es importante respirar bien para saber como estamos. Cuando pongo conciencia en la respiración, me obligo a parar. Si pongo conciencia en respirar, la mente deja de pensar en lo que estuviera ocupada y se dedica a observar cómo entra y sale el aire. ¿Y qué pasa cuando paramos la mente un momento y también el cuerpo? Pues puede pasar de todo. Puede ocurrir que sintamos todavía más angustia o que, de repente, empecemos a relajarnos.
Sobre todo, lo que puede ocurrir si vamos parando cada día un rato, aunque sólo sean 5 minutos, es que iremos viendo como estamos de verdad. A mí me puede parecer que los niños me desbordan, que grito porque ellos me ponen nerviosa, que se portan muy mal y me sacan de quicio. Pero tal vez cuando paro y me escucho, me doy cuenta que lo que siento no es tan la sensación de estar enfadada con mis hijos, sino la sensación de estar muy cansada. Y me doy cuenta que lo que ocurre en realidad es que no tengo ni pizca de ayuda, que no tengo tribu que me sostenga, que estoy demasiado sola y que me siento desbordada criando tan agotada y sola.
Es importante saber de verdad cómo estamos, y no lo podemos saber si no paramos. El día a día es tan frenético que a menudo cuando nos preguntan «cómo estás» no sabemos qué decir, porque en realidad no tenemos ni idea o decimos «bien», por decir algo. Cuesta mucho estar centrado y conectado con los hijos de verdad, cuando vamos con un ritmo por encima de nuestras posibilidades. Cuando vamos a tope y acabamos el día pensando «no he tenido ni un segundo para mí», o «no hemos podido ni cruzar dos palabras con la pareja», o «he hecho correr todo el día a los niños, no hemos podido ni jugar tranquilos, hoy». Este no es el ritmo natural de los niños pero tampoco es el nuestro.
No hagamos natural lo que no lo es. El estrés NO es natural y no es bueno, ni para nosotros ni para ellos. Tomemos conciencia, démonos cuenta de hasta qué punto nos afecta y procuremos, poco a poco, ir teniendo espacios de no estrés, espacios para parar y respirar.
Y tal vez, quien sabe, el silencio nos habla y nos dice que tenemos que cambiar algunas cosas, o que tenemos que descansar más, o que tenemos que pedir ayuda, o que… ¡quién sabe! Lo que está claro es que con tanto ruido no podemos escuchar. Con tanto alboroto no podemos sentir nada, tampoco lo que nos dicen el cuerpo o el corazón.
Por eso insisto tanto en respirar, porque nos conecta con lo que es esencial. Y por cierto, creo que este es de todos y de largo, el mejor consejo que os puedo dar.
Para los que no habéis visto el vídeo, os invito a parar 2 minutos y medio.