Esto es algo que me preguntan muchas veces: «mi hijo no puede dormirse solo y ya debería ¿no?» Y la respuesta que es que si no lo hace, es que no debería, porque lo más probable es que, simplemente, no pueda. A veces llegamos a la maternidad/paternidad pensando que lo de acostar los niños es contar un cuento y listo, vaya, que es coser y cantar! O que un bebé le duermes en un pim-pam y le dejas en la cama y te vas al comedor a gozar de «tu tiempo».
Pues bien, esto no es así. A menudo, con un bebé, tienes que hacer lo que no está escrito para que se duerma porque está inquieto, le cuesta, se enfada, quiere dormir pero no puede, está cansado… Y tienes que darle el pecho o el biberón, mecerle, pasearle, cantarle, volver a darle el pecho, etc. Sobretodo del mes a los 3 meses a veces cuesta bastante dormirles por la noche porque están muy inquietos. Luego va a épocas, dependiendo de los estímulos del día, de su maduración, etc.
La cuestión es que no es tan fácil como a veces se ha pintado y a los padres, que también estamos cansados, a veces se nos hace duro acompañarles con paciencia, empatizando y entendiendo que, simplemente, son pequeños.
Si yo estoy agobiada o saturada, pues puedo salir a correr, o llamar a una amiga, o evadirme haciendo cualquier cosa que me relaje, o meditando un poco, o lo que sea. Pero un niño pequeño, tanto si es bebé como si es mayor, no tiene estas herramientas y a menudo no es consciente ni de lo que le está pasando. Así que lo único que vemos es un niño al que le cuesta coger el sueño. ¿Es normal? Normalísimo, diría yo. Es una cuestión de maduración… ya llegará el momento en que pueda darnos un beso, tumbarse y dormir, pero quizás esto no llegue cuando a nosotros nos parezca, sino más tarde.
Comparamos demasiado: con los niños del quinto, con los amiguitos del cole, con los sobrinos… y no deberíamos. Hay niños a los que les cuesta un montón y otros a los que no tanto. Pero cuanto más noten nuestra necesidad de NO acompañarles mientras se duermen, más nos van a necesitar. Pensad que en esas horas, justo antes de dormirse, les vienen todos los miedos, el recuerdo de los malos momentos del día, también de los buenos, etc. y a veces saben expresarlo y otras no. Ese momento es muy importante si queremos saber cómo están, qué sienten, qué ha pasado durante el día…
Además, en muchas familias los niños ven muy poco a sus padres a lo largo del día, extremadamente poco, diría yo. Y claro, justo cuando estamos todos juntos, que están contentos porque tienen a sus padres a su lado, tienen que acostarse sabiendo que a la mañana siguiente van a despertarse y ya no van a verles hasta la tarde o justo antes de cenar. Normal que no quieran dormirse, ¿no? Normal que les cueste afrontar el momento de despedida, ¿no?
Si tenemos todo esto en cuenta: su edad, su maduración, las circunstancias de cada casa, si nos echan de menos o no, etc, nos será más fácil tener paciencia y entender que le cueste. Para ellos, para nuestros hijos es importante ese rato y necesitan saber que estamos y que estamos de verdad. Ni enfadados, ni con ambivalencia, ni sin estar presentes. Necesitan notar que estamos incondicionalmente y que no nos molesta. Cuando emocionalmente alguien te acompaña sin querer acompañarte lo notas y no es nada agradable. Pues eso sienten también ellos cuando en realidad, desearíamos estar en otro sitio.
Y no creáis que no entiendo los motivos de los adultos. Cómo no voy a hacerlo, ¡soy madre de dos niñas pequeñas que tampoco quieren ir a la cama y que no saben dormirse solas! Pero una cosa no quita la otra. Mis trucos: comer algo antes, porque si encima que tardan en dormirse yo tengo hambre, mi paciencia se agota enseguida! Y respirar. Si veo que me estoy alternado respiro, respiro, respiro… y me centro en pensar que me necesitan ahí y tranquila.
Y somos mamíferos, y queremos y nos gusta, a menudo, dormir acompañados. A los adultos también, al menos a mi sí!!! 😉
La semana que viene os voy a contar cómo podemos ayudarles a relajarse cuando les acostamos para que estos momentos sean menos agobiantes para todos. Espero que os sea útil.
Y a tu hijo, ¿le cuesta dormirse?
MÁS RECURSOS:
«LA NIÑA QUE NO QUERÍA IR A LA CAMA»