La vida a veces tiene algunas incoherencias, y la maternidad y paternidad, más! Y esta, es una de ellas: enfadarse con un niño pequeño enfadado! 🙂
Sí, visto desde la distancia no tiene mucho sentido pero ¿cuántas veces no nos hemos enfadado con nuestros hijos cuando estaban en plena rabieta? Y si era en público… ya ni te cuento! 🙂
Yo lo entiendo: a veces tenemos prisa, estamos cansados y nuestro hijo nos pide algo imposible o está imposible. Sí, es duro, sí, cuesta pero, cuando nuestros hijo está enfadado, enfadarnos nosotros no le ayuda. Al contrario.
Enfadarnos con nuestro hijo pequeño en plena rabieta lo empeora todo porque desde el enfado nos será muy difícil tener la perspectiva necesaria para ayudarle a salir del bucle. Además, actuaremos desde un lugar (el enfado) muy mal compañero de la resolución de conflictos.
Si eres de los que le cuesta muy poco enfadarse con su hijo cuando éste está expresando una emoción que te remueve, como el enfado…
- Antes de hablar, respira.
- Procura no hablar hasta que no estés segura/o que no le vas a dañar con tus palabras.
- Si estás fuera de tus casillas, retírate un momento y respira.
- Mírale las manos, o su cuerpo tan pequeño. Empatiza con él.
- Date cuenta que es pequeño y que no tiene tus herramientas.
- Repítete: «yo soy la adulta/ yo soy el adulto»
- Olvida las frases que te trae la mente del estilo «es que este niño…», «es que no puede ser», «qué estamos haciendo mal», etc. Te minan y te alejan de él.
- Si ves que te es imposible no enfadarte y tratarle con respeto, busca ayuda profesional.
Si quieres, también puedes apuntarte a la 1a edición del Curso Intensivo «Gestión respetuosa de las rabietas» que podrás ver en directo o en diferido por el tiempo que quieras.
Aquí tienes algunos videos más que pueden ayudarte:
Y ya sabes, yo estoy a un sólo click! 😉
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Un comentario
Me ha encantado el vídeo! Llevo unos días mal, todo me frustra, todo me enfada y lo pago con quien menos lo merece, sobrecargo a mi hija (3 años) y ella, claro, lo devuelve en rabieta incontrolada y violenta. Ayer, de pronto, comprendí lo que me pasaba, no es ella, soy yo! Hablé con ella, le expliqué que no sabía por qué pero estaba enfadada, que no es culpa suya y que en cuanto encuentre el motivo se me pasará. Ella me abrazó y me dijo: «está bien mamá», se recostó en mi regazo y se quedó dormida enseguida, hacía días que no teníamos esa paz a la hora de dormir.