21.5.2015
Queridas Laia y Lua,
Cuando leáis esto ya os habréis dado cuenta que en esta sociedad vamos demasiado deprisa, no tengo ninguna duda. Pero os escribo para deciros que yo no quiero correr, y que a pesar de mi deseo, demasiados días me encuentro corriendo y haciéndoos correr. No lo digo con sentimiento de culpa ni rompiéndome las vestiduras, sino simplemente para que sepáis que lo siento.
Laia, siento decirte que te des prisa cuando estás desayunando, es algo que no soporto, que no puedas comer con la calma que a ti te gusta. Pero a pesar de que te levantamos muy temprano para que tengas tiempo de todo, a veces tú necesitarías dos horas más. Y quien dice desayuno dice cualquier cosa que tú tienes ganas de hacer con calma cuando no hay tiempo porque nos están esperando, o porque la logística de que tengas una hermana pequeña con otras necesidades hace que en algunos momentos no podamos ir con la calma que querrías. Como pintar juntas justo cuando tu hermana tiene mucho sueño y me pide con cara de necesidad básica, que le dé el pecho enseguida. Y entonces pinto muy deprisa y sin mucho interés, para tratar de terminar rápido y satisfacer Lua en lo que le pasa y que ahora es prioritario.
Siento que a ratos no tengas el espacio y el tiempo que necesitas, con la calma y el tempo que te gusta, porque resulta que tu madre tiene que hacer nosequémuyimportante (que a veces lo es)… Pero no quiero correr.
No quiero transmitiros el ritmo trepidante de los que sienten que si no corren, la vida no vale la pena. No. A mí no me vale la vida así. Yo la quiero pausada, en modo slow, acelerada cuando me interese para conseguir un fin concreto, pero en la armonía tranquila de quien vive sin prisa.
Lo siento, Lua, siento hacerte correr a veces porque tenemos que recoger a tu hermana en el cole y justo te acabas de levantar de la siesta y no podemos tumbarnos un buen rato en la cama cual leona y su cachorro. Me gustaría, sabes que me gustaría, y sabes que lo hacemos siempre que tenemos ocasión, pero a veces es imposible. Y lo siento. Siento romperte el ritmo tantas veces porque hay otra niña, con otras necesidades, que también tengo que tratar de satisfacer. No me gusta correr, Lua, de verdad, aunque a veces parezca que me siento cómoda haciéndolo… Lo que pasa es que si no puedo cambiarlo, intento tomármelo bien, con alegría y humor, y miro de cantarte y transmitirte que aquel momento también puede ser bonito. Y lo es, pero a la vez… no me gusta correr.
No me gusta correr porque cuando lo hago siento que no estoy centrada en mí y por extensión, no estoy centrada en vosotras… o más que centrada, conectada desde el lugar más profundo con vosotras.
Por eso, justamente por eso, cuando siento que todo va demasiado deprisa, cuando siento que vamos demasiado cansadas o que la vida nos atropella, paramos. Y Laia no va al cole y yo me organizo mejor para poder dormir hasta que el corazón nos diga “basta”, para poder pasear sin prisas y saborear el día tan bonito que hace. Cuando siento que los días me pasan por encima, bajamos del mundo un rato, unas horas, o todo el día y entonces desayunamos sin temporizador. Y no nos quitamos el pijama y nos hacemos cosquillas hasta coger flato!
Y cuando me preguntan “¿no ha ido a la escuela hoy? ¿Estaba enferma?” yo respondo que no, y me dan ganas de decir que nos hemos quedado en casa para prevenir enfermarnos, porque no hace falta estar enfermo para bajar del mundo un rato y decir «hasta aquí. Ahora me toca a mí». Y eso es lo que os quiero enseñar a las dos, hijas mías. A saber correr cuando es necesario, pero no dejar que el ritmo trepidante, la prisa constante, nos haga vivir a remolque de nuestras necesidades.
Pero aunque intento irnos regulando, encontrando el equilibrio entre el mundo en que vivimos y lo que siento y necesitamos en cuanto a ritmos, os pido disculpas por todas las veces que no os dejo (por lo que sea), tiempo. Tiempo para hacer, tiempo para decir, tiempo para disfrutar o tiempo para perder. Lo siento, no puedo decir que no volverá a ocurrir porque volverá a pasar, seguro. Porque el mundo a veces me engulle a mí también y no encuentro el mando a distancia para poner «pausa». Pero os puedo decir que haré lo posible por poner conciencia y tratar de no agobiaros tanto y dejaros hacer más, y que cuando vea que nos estamos pasando de rosca, haremos novillos, sin remordimientos. Y entonces dormiremos hasta que el corazón nos diga basta, desayunaremos sin temporizador, no nos quitaremos el pijama y nos haremos cosquillas hasta coger flato.
2 respuestas
Hola Míriam,
M’hi sento tan identificada malauradament… La Berta té 3 anys i la Clara 10 mesets. No suporto les presses, però hi caic, sobretot sovint al matí… M’apunto la teva estratègia, si més no, aquest any que encara no treballo! Però penso gaudir de l’estiu amb els meus tresors sense rellotge! Esmorzant, amb pijama i fent pessigolles fins que agafi flato!
Petons, m’encanta llegir-te!
Hola Jesika,
Es difícil no caure-hi quan s’ha de «complir» amb uns horaris d’escola, de feina, etc. Segur que passareu un estiu fantàstic sense presses. Una abraçada ben forta i gràcies per llegir-me!