La semana pasada Lua estuvo enferma. Tuvo fiebre unos días y me di cuenta que a pesar de que la experiencia es un grado y tienes otra manera de afrontar estas cosas, por más tiempo que pase no me acostumbro.
No me gusta que mis hijas no estén bien y es curioso que por más que sepa que lo que tienen es una tontería, hay algo dentro de mí que me hace salir la madre protectora-leona-quétengoquehacerparacuraros y que me haría mover cielo y tierra para verlas bien.
Y justo aquellos días en que hicimos teta, brazos, piel, mimos y más teta y brazos, en las noticias sólo hacían que salir (como casi siempre), hechos que me costaba escuchar y ver. El drama en el Mediterráneo, con la imagen de un cuerpo flotando de una niña (os recomiendo que os leáis este post de Ibone Olza), el drama de Nepal, y la noticia de que me partió en dos y de la que me negué a ver las imágenes: una cuidadora de una guardería de cerca de donde vivo maltratando niños…
Todo ello, con Lua en brazos, me resultaba tan doloroso… confieso que a menudo (no ahora, sino desde hace tiempo) no miro las noticias para no sufrir tanto!
Al mismo tiempo, ver todo aquello me recordaba una y otra vez lo afortunados que somos. Yo, tú, o el de al lado. Que sí, que nos pasan cosas, que a veces no son agradables, que a veces lo pasas muy mal. Pero seguramente no es nada comparado con el drama de millones de madres y padres que por azar han nacido en países donde les torturan, donde les raptan los hijos, donde matan a quienes aman, donde no tienen nada para alimentarlos…
Porque una cosa que pasa cuando eres madre es que el dolor del resto de madres no te es ajeno, al menos a mí no me lo es. Y a veces es insoportable…
¿No os pasa? ¿No os duele cuando veis imágenes de madres llorando a sus hijos? ¿O cuando veis a otras de desnutridas que no tienen nada, literalmente nada, para darles?
Y otra cosa que sucede cuando tienes hijos es que el dolor del resto de niños tampoco te es ajeno.
Y la semana pasada me resultó insoportable escuchar en el programa Sense Ficció de TVC, las torturas que se hacían sistemáticamente a los niños internados en época franquista. Tremendo.
Por eso, en fines de semana como este que se ha acabado, que lo he pasado en familia, me he sentido tan profundamente afortunada. De nacer donde me ha tocado, de estar con las personas que estoy, de tener estas hijas, de poderlas alimentar, de hacer lo que me gusta, de compartirlo con gente que quiero… Tan afortunada…
Y me pregunto si esto nos pasa suficiente? Lo de sentirnos afortunados hasta la médula, lo de valorar lo que tenemos por encima de todo, eso de sentir gozo de vivir, a pesar de las dificultades que nos puedan tocar en algún momento…? Nos pasa suficiente?
2 respuestas
És cert, Míriam, jo em noto molt més sensible a certes imatges i al dolor aliè (i no és que abans no ho fos), de seguida se m’omplen els ulls de llàgrimes i noto un pessic al cor. Jo tampoc veig gaire les notícies últimament.
Espero que la Lúa estigui millor. Petons
Me ha flipado tu texto. Hace ya 5 años que padezco lo mismo.
Gracias.