El otro día, acostaba a Laia le dije: «te quiero tanto… os amo tanto a ti, a Lua y a papa…!» Y ella me respondió «y a ti mamá, no te olvides de ti, que también te tienes que querer».
Esa noche, cuando era yo la que me iba a dormir, pensé que sí, que me quiero y que lo hago mucho más que antes de ser madre. De alguna manera, tener a Laia y luego a Lua me ha hecho quererme. Por muchos motivos.
Me he conocido en una faceta que desconocía de mí misma. Me he visto hacer cosas que nunca hubiera dicho que haría y me he visto dándolo todo por ellas, estimando como nunca había pensado que se podía querer.
Pero al principio de tener a Laia, los primeros años, creo que me quería poco. Primero era ella y todo lo demás y todos los demás, y si quedaba algo, entonces era yo.
No me priorizaba en absoluto y entonces iba sobrepasada de cansancio y de sensación de «no puedo con todo». Quería poder con todo, quería darlo todo, pero me daba cuenta que mi energía se agotaba…
Poco a poco me fui dando cuenta que no me podía quedar con las migajas. Porque si te conformas con las migajas puedes pasar hambre, o en ocasiones puede que los demás no hayan dejado nada, y entonces te quedas sin nada.
Poco a poco me di cuenta de que tenía que cuidarme, que a momentos también debía priorizar mis necesidades…
¿Cuántas mujeres dicen que hace horas que tienen que ir a hacer pis pero que no han ni tenido tiempo! O que hace meses que tienen un dolor de espalda brutal pero no han podido ni ir a darse un masaje…, pero encuentran tiempo para los hijos, para la pareja, para sus padres, hermanos…
¿Cuántas mujeres dicen que les gustaría hacer tal cosa o tal otra, pero que no saben cómo hacerlo porque tienen la sensación de que no pueden priorizarse ni siquiera una hora a la semana…?
Pues bien, con la llegada de la Lua me di cuenta con más fuerza que nunca que si quería que mis hijas no se quedaran con las migajas, no se conformaran con lo que quedaba o no quedaba después de atender a todos, debería de empezar a dar ejemplo.
Porque no quiero que cuando sean mayores y yo viejecita, ver como no tienen tiempo ni para cuidarse, ni para hacer lo que les gusta, ni para nada. Quiero que se amen, quiero que se cuiden, porque si se cuidan podré disfrutar de ellas, y ellas de sus hijos, y de la vida durante (quizás) más tiempo que si no lo hacen…
Y me he ido amando. Y me levanto temprano, y hago mis ejercicios o salgo a correr, y medito un rato cada día, «mi rato». Y me escucho, y cuando me siento saturada pido que me echen una mano. Y he aprendido a pedir ayuda, a no querer llegar a todo, y a no conformarme con las migajas.
Y tú, te conformas con las migajas?
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10 respuestas
No. Cada dia menos. Amarse sinceramente solo nos ayuda a amar más y mejor y a ser inmensamente felices.
Un abrazo Miriam.
Amé esta entrada!
Qué bien, Zary! Me alegro muchísimo! Amarse es vital para poder amar a los demás… 🙂
Besos!
Jo ho intent cada dia. És difícil però val la pena. Tots hi sortim guanyant.
Hola Elena,
Sens dubte. Absolutament tots!
Petons
Me encanta!
Que necesario, y qué difícil a la vez.
Gracias
Sí!!! Me alegro que te guste 😉
¡Cuanta razon!. Es encesario recordárnoslo.
Me encanta.
Me alegro. Gracias.
Me encanta, creo que es para tener presente cada día, yo, por suerte, tengo mis clases de baile, mi espacio pero a veces me siento rara por irme e al volver me pongo a hacer más cosas y así no, me gustaría poder terminar de disfrutarlo. Espero poquito a poco superarlo. Gracias
Te entiendo! Poquito a poco… 😉