5.4.2011
Esta frase no la dice mi hija, que por ahora todavía sólo dice palabras sueltas. Esta frase la dice su madre, o sea yo. Porque a mí, no me gusta ir al pediatra. En absoluto. Quizás soy infantil, poco madura, ¡qué sé yo! O quizá es que no he acabado de tener suerte con los pediatras, homeópatas, y los médicos que cuando Laia estuvo hospitalizada, la trataron. Pero por lo que sea, os puedo asegurar que no me gusta ir a la cita acordada con el pediatra. Y mucho me temo que no soy la única.
Ante todo, quiero dejar una cosa bien clara: seguro que hay millones de pediatras buenísimos, amables y dulces con los niños. Estoy completamente segura. En este texto no tengo ningún ánimo de generalizar y poner a todos en el mismo saco. Si no lo hago con los bebés, que considero que todos son únicos y diferentes, ¿por qué tendría que hacerlo con los pediatras? Pero quiero contar mi experiencia, bien, la nuestra y hablar sólo de los que nos hemos cruzado por el camino de esta crianza.
De todos los médicos que hemos tenido oportunidad de conocer durante estos 20 meses, que por suerte, no han sido muchos, hay un denominador común: son poco dulces. Van al grano y con pocos miramentos. Cuando mi hija acababa de nacer, que las visitas al pediatra son más frecuentes por aquello de controlar el peso y esas cosas, la doctora que la llevaba casi ni la saludaba. Por favor, ¡que los bebés también son personas! «Hola, guapa, ¿cómo estás? Ahora te pesaremos. ¿Ves este palo? Ahora te lo pondré en la boca para mirarte el cuello, no te haré daño. Tranquila, no te preocupes que acabaremos enseguida«. Siempre era eso lo que yo esperaba que dijera la pediatra y nunca lo decía. Iba a saco con el instrumental, cogiéndola, auscultandola con aquello helado sobre la piel… ¡Tampoco es tan difícil! ¡No creo estar pidiendo nada del otro mundo!
Recuerdo una vez una visita con un doctor; Laia, al verlo con la bata blanca ya puso mala cara. Él, tan poco dulce y tan seco como la otra pediatra, fue al grano. No tenía tiempo para decir nada bonito o agradable a un bebé que lo miraba mal. Comenzó a cogerla sin ningún tipo de delicadeza y evidentemente, ella comenzó a llorar. Al ver que ella lloraba, él todavía fue más rápido y más torpe. Cuando terminó, ella se abrazó a mí como diciéndome «¿como me habéis traído aquí?«. Él se quiso hacer el simpático y le dio un muñequito, como si los niños fueran tontos y con eso ya olvidaran que no se les ha tenido en ningún momento en cuenta. Ella rechazó el dichoso muñequito y él, contestó «¡Que rencorosa que es!«, dirigiéndose a mí, y buscando que yo asintiera con un «ay, sí … tan bien que lo ha hecho usted!«. En vez de eso le dije: «es que no le ha gustado lo que le ha hecho, y por eso le hace mala cara. No es rencorosa, es consecuente «. La visita acabó rápido.
Pero también hay otra cosa que no me gusta de ir al pediatra y es que me preguntan cosas que no les incumben, o que opinan de cosas que, a mi parecer, no tendrían que opinar. Cuando Laia cumplió 8 meses, la enfermera me dijo «¿donde duerme Laia?» y eso ya me sorprendió. «Con nosotros«, dije. Ella, que entendió que «con nosotros» quería decir sólo en nuestra habitación, continuó que «ahora ya la podéis poner a dormir en su habitación«. De lactancia materna, ni hablo, no sea que decidieran también opinar o decirme cuándo es hora de dejar el pecho! ¡Y yo que pensaba que estos asuntos sólo eran competencia de los padres! ¡Inocente! Como no tengo ganas de discutir ni de explicar nada de mi vida a alguien que no tiene ningunas ganas de escucharme, acabo callando. No digo nada. No explico como crio a mi hija. Voy diciendo «amén» hasta que nos abren la puerta y nos vamos.
Es triste, lo sé. Pero ante la poca empatía que he sentido siempre que he ido de visita, he decidido escoger este camino. Porque de alguna manera, es como si la bata blanca y el título les diera derecho a infantilizarnos, a tratarnos (generalmente a las mujeres), como si fuéramos pollos de corral que no sabemos nada, ni sentimos nada y vamos perdidas esperando que alguien, con criterio, nos guíe en este camino. Me siento juzgada, siento que nos juzgan. Porque amamos estos bebés encantadores y sufrimos si los manejan con mala pata y lloran. Y entonces, tengo la sensación de que nada de lo que yo diga, nada de lo que les explique les hará mirarme de otra manera.
Ahora bien, no pierdo la esperanza… Confío en que algún día encontraremos un pediatra que aparte de ser buen médico, también sienta empatía hacia los niños. Que los mire como los tiene que mirar, que se dirija con todo el respeto que se merecen, que los entienda si lloran porque están asustados. Que sepa poner palabras a lo que sienten los bebés, que los quiera aunque no sean los suyos y se lo diga con el gesto, con la mirada. Y que nos vea, a las madres y a los padres primerizos, no como a una pareja de asnos sino como dos personas que con su amor, su instinto y toda su buena intención intentan criar lo mejor posible a su hijo.
PD: Mi compañero también viene a las visitas del pediatra y se siente igual que yo, y a veces, se indigna mucho más!
Un día después…
En el post de ayer, el «NO ME GUSTA IR AL PEDIATRA» explicaba que hasta ahora, los médicos que han tratado a mi hija lo han hecho de manera seca, poco dulce, torpe y diría que no ha habido ninguno que se haya dirigido a ella con amor, empatía y respeto. Pues bien, tengo un amigo que hace muchos años que vive en China. Hace poquísimo que ha sido padre y con las ganas e ilusión que caracteriza a los padres primerizos, justamente ayer me envió un vídeo de su hijo en su primera visita pediátrica. Madre mía, qué diferencia! Para empezar no desnudan al bebé para hacerle el reconocimiento. Por lo tanto, imposible que se sienta tan indefenso como cuando aquí, con sólo unos días de vida, los ponemos desnuditos encima de la camilla! Pero lo que más me gustó es que la mujer, la pediatra le hacía masajes, caricias en la barriga, en la cara, y le hablaba. Evidentemente, no os puedo decir qué le decía porque no sé chino, pero se notaba que al hijo de mi amigo le gustaba. Estaba tranquilo, sereno. Durante todo el tiempo que dura el vídeo, que no es poco, la pediatra trata al bebé de una manera absolutamente respetuosa, cariñosa y dulce. Lo ausculta por encima del pijama, lo mira de todas partes poco a poco, hablándole, hasta que finalmente, lo coge la madre porque la visita ha terminado.
Como quien dice, yo acababa de colgar en mi blog nuestras visitas al médico nada agradables y al mismo tiempo me llegaba, vía correo electrónico, justamente lo que me gustaría encontrarme cuando voy a mi ambulatorio. Me llegaba de China. Espero no tener que ir tan lejos para encontrar a alguien que sea buen doctor y que trate a mi hija como cualquier bebé/niño se merece. Gracias, Sergi y enhorabuena otra vez.
3 respuestas
Ostres, he de dir que la única metgessa càlida amb el Quim que he trobat és una homeòpata amb la que no em vaig entendre per altres motius i que a més, temps després, per falta de temps, ha deixat d’assistir a nenes i nens…
Es diu Gemma, i tractava al Quim amb cura, s’ajupia per parlar amb ell, i abans de posar-li l’auscultador sobre la pell, l’escalava amb les seves mans. Va ser una llàstima no poder seguir amb ella…(com ja dic, per altres motius que no venen al cas…).
Estic totalment d’acord amb tu. Jo he tingut molta mala sort amb l’infermera del CAP, perquè no dir-ho, una del CAP Plaça Catalunya, del torn del matí. No té ni idea de lactància ni de res de res. Quan l’Ivet tenia 15 dies em va dir que el meu pit no servia i que li havia de donar biberó, ara té 2 anys i encara mama. Em sermoneja cada vegada que hi vaig perquè l’Ivet no està vacunada, perquè dormia amb nosaltres, perquè no li donava el pit cada tres hores, en fi, per tot el que a ella ni li va ni li vé. A part poca delicadesa, la miren com si fos un ninotet. En fi, com tu dius, en vas aprenent, tot i que jo no callo, sinó que li contesto de forma bastant seca.
Hola Miriam, estoy totalmente deacuerdo contigo, pero yo si conozco un pediatra asi y te aseguro que me gustaria tenerlo cerca,es CARLOS GONZALEZ, esta en Barcelona asi que tu lo tienes mas cerca que yo que estoy en Murcia, jejeje QUE SUERTE¡¡¡