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Hasta el 6 de enero

Noches esperpénticas cuando tienes hijos

Hay noches esperpénticas y yo últimamente estoy viviendo unas cuantas. Hay noches que los hijos se desvelan y no sabes por qué, pero la cuestión es que no hay manera de que vuelvan a dormir y como todavía no hablan muy bien, no sabes si es simplemente inquietud o si hay algo que molesta y que se te escapa. Pero la cuestión es que te encuentras en el comedor (porque la cama parece tener pinchos), a las dos de la noche con una niña que no parece tener sueño.

 En las noches esperpénticas puede pasar de todo, pero lo más común que tienen es que duermes de poco a nada. Y no son noches de vela por dolores de estómago o por alguna enfermedad, no. Son noches en que no hay ningún dolor, sólo insomnio infantil que le ha pillado de repente por cualquier cosa que tú no has conseguido ver quizá porque, simplemente, tampoco hay nada que ver. Una amiga que sabe qué son las noches esperpénticas me dice “¿a caso no te desvelas tú, a veces?» y cuando le digo que sí, pero que yo sé los motivos me responde «y los suyos que debe tener ella!», y ante esto, sólo me queda finiquitar la conversación con un «pues ya pasará».

 Pero la cuestión es que cuando son las dos, las tres o las cuatro de la madrugada de una de estas noches esperpénticas tú piensas que no, que no pasará nunca, que estas noches en que te cae la cabeza de sueño pero que tienes que aguantar mecha no se acabarán jamás. Y hala, allí, en el comedor mirando cuentos, o dibujando con colores, o mirando cómo se entretiene con algo. Hay noches esperènticas mejores que otras. En algunas te pones menos nerviosa y eres capaz de acompañarla en lo que hace. Otras estás tan destruida que te tumbas en el sofá y le dices «cuando tengas sueño, me avisas» e intentas no moverte mucho y almenos, descansar.

Hay noches esperpénticas que te sale la vena «pues al menos que no sea en vano» y decides que mientras ella mira cuentos, tú te pondrás a fregar. Y allí te ves, a las tres de la madrugada, con la fregona entre las manos y te dices que si alguien te viera ahora se pensaría que estás loca!

En las noches esperpénticas que he vivido con mis dos hijas (porque las 2 se han desvelado en algún momento de su -corta- vida) he hecho de todo. Desde no hacer nada, a escribir, enviar mails a altas horas de madrugada (se deben pensar que no duermo), fregar, doblar ropa, ordenar cajones, mirar dibujos, jugar a muñecas y no sé cuántas cosas más.

Por suerte, son noches que olvidas. Porque yo no recordaba las que había pasado con Laia hasta que he vivido algunas con Lua. Entonces me vino el recuerdo de noches de «va, vamos a dormir» y ella «no», exactamente igual como hace ahora su hermana pequeña. Porque ya os lo he dicho, ¡la cama tiene pinchos!

La otra noche tuve un momento de bajón y lloré. Nada, no creáis, 2 minutos, justo para sacarme la frustración de encima de tener tanto sueño y tenerme que levantar a vivir una nueva noche esperpéntica. Porque en ese momento es cuando te es difícil pensar que esto también pasará. Pero me sequé las lágrimas y una vez en el sofá me repetí una y otra vez «pasará, pasará, pasará».

Porque un día, estas noches con Lua también las habré olvidado. Porque un día sólo recordaré que esto nos pasaba cuando alguien me diga que le está pasando. Porque sé que es una etapa y que se esfumará como todas las demás. Que será más o menos larga, más o menos difícil de llevar, pero que se esfumará inevitablemente. Y mientras tanto, habré crecido un poquito más… porque cada vez que estamos al límite de sueño, de cansancio, de saturación mental y física y nos entregamos a nuestros hijos, crecemos. Porque cada vez que podemos acompañarles desde el amor y no desde la rabia o el causarles más dolor, crecemos con ellos un poco. Esto también es inevitable.

O sea que si algún día tenéis alguna noche esperpéntica pensad que no sois los únicos y que en algún lugar, en alguna casa, hay otra madre o padre como vosotros doblando ropa a las tres de la madrugada, ordenando cajones, cocinando una lasaña, enviando mails o jugando a cocinitas. Y quizás no consuela, pero acompaña.

 

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

3 respuestas

  1. Si et serveix de consol jo fregava la cuina. Però algunes les vaig disfrutar, vem riure i jugar sense haver de pensar en res més, només ella i jo. Això sí, després dormiem fins al migdia, l»Adrià no ho va fer i de moment la Paula tampoc, però si un dia arriba intentaré disfrutar-les com vaig fer amb la Ivet.

  2. jo fa uns mesos en vaig tenir moltes de seguides…de fet, també vaig escriure un post precisament per aixo. La petita havia perdut el tete, vem aprofitar per treure-li, i despres d’una setmana…va deixar de dormir. Pero ella no vol jugar, cap de les dues ha volgut jugar…volen anar al menjador i o llegir contes o veure la tele. I quan ja estíc desvetllada, s’adormen al sofa! a mi si es la primera part de la nit em posa de molt mal humor…pero poc a poc he aconseguit pendrem’ho amb més calma. Precisament aquesta ultima vegada perque em vaig donar que estava tan cansada perque feia mesos que dormia la mar de be! I aixo em va ajudar a aguantar…clar que despres de 5 nits seguides jo m’arrosegava per terra jaja

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