3.11.2011
Las vacaciones, en el fondo, al igual que la vida, son una serie de momentos que recordarás para siempre y otros que se olvidarás incluso, antes de llegar a casa. De las que acabamos de hacer, me llevo algunos momentos y algunas reflexiones que espero que perduren.
Una de ellas, y justamente la que más me impactó los primeros días de vacaciones, fue la enorme dificultad que tuve en parar realmente. Parar de todo y parar «de dentro». A pesar de que ya estábamos de viaje, de que ya nos lo estábamos pasando bien, a pesar de estar muy lejos de casa, continuaba con una cierta inercia interior de actividad mental y física. Me notaba aún con el estrés del día a día cuando, en realidad, ya no era necesario. Tardé 4 días en sentirme plenamente de vacaciones y parar. Me costó cuatro días llegar al estado en que te notas «quieta» internamente, fluyendo. Me chocó mucho porque estaba convencida de que yo no estaba estresada. Y aquí viene una de las reflexiones que me llevo de mis vacaciones: llegar a encontrar normal ir acelerado me asusta porque no, no es normal. Lo normal debería ser sentir esto que siento hoy, mientras escribo estas líneas, aún de vacaciones. Sentirme tranquila, serena, en paz, no sólo en cuerpo y alma sino sobretodo, sintiendo la mente quieta. El coco, la cabeza, lo que se nos dispara sin poder detenerla, lo que a veces nos provoca insomnio o pensamientos repetitivos que no puedes hacer desaparecer. La tengo quieta desde hace unos días y eso es lo que debería ser normal. No sé cómo lo haré, pero me he propuesto impedir que vuelva a dispararse.
Otro de los momentos que me llevo (podría explicar muchísimos) es lo que viví ayer por la tarde. Eran las siete y estábamos frente a la playa, en Tarifa. Una playa inmensa, larga y enorme, donde nadie toma el sol porque hace un viento que te tumba. A esa hora ya no había nadie haciendo surf, sólo una pareja muy lejos paseando el perro y tres personas cabalgando a caballo. Vamos cada día, a esa playa pero tienes que caminar tanto para llegar al agua, al mar, que Laia siempre se harta antes y prefiere correr en la arena, dura, porque aquí la marea sube y mucho. Ayer finalmente llegamos hasta el agua y su padre se mojó los pies. La encontró fría. Laia se acercó, ya iba descalza. De repente, el agua le mojó los pies y me vino un flash. Yo era un poco atrás, unos metros lejos y con el viento, no podía oir ni qué decía ni verle la cara porque la tenía de espaldas. De pronto, en unas centésimas de segundo vi a Laia con veinte y pico años o treinta. Con una melena larga castaña y con los pies también en el agua de un mar agitado, seguramente el Atlántico. La vi mujer, libre y feliz.
Fue sólo un momento, un momento corto, pequeño, fugaz pero que me dejó un muy buen sabor de boca. Son esos pequeños momentos de quietud, de flashes que quizás serán reales o no, quién sabe, pero flashes que te llenan por dentro y te hacen valer la pena todos y cada uno de los momentos difíciles de crianza de un hijo. Que te dan la seguridad que lo volverías a hacer una y otra vez, y que te hacen dar cuenta que tener hijos es trascendente. Es importante. Es merecedor de todos nuestros esfuerzos, de todas nuestras luchas con el sistema para que nos dé más tiempo para dedicarles, o porque los trate mejor. Tener hijos nos traspasa. Y justamente por eso, porque estamos criando los padres y madres de mañana, los hombres y las mujeres que un día serán o no serán, sentirán o no sentirán, vivirán o malvivirán, tenemos que poner todo nuestro corazón, todo nuestro amor, todo nuestro empeño en ellos y en nosotros. Debemos amarnos primero, para poder amarlos como se merecen después, debemos trabajarnos las carencias para evitar que algún día acaben siendo las suyas, y nos tenemos que perdonar para que ellos también puedan hacerlo. Porque no somos perfectos, porque nos equivocamos, porque también caemos y debemos aprender a levantarnos. Hacer todo esto por nosotros y por ellos da sus frutos, estoy convencida. Y vale la pena.
14 respuestas
Qué bonito Miriam. Y qué cierto que esos momentos, esas sensaciones son las que dan sentido a nuestra vida. Y por supuesto que vale la pena.
Gracias Sandra por estar y por compartir también esta convicción de que todo lo que hacemos, incluso equivocarnos, vale la pena.
Hola Míriam,
Fa pocs dies que he descobert el teu blog i em tens fascinada amb les teves reflexions. Et vaig trobar de casualitat, buscant per internet coses de «mames». Sóc mare d’un nen de 18 mesos i em sento molt identificada amb els teus pensaments; gràcies per compartir-los.
Anna
Hola, Anna i benvinguda!
Quina il·lusió les teves paraules… Enhorabona per aquest fill de 18 mesos i gràcies per llegir-me i compartir també la teva vivència aquí. Celebro que els meus textos et ressonin. Una abraçada!
Què xulo!
Veig que us ho heu passat molt bé! Me n’alegro!
Es preciosa la foto del post anterior.
Sí, Gemma, han estat uns dies molt macos! I gràcies pel «piropo» de la foto… són fruit d’aquests dies tan xulos 😉 Una abraçada!
Hola Miriam! ja et trobava a faltar! qué bé tenir-te per aquí!
M’has emocionat amb el teu escrit.
Un petó.
Gràcies Pilar! Jo també us he trobat a faltar 🙂 Un petó.
Que hermoso flash!!! Coincido contigo en que resulta difícil auietarse mentalmente pero es necesario. Ese estados e paz y quietud debería ser nuestros estado natural y no este de estrés y zozobra que se a convertido tan común. Yo llevo 15 meses de paz mental y no sabes como lo estamos disfrutando. Besos!!
Qué suerte Zary… que lleves tanto tiempo aquietada mentalmente. Es tan difícil y cuando se consigue, tan placentero! Enhorabuena. Sara seguro que Sara lo agradece. Un abrazo.
Yo estoy en una fase de mucho trabajo, de querer llevarlo todo para adelante, robándole el menor tiempo a mi Pequico. Conclusión: duermo muy poco y no paro. Intento transmitir, porque así lo siento, que lo llevo bien y no estoy estresada, pero lo cierto es que siempre voy acelerada y mi mente nunca para… Y mi cuerpo está empezando a pedirme que frene, lo sé… Pero sabes cuando encuentro yo esos momentos… cuando doy de mamar a mi pequeño y cae rendido abrazado a mí, y nos quedamos así un buen rato. Son esos momentos, en los que parece que todo se detiene, mi mente se vacía, mi cuerpo se serena y por un rato, todo lo demás me importa poco.
Besos guapa!
Ohhhhh… Mousikh, no sabes cómo entiendo como te sientes. Esa sensación de querer llegar a todo y saber que no es posible, pero aún así, no parar, no parar, no parar… y a la vez estando contenta porque tu hijo te necesita y te quiere contenta! Pero si tu cuerpo te lo pide, intenta a ratitos, ir bajando la intensidad, dormir un poco más, descansar… Es importante. Y tienes toda la razón, esos momentos de lactancia al llegar a casa después de trabajar no tienen precio. En esos momentos se aquieta todo y el mundo casi desaparece y ya sólo estáis tu y él, él y tú. Un beso a Pequico!
Hola Míriam!
Jo també t’he descobert fa molt poquet i la veritat «M’ENCANTES»!!! Llegir-te m’emociona, perquè m’identifico amb moltes situacions que exposes i perquè ho descrius clarament, tal i com és. Estic en un moment dur i alhora irrepetible i dolcíssim (les dues cares de la moneda!), tinc una filla de 7 anys preciosa i un menut de 8 mesets, que encara alleto. M’acabo de reincorporar a la feina, en un moment difícil i vaig a tope, molt més del que voldria o havia planificat; per ara és el que hi ha… procuro passar temps de qualitat amb els tres(hi incloc el meu marit!) i gaudir-los tant com puc.
M’alegra que hagueu gaudit d’aquestes merescudes vacances!!
De ben segur que estarem en contacte!
Un petonàs,
Queralt
Queralt, moltes gràcies per les teves paraules! Celebro que t’agradi el que escric. Enhorabona per aquests dos fills! Entenc que no ha de ser fàcil atendre a tantes necessitats d’un fill de 8 mesos, d’una filla de 7 anys, més la feina… en plena (encara) fusió emocional amb el bebè…! Espero que ho puguis trampejar de la millor manera. Una abraçada!!!