El miedo, otra emoción que a menudo no queremos que sientan nuestros hijos/as. Sufrimos si les vemos con miedo. Quizás te pasó a ti: tenías miedo a la oscuridad y te decían “bah, no tengas miedo”. O te daba miedo dormir sola/o y te decían que eras una miedosa/o por ello. O contabas tener miedo de fantasmas y monstruos y la respuesta era que no había que tener miedo porque no existían.
El miedo existe y negarlo no hace que desaparezca, al contrario. Creo que ahora más que nunca tenemos como madres y padres una responsabilidad: validar el miedo que a ratos sienten nuestros hijos/as y a la vez, conseguir que ese miedo no les paralice ni se convierta en su compañero de vida.
Pero… ¿cómo? Lo primero y más esencial es explorando tú qué te pasa cuando él o ella tiene miedo. Luego, preguntándote cómo llevas tú tu miedo. Y luego tomando consciencia de algo muy importante: ¿tengo miedo puntualmente, o el miedo me ha atrapado hace tiempo y no me suelta?
El miedo tiene una razón de ser y nos puede ayudar mucho en momentos de peligro.
Sentir miedo es legítimo, pero si se convierte en nuestra mochila permanente no nos permitirá vivir una vida plena. Hay que transformarlo en confianza y seguridad. En crecimiento y en libertad. El proceso puede parecer arduo y difícil. Bueno, pensar eso es una opción, pero hay otras. Tú eliges.
Y si quieres, yo te ayudo
Ojalá resuene
Artículo publicado en Instagram y Facebook el 15 de Octubre de 2020