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Hasta el 6 de enero

¡Come, por favor!

6.2.2013

Adela pone la mesa con un nudo en el estómago. Hace unos días que le pasa, cada vez cuando se dispone a hacer la cena o a preparar la mesa. Odia este rato y no acaba de entender qué ha pasado porque antes fuera un momento agradable y ahora, en cambio, tenga esa angustia en la boca del estómago cada vez que abre el cajón de los cubiertos para ponerlos en la mesa… Mejor dicho, sí sabe qué ha pasado pero no entiende cómo. Antes desayunar, almorzar, cenar juntos era un momento agradable. Ahora ya no. Porque ella no come.

María se sienta en la mesa y cuando ve lo que tiene delante enseguida dice «no quiero». Tiene casi 3 años, y no hay manera. Si fuera por ella, se alimentaría todo el día de patatas fritas, gambas, chocolate y pan con tomate. No quiere ni macarrones, ni sopas, ni cremas de verduras, ni pescado, ni carne, ni nada de nada. De hecho, si fuera por ella, tampoco se sentaría a hacer grandes comidas de dos platos para comer y para cenar… Ella es como si funcionara con poco combustible: una galleta de chocolate, un poco de pan con tomate y un par de gambas le dan energía para aguantar todo un día y medio, si conviene. Siempre ha tenido poco interés en la comida. Es delgada y no muy alta y Adela cuando la ve desnuda, se estremece. No le gusta que esté así.

Lo iban trampeando medianamente bien hasta que un día Pedro, el marido de Adela, dijo que basta, que María tenía que comer y punto. Que tenía que comer de todo y punto. Que se había acabado la tontería. Y todo el mundo sabe que los niños son mucho más tozudos que los adultos o más bien, que tienen mucha más constancia y con según qué, mucha más paciencia, y entonces, comenzó el calvario. Plato de verduras en la mesa y ella que no. Pues a dormir. Y ella a dormir. AlAdela se le rompe el corazón pero a la vez está de acuerdo con actuar como ha propuesto Pedro, de tan desesperada que está. Y pasan las horas y María no come nada de nada… Y desde la cama, Adela no puede dormir pensando que quizá su hija tiene hambre mientras duerme, o que sueña en comida, o vete a saber… y se desvela. Y Pedro no se lo dice, pero a su lado, tumbado en la cama, también sufre y piensa «hoy he hecho que se fuera a dormir sin nada en el estómago» y se siente fatal, mal padre, y no sé cuántas cosas más…

Pero no saben qué hacer y hoy, cuando Adela pone la mesa ya tiene ese nudo de «momento complicado a la vista» y si pudiera, apretaría a correr. Sí, es un auténtico calvario. Una tortura, un sufrimiento.

– No quiero – dice María cuando ve el arroz en el plato.

– Un poco, cariño, prueba esto…

– No. No quiero…

Respira hondo… Él aún no ha vuelto de trabajar y hoy tendrá que afrontar ella sola este momento que tanto detesta.

– María, tienes que comer algo…

– ¿Por qué?

– Porque todos tenemos que comer, si no comemos nos ponemos enfermos, y no tenemos fuerzas, y no podemos jugar…

– Yo no quiero arroz.

– ¿Y qué quieres?

– Pan con tomate.

«No puede ser», se dice a sí misma Adela. Su padre ahora se haría un hartón de reír. Siempre dice que está orgulloso de tener una nieta tan catalana que comería pan con tomate cada día para desayunar, comer y cenar! Y a Adela esto no le hace ninguna gracia. Cada vez que se lo oye decir a su padre lo mira de reojo con una mirada de esas que dicen «cállate».

– No puedes comer pan con tomate siempre, María, ya te hemos explicado.

– No quiero arroz.

– ¡Pues tienes que comértelo! – Dice ya con un tono más elevado.

– ¡No quiero! – Grita la niña …

– ¡Es que no puedo más, María! ¡Come favor! No puede ser esto cada día… me sacas de quicio! ¡Haz el favor y come!

– ¡NO!

– ¡Que comas!

Adela se va a la cocina y vuelve a respirar hondo. Esto no lo aguanta. Está perdiendo los papeles. Oye que la niña ya llora. De nuevo, otro día. No quiere, no quiere terminar así cada mediodía y cada noche… no puede ser… Y ella también se pondría a llorar ahora. Pero no quiere permitírselo. Vuelve a la mesa.

– María… amor mío… lo siento, no quería gritarte… Pero es que me pongo tan nerviosa…

– Mamaaaaaa…. no quiero arroz……

– De acuerdo. No quiero que nos enfademos más. No quiero. María, mírame. No dejaré que la comida nos separe, ¿vale? Ya encontraremos la manera… tendremos que aprender, todos juntos…

María se la mira con los ojos llenos de lágrimas…

– ¿Qué quieres para cenar, María?

– Pan con tomate.

– Ahora te lo traigo…

Fue hacia la cocina y mientras untaba el pan se preguntaba si había hecho bien o si se había equivocado para siempre. Se preguntaba qué diría Pedro al llegar a casa. Se preguntaba si su hija sería de comer poco toda la vida, y no se preguntaba si comería algo más que pan con tomate porque sabía que sí. Se sentía abatida, de alguna manera y no sabía si había hecho bien o no. Pero ese día no había llegado a más. Simplemente, no quería otra guerra: quería cenar con su hija sin llantos, ni gritos, ni amenazas. Quería ser feliz antes de ir a dormir. Y si el pan con tomate ese día quería decir paz… pues, pan con tomate. Hoy, como mínimo, todos dormirían tranquilos porque María, tendría algo en la barriga… aunque volviera a ser el dichoso pan con tomate.

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

5 respuestas

  1. Això de la maternitat… mai saps si ho fas bé… és un pes que també arrossego sempre dins… Tanmateix, al final, jo opto per seguir el meu instint… Que els «malcriem»? No, com diu una amiga meva molt sàvia malcriar és criar malament i nosaltres els estimem molt i els criem molt bé 🙂 Al final, tots volem el mateix i… quin mal hi ha? 😉

  2. Bona tarda. La història sembla inacabada. Aquell vespre li dóna pa amb tomaquet, molt bé. Però aleshores, l’endemà també? I l’altre? I el següent? Fins que el metge foti la bronca? O mentim al metge?

    Perdó pel tò, no és crítica, és interès. Estic molt intrigat en saber respostes, perque a casa estic tenint una situació prácticament calcada, i clar, no sé com seguir amb l’assumpte.

    Moltes gràcies per escriure aquestes coses!

    1. És un conte, amb cap pretensió de dir què s’ha de fer i què no. Una història inventada, res més. El què fer en realitat si passa alguna cosa així: dependrà de la situació, del nen, i de moltes coses. L’important i com a norma general per mi és: tenir menjar sa a l’abast i per tant, tot el que pugui menjar sigui beneficiós pel nostre fill/a. Una abraçada.

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