Supongamos que hoy es la primera vez que me lees. Supongamos que hace muy poco que estás interesad@ en temas de crianza y que hasta hace nada no has oído hablar de la importancia de que los bebés sean llevados en brazos, no lloren solos, de la necesidad de contacto, del piel con piel… Supongamos que en aquella época, cuando te convertiste en padre/madre por primera vez, lo hiciste como mejor supiste, disponiendo de poca información y siguiendo un poco el patrón que te indicaban los que tenías alrededor, aunque no acabara de ser lo que sentías . Supongamos que diste pocos brazos y mirada, que no estuviste lo suficiente… Y hoy, llegas a A FLOR DE PIEL y empiezas a leer posts y posts que hablan de otra cosa que no has experimentado, de otra cosa que parece otro idioma y lo primero que haces es preguntarle… si es demasiado tarde… Y…
Nunca es tarde. Nunca es tarde para poner conciencia en todo lo que hemos hecho y vivido y dar otra mirada, quizás con más perspectiva, quizá con más amplitud y ángulo. Nunca es tarde para volver a abrazar o para hacerlo por primera vez si no lo hemos hecho nunca (no es tan raro: hay padres que no abrazan nunca a sus hijos, os lo aseguro). Nunca es tarde para volver a llenarlos de besos, para sentarlos en el regazo y tocarles el pelo o decirles cosas preciosas bien bajito al oído.
Da igual si nuestro hijo ya tiene 4 años, 6, 10, o 13… Creo que no me equivoco si digo que a un hijo un cambio de mirada para situarnos más cerca siempre le sienta muy bien.
Nunca es tarde para decir «perdóname, no lo supe hacer mejor». Nunca es tarde para reconocer que no estuvimos quizás a la altura, y ponernos las pilas de nuevo porque donde nos equivocamos, no volvamos a tropezar nunca más.
Nunca es tarde para decir «te quiero» mil quinientas veces, tantas como haga falta, tantas como sintamos que tenemos ganas o tantas como requiera nuestro hijo. Nunca es tarde para llenarle los oídos de cosas dulces y bonitas, de palabras que acarician el alma, de palabras que llenan, de palabras que en el fondo, dan alas.
Nunca es tarde para cambiar nuestra manera de criar, nuestra manera de ver las cosas, nuestra manera de acercarnos a los hijos. Desde la información, la conciencia, desde el sentirnos a uno mismo, nos será mucho más fácil luego saber qué camino debemos elegir…
Nunca es tarde para dejarnos guiar por nuestros hijos si no hemos dejado nunca que nos enseñen el camino. Ellos lo saben, aunque no sean conscientes de ello… Dejemos que nos lo muestren, que nos guíen porque son mucho más sabios de lo que seguramente, nunca llegaremos a saber…
Nunca es tarde para hacernos preguntas y buscar respuestas. Nunca es tarde para volver a hacer piel con piel, para cogerlos como bebés y llevarlos en brazos. Nunca es tarde para tumbarnos juntos en la cama, para decir «puedes venir con nosotros si te apetece» y disfrutar todos juntos de estar tumbados en la cama charlando medio dormidos…
Nunca es tarde para jugar: a lo que sea y como sea, dependiendo de la edad, pero para sentarnos en el suelo con ellos y entrar en su historia. Para dejar que nos enseñen como se juega si ya no nos acordamos, para dejar que nos llenen de su imaginación que seguramente será un bálsamo a tanta realidad nuestra.
Nunca es tarde para amar sin condiciones ni límites, para estar disponibles y entregados. Tal vez no lo hicimos al principio… no es fácil adaptarse al nuevo hecho de ser padres. Indaguemos cuál fue la dificultad, por qué no nos pudimos entregar a ellos, por qué no pudimos disfrutar de la maternidad o paternidad, por qué no pudimos amar como nos hubiera gustado que nos amaran a nosotros. Y una vez tengamos las respuestas, perdonémonos y sigamos adelante con un nuevo cambio de rumbo recordando siempre que nunca es tarde para reparar.
Podemos reparar vínculos mal instalados o medio rotos a los 4 años, a los 15 y también a los 60. El amor todo lo puede si es sincero y tiene la voluntad clara. No nos dé miedo la reacción de nuestros hijos ante nuestro cambio de mirada, ante nuestra nueva forma de amar y de entregarnos. Lo más probable es que le sienta la mar de bien y veamos cambios notables en su comportamiento. Quizás a priori se mostrará enfadado, es normal, tiene todo el derecho a estarlo. Dejemos que lo saque todo, dejemos que se exprese y nos diga todo lo que quizás no nos ha dicho nunca todavía. Estemos disponibles, amorosos y empáticos. Seamos comprensivos ante su carencia tan temprana… y esperemos. Lo más probable es que después de vaciarse, se funda en nuestro abrazo y podamos llorar juntos instalando, de nuevo, una nueva manera de comunicarnos, de entendernos, de respetarnos y escucharnos.
Nunca es tarde para dar pasos adelante, para reparar vínculos rotos, para vivir mejor, para ser felices. Si perseveramos y no tiramos nunca la toalla veremos que efectivamente, nunca es tarde.
3 respuestas
Mai es tard per fer-ho una miqueta millor, per demanar perdó, per donar-se compte dels errors i corretgir-los, per abraçar…
M’ha agradat molt aquest post i me´n alegro que les vacances se t’haguin posat tan bé
una forta abraçada
Me ha gustado mucho lo de que nunca es tarde para jugar con ellos. Entrar en su historia, que nos llenen con su imagnación, que será un bálsamo para nuestra realidad…
La imaginación de los niños nos da continuamente momentos alucinantes. Jugar con ellos, o simplemente estar con ellos mientras montan sus historias, mientras descubren mil y una cosas que les dejan boquiabiertos, es de lo más gratificante de la paternidad.
Es deslumbrante presenciar esos momentos mágicos en que sus cerebritos hacen «click» porque han entendido algo que no comprendían o porque han descubierto la manera de hacer una cosa que no sabían. Entonces piensas que, comparado con eso, muchas cosas del día a día a las que damos gran importancia, en realidad no son casi nada. Y que, aunque los padres ya sabemos que los niños cansan mucho y necesitamos también espacio y tiempo para nosotros, lo cierto es que perderse esos momentos únicos es perderse mucho.
Nunca es tarde, siempre que se tenga voluntad y ganas. Un abrazo. Gracias por este post.