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Hasta el 6 de enero

Las primeras vacaciones con un hijo (Video + cuento)

En esto de las vacaciones tendría que haber una distinción: vacaciones cuando NO tienes hijos y vacaciones cuando SÍ los tienes. Porque unas y otras no se parecen demasiado y tienen poquísimos puntos en común. Bueno, quizás lo que sí comparten es que en los dos tipos se rompe la rutina y mientras que cuando no se tienen hijos, romper la rutina es fantástico, cuando sí los tienes, eso de romper la rutina puede traer daños colaterales muy molestos.

Hecho este inciso… comienza la historia:

Pepa y Jacinto estaban emocionados. Estaban a punto de vivir sus primeras vacaciones con Nina, su hija de seis meses. Faltaban tres días para Semana Santa y Pepa ya tenía casi todas las maletas hechas. Tenía ganas de irse a la playa, y de hacerlo los tres por primera vez.

De volver a tener, tantos días, 24 horas con ellas a Jacinto, que últimamente, parecía que sólo lo veían pasar por casa, de tanto trabajo como tenía.. «Nina, el jueves nos vamos de vacaciones! Ya verás lo bien que lo vamos a pasar…», le decía a su hija que la miraba con esa cara de bebé de seis meses que dice «cómeme»…

Llegó el día y estaban todos nerviosos. Pepa hacía horas que repasaba toda la lista de «cosas que llevar» porque no se quería dejar nada en casa. Cogió Apiretal, Dalsy, homeopatía, las cremas para la piel, los jabones de Nina, todo… Habían reservado un apartamento frente al mar en la Costa Brava. No veía la hora de estar tumbada en el sofá del comedor viendo el mar. Lo necesitaba. Necesitaba ver el mar y desconectar.

La pobre Pepa lo que no sabía es que cuando tienes hijos, desconectar de tenerlos es imposible, y más cuando hablamos de un bebé. Los bebés te reclaman en casa, en el apartamento, en el hotel, en el camping y en la China Popular! Y que estés de vacaciones o no… importa poco, la verdad.

El viaje en coche fue más bien largo. Pararon tres veces para dar el pecho a Nina, sacarla de la maxi-cosi, e intentar evitar que se pusiera a llorar como tantas veces hacía. El trayecto fue bastante plácido, aunque tanto a Pepa como a Jacinto se les hizo eterno… ¡Parecía que no llegarían nunca a Calonge de Palafrugell…!

Finalmente y después de cuatro horas, entraban en el apartamento de la playa. Desde el sofá no se veía el mar. Había que salir a la terraza y estirar la cabeza hacia la derecha, sino, nada de nada. Pero daba igual. El lugar era bonito y agradable y comenzaron a instalarse.

Nina estaba extraña, como excitada… Lo quería tocar todo y tan pronto quería ir en brazos, como que la dejaran en el suelo. «Está nerviosa», dijo Jacinto… y era verdad. Notaba que algo nuevo pasaba y estaba contenta y excitada a la vez. Su madre era todo alegría. No se veía el mar desde el sofá pero estaba tan contenta de estar de vacaciones los tres que ahora mismo no le importaba! «Oh, que bien que estaremos… qué ganas de descansar que tengo».

Tenían hambre y decidieron bajar a buscar un restaurante. Entraron al segundo que vieron y eligieron una mesa a lado de unos ingleses de mejillas rojas. El restaurante estaba a tope. No salían de su asombro: comer en un restaurante, cerca del mar, en plenas vacaciones de Semana Santa… ¡Qué placer!

Pero aquella comida no fue lo que esperaban: Nina tenía sueño y en medio de aquel run-run de restaurante no podía dormirse. Pepa intentaba darle el pecho y calmarla, pero se pasó media comida de pie meciéndola y nada. Tuvieron que comer casi por turnos y no pudieron iniciar y terminar ninguna conversación.

Fue una comida estresante, no muy agradable. Los camareros tardaban demasiado en traerlo todo y se les hizo eterno. No quisieron ni postres y pidieron la cuenta para huir corriendo.

Llegaron al apartamento deseando poder tumbarse en la cama y hacer una siesta los tres, pero Nina no quería dormir. Estaba pasada de vueltas y cuando se ponía así, era imposible hacerla dormir a menos que fuese en coche. Se tuvieron que pintar la siesta al óleo, y aquella brizna de esperanza que les había pasado por la cabeza a los dos de hacer el amor después, también. Quizás por la noche tendrían más suerte… O no, ¡quién sabe!

Salieron a pasear con el cochecito y hacia las cinco de la tarde Nina cayó rendida. Entonces sí, se dieron la mano y pudieron caminar por la orilla del mar, escuchando su ruido y mirando aquel paisaje de postal.

Pepa recordó las últimas vacaciones, cuando caminaban frente al mar y ella tenía esa barriga tan grande… Se sentaron en una terraza para tomar un helado y cuando el cochecito se detuvo, Nina se despertó.

Como todavía estaba medio dormida lograron tomar el helado con calma, pero al cabo de nada, ya se tuvieron que levantar, colgársela en la mochila, y ponerse en marcha. Nina quería marcha. ¡Nina estaba contenta y no tenía ninguna intención de permanecer quieta!

Apenas eran las seis y media y estaban agotados. Ellos dos, porque la niña estaba fresca como una rosa. Le enseñaron el mar y la sentaron en la arena de la playa. Tiraron 1.300 fotos y cuando empezó a refrescar volvieron hacia el apartamento.

Él hizo la cena, ella bañó a Nina y al cabo de nada ya cenaban, medio de pie, medio por turnos, medio como podían. Nina estaba pletórica. Contenta, risueña, simpática y… emocionada. «Costará dormirla», pensó Pepa, que empezaba a intuir que las vacaciones con hijos no eran como ella las había imaginado.

A las nueve y media le pareció que su hija se frotaba los ojos, dieron un beso a papá y hacia la habitación. Se tumbaron en la cama y le empezó a dar el pecho. «Hoy dormiremos aquí, Nina, pero será como en casa, tú tranquila, al ladito mío y descansa…». La teoría era fácil. La práctica no tanto.

Nina notaba la excitación, la alegría de estar los tres juntos, el cambio de casa, el cambio de ambiente, el ruido del restaurante… notaba tantos estímulos de todo el día que no se podía soltar. La cogió en brazos y la paseó un poco… Parecía que caía dormida pero de repente volvía a abrir los ojos.

Pepa estaba rendida… «Por favor, Nina, no puedo más… duerme, cariño, que mamá está que no se aguanta». Finalmente, y tras una hora de teta, paseos, canciones de cuna y no sé cuántas cosas más, Nina se durmió. La rodeó de cojines y Pepa volvió al comedor.

Él estaba medio dormido en el sofá, viendo una película que tenía todos los números de ser más que mala. Ella estaba nerviosa, agotada, medio dormida y frustrada.

– ¿Esto son vacaciones? ¡Tengo la sensación de que es más cansado que cuando estamos en casa…!

– Pues espérate Pepa, que como Nina note el cambio de lugar, tal vez esta noche se despierta diez veces más de lo habitual!

– Vaya, cómo animas! Qué estafa, lo de las vacaciones, ¿no?

– Supongo que es la novatada… Tendremos que cambiar el chip, sino se nos hará una montaña!

– Ya… Supongo que sí… Por la tarde tenía ganas de hacer el amor pero ahora, de verdad, cariño, ¡es que no me aguanto!

– Tranquila, yo también estoy petado… A ver si mañana hace la siesta aquí en el apartamento y nos da tregua…!

– ¡Crucemos los dedos!

Se besaron en los labios y se acomodaron en el sofá un momento, vieron diez minutos más de película mala y al cabo de nada, dormían los dos, uno a cada lado de Nina. Una Nina que, por cierto, se despertó tres veces más de lo habitual! 😉


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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

10 respuestas

    1. Mis primera vacaciones las recordaré toda la vida… yo hice la pregunta retórica de «¿pero dónde están las vacaciones?»… porque eran cansadas igual o más que estando en casa! 🙂
      Besos

  1. El mes que viene, nos vamos de vacaciones por primera vez con los peques de 4 meses.
    Empiezo a pensar que, no se si serà buena idea…
    Como son las vacaciones con hijos??? Perdonar mi ignorancia..

  2. El año pasado me fui con mi angelito de año recién cumplido que no andaba pero tenía ya ganas a Ibiza un fin de semana a visitar a mi hermana ingenua de mi pensando con mi hermana el trabajo será la mitad… Mare mevaaaa!!! Que dos dias más largos a la penitencia de la logística sola con un bebé (maleta, aeropuerto, arco de seguridad, pliega-despliega carro, medio desvístete, inspecciona los potitos… retrasos, reza para que tu querubín no le de por entrenar la potencia de sus pulmones en el vuelo…) cuando por fin parece que has «aterrizado» en tus vacaciones te das cuenta que por mucha hermana q tengas el cambio de escenario, de rutinas… para tu pequeño explorador sea todo una experiencia tan intensa como exigente y exhausta para la mami (digo mami porque en mi caso soy familia monoparental). Y te conviertes en la única que pude manejar (que no controlar) ese caos momentáneo … Volví de 2 días de vacaciones que necesitaba 4 para recuperarme, pero claro eso mi angelito tampoco lo entendía y simplemente volvimos a la bendita rutina y a «recupérate como puedas» … Pero como nos pasa a todas, no cambio ni uno de esos segundos y estoy segura de que en algun momento hasta los echaré de menos.
    Felices vacaciones!!

    1. Marta, me has hecho reír. Ni siquiera me lo imagino. Sólo de pensarlo ya me estresaba, sobretodo lo del avión. Nosotros pasamos por ello hace un mes y menudo tostón, pero claro, éramos dos… No me lo imagino sola, my God! Gracias por contar tu experiencia! Y lo de necesitar días para recuperarte… me pasa cada lunes, que necesitaría lunes y martes para descansar! jajaja Un beso

  3. Y en el caso de no tener vacaciones? Es decir, a 15 días de empezar a trabajar, mi pareja trabajando todo el día. La rabia que da no vivir estos momentos juntos con el peque…me veo sola con mi bebé día y tarde. Mi pareja podría cogerse alguna tarde libre, pero prefiere trabajar porque nos mudamos de casa en breve y falta obra por hacer. Entiendo si esfuerzo, pero es agotador para él y para mí. No nos ponemos de acuerdo…..

    1. Uf… qué difícil… En ese caso pensar en lo bien que vais a estar en el nuevo hogar y pensar que todos, un verano u otro, hemos pasado por aquí, por las NO-VACACIONES. Es un palo sí, y te entiendo. Ojalá encuentres ayuda o personas con las que compartir almenos, las tardes. Un abrazo fuerte. Que sea leve!

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