3.12.2012
Supongamos que Marga, una madre cualquiera, tiene mala relación con Paqui, su suegra. Cree que se mete donde no la llaman, se siente invadida cada vez que les visita o cada vez que le pregunta «¿qué día me dejarás al niño en casa?». Cuando están juntas procuran tolerarse y no decir nada fuera de lugar, pero cuando se separan, cada una critica a la otra. Marga, cuando llega su marido le dice «es que tu madre es pesadísima, cambia las cosas de lugar, no se calla, se mete en todo y le dice cosas a Roger que no me gustan». Paqui, si algún día cuida a su nieto, cuando su nuera se va dice «es que tu madre se preocupa demasiado, se piensa que sólo ha tenido hijos ella… Pero ¿cómo se puede ser tan agobiante, por Dios!» Y así cada dos por tres.
En medio de todo está Roger, que escucha. Un niño de un año y medio, que ya se entera de todo. Quizás no entiende qué significan palabras como «pesadísima», o «preocuparse» o «sufridora» o «invasora», pero que capta toda la carga emocional que hay en las críticas de una y otra. Y él las quiere a las dos. Una es su madre y la otra, su abuela.
Muchas veces criticamos sin ser del todo conscientes de que aquello puede escucharlo y que puede influenciar en nuestro hijo de alguna forma. Otras, hay personas que lo hacen con toda la intención, deseando que su niño, cuando vea la abuela, no se ponga ni contento. Otra situación muy común es, por ejemplo, criticar la maestra de nuestro hijo delante de él. ¿Cómo pretendemos que se quede a gusto, tranquilo y sintiéndose seguro si ha oído, de boca nuestra, que aquella maestra es esto y lo otro?
Es normal que no nos guste todo el mundo y es posible que nos alteremos con determinadas personas: por feeling, por incompatibilidades de carácter o por lo que sea. Pero creo importante que entendamos que es NUESTRA historia, no la de nuestro hijo. Es decir, que quizás Marga tiene muy mala relación con Paqui, pero a Roger, el niño de un año y medio, le encanta jugar con su abuela, porque le ríe todas las gracias, porque sintonizan o porque tienen el mismo signo del zodiaco, ¡qué sé yo! Lo importante es que él tiene buen rollo con su abuela a pesar de que Marga y Paqui se llevan a matar.
Con todo esto ¿qué quiero decir? Pues que creo importante poner consciencia en estas críticas que hacemos delante de nuestros hijos. A veces se nos escapan, es cierto, pero deberíamos intentar evitarlas. Evidentemente intentando siempre ser lo más tolerantes que nos sea posible, entendiendo que cada uno hace lo que puede o que está marcado por sus propias experiencias y vida…
Criticar a los demás nos mina. Al otro y también a nosotros mismos: toda esa energía negativa que gastamos, que tiramos al aire para machacar el otro, o para desahogarnos, queda allí, cerca de nuestro hijo, y puede sentirse muy mal.
Y además, ellos toman ejemplo. ¿Cómo le diremos que no critique a los demás niños de la clase si nosotros no paramos de hacerlo? ¿Cómo le diremos que no diga pesado, gordo, feo, tonto… a aquel niño del parque si nosotros no paramos de hacerlo cuando viene Paqui? O las críticas entre la pareja: un niño sufre horrores cuando siente que sus padres se critican sin cesar, que se insultan o se desprecian. Son lo que más ama y de repente se encuentra entre dos aguas. No ha sido hasta la edad adulta que he valorado y agradecido con todas mis fuerzas lo que hicieron mis padres desde el día que se separaron cuando yo era una niña de cinco o seis años: no criticarse. Nunca hablar mal el uno del otro y mucho menos, a mí. Tuve mucha suerte y así se lo transmití el día que me di cuenta de lo importante que era eso que habían podido hacer los dos. Habría sido horrible sentirme entre dos aguas… sentir que, de alguna manera, me hacían elegir.
Por eso, a pesar de que nos cueste a veces, a pesar de que muchas otras no seamos ni del todo conscientes de ello, pensemos siempre que nuestro hijo quizás no cree que aquel o el otro sean lo que nosotros pensamos que son. Sobre todo si hace referencia a nuestra familia porque tenemos que pensar que TAMBIÉN es su familia: su abuela, su abuelo, su tío, su primo…
Y para terminar… no os ha pasado alguna vez aquello de «a mi madre ni mencionarla, ¡sólo puedo criticarla yo!» y no dejáis que vuestro compañero/a digan nada malo de ella? Pues pensad lo mismo con vuestro hijo. Quizás si ya supiera hablar y no tuviera ningún miedo de decir lo que piensa y siente diría… «A mi abuela ni la menciones, que la quiero mucho»