Cuando pensamos en posibles heridas del parto, a menudo pensamos en las físicas: episiotomías, cesáreas, etc. pero a veces, las heridas que más recordamos son las emocionales: cosas que hemos sentido que nos han marcado y dolido.
Justamente porque estas heridas son difíciles de borrar, hemos querido dedicar un episodio de «El podcast de Míriam Tirado» a hablar de ellas con mi madre, Àngels Torras, que durante más de 30 años ha trabajado con mujeres embarazadas o acabadas de parir.
Y es que la vulnerabilidad que se siente cuando se está a punto de parir, pariendo o acabada de parir, hace que frases, hechos, palabras que en otro momento podríamos ignorar, se nos queden grabadas a fuego y recordemos siempre como si las hubiéramos escuchado ayer. Porque duelen, y el dolor que se siente en esos momentos penetra con una fuerza que a veces cuesta mucho tiempo y esfuerzo sanar.
En este episodio, con mi madre recordamos qué heridas emocionales vivimos nosotras (qué cosas nos dijeron que nos dolieron o qué pasó que nos hizo sentir muy mal) en nuestros partos, pero sobre todo, te contamos por qué las heridas emocionales del parto cuestan tanto de sanar y cómo hacerlo.
Porque no solamente queremos que te entiendas y que veas como un dolor absolutamente legítimo lo que te dijeron y te sentó mal, o lo que hicieron y te hizo sentir infantilizada, vulnerable, menospreciada o lo que sea. También queremos que sepas qué hacer con ese dolor.
Porque a veces, con quien estamos dolidas no es solamente con personal médico que no nos trató como nos hubiera gustado. A veces es con nuestra pareja, o con nuestra madre, o con nuestro suegro… personas que tenemos que seguir viendo y si les tenemos resentimiento o rabia, las relaciones entonces cuestan de llevar y mantener de una forma cómoda y cordial.
Así que esperamos que este episodio te ayude mucho tanto por sentirte validada y comprendida como también por saber qué hacer con lo que sientes.
Si quieres más sobre este contenido, en mi libro «Sentir» encontrarás más herramientas sobre cómo acompañar todas las emociones que sientes, comprenderte mejor y así también poder acompañar y comprender mejor a los demás que te rodean.
Ojalá este episodio resuene dentro de ti.
Y ahora ya sin más preámbulos, te dejo los links a las plataformas donde puedes escuchar el nuevo episodio de forma totalmente gratuita:
SPOTIFY
ITUNES
SPREAKER
IVOOX
Y si quieres, puedes escucharlo directamente aquí dándole al play:
Listen to «Las heridas emocionales del parto» on Spreaker.
¿Quieres que con mi madre abordemos algún tema que te preocupa? Cuéntanoslo en comentarios y lo tendremos en cuenta para nuevos episodios. ¡Gracias!
2 respuestas
Hola! Escribo desde Chile. Me encantó el capítulo! Es justo lo que siempre necesité. Mi hija tiene ya 9 años, estaba preparada para tenerla por parto natural sin anestesia. Al principio llevaba mis controles en un hospital público, pero cuando le presenté un plan de parto al ginecólogo él me dijo que «yo no le iba a venir a decir a él cómo hacer su trabajo», salí llorando de su consulta. A los 8 meses de embarazo recién encontré una clínica privada donde la ginecóloga me dijo que sí a todo lo que yo le pedía, pero justo se acercaba un fin de semana largo de fiestas patrias, la ginecóloga programó una inducción previo a esta fecha ya que según dijo no era bueno esperar más de 40+0, pero después fui cayendo en cuenta de que probablemente lo hizo para que no la molestara en fiestas… Me tuvieron todo el día sin comer, desde las 9am, me rompieron la bolsa en uno de los tantos tactos sin decirme, me pusieron suero con oxitocina sintética a tope, y yo full hormonada no tuve la entereza como para defenderme, y mi pareja tampoco supo cómo actuar. A eso de las 18 hrs me dijeron que había sufrimiento fetal mostrándome que los latidos estaban «bajos», claro, como no había comido nada… Y mientras yo me desbordaba en llanto ante la frustración me hicieron una «inne-cesárea» (así le decíamos en un grupo de crianza a estas cesáreas que se pudieron haber evitado). El único «mal trato» evidente que hubo fue cuando me pusieron la epidural y por reflejo, inercia o gravedad, ya que yo no sentía nada, se me movió la pierna y el anestesiólogo con tono fuerte me dijo que no me moviera y yo apenas pude decir, pero se me unió a coro la matrona y la enfermera, que ni siquiera podía moverme. Una vez que me sacaron a mi hija me la pusieron piel con piel en mi cara, nos separaron y me la llevaron a la habitación una hora después y sólo la dejaron un par de horas y luego se la llevaron toda la noche para que yo descansara aunque no era lo que yo quería. A mi pareja no dejaron que se quedara conmigo durante la noche, apenas dejaron que la viera un momento en la habitación, aunque sí estuvo conmigo durante el día y entró a la cesárea. En resumen, no es como que me dijeron cosas feas, ni gritos, ni fueron bruscos, pero nada de lo que hicieron era lo que yo quería, nada me lo preguntaron, yo tenía un plan de parto que se lo había pasado a la ginecóloga y decía justo lo contrario de todo lo que pasó.
Además de que mi madre, que supuestamente vino a acompañarme y que contaba con su experiencia de 3 partos normales, sólo se dedicó a apurame para que naciera luego mi hija porque ella ya se tenía que ir, por lo que me tenía súper estresada.
Cuando salí de la clínica dos días después, el neonatólogo al dar de alta a mi bebé me dió una orden médica con leche de fórmula y yo le dije que no lo necesitaba ya que al menos sí me había salido calostro y eso no me lo iban a quitar, dijo que era «por si acaso», así es como matan lactancias, pero me aferré con todas mis fuerzas y pude mantener mi lactancia durante más de 3 años con mi hija.
Llegué a mi hogar frustradísima, agotada y me encuentro de sorpresa tanto para mí como para mi pareja que habían estado celebrando en mi hogar la dichosa fiesta patria que además siempre he detestado y con mucha carne, y yo soy vegetariana, así que encontré mi hogar apestando a carne, desordenado a más no poder, con gente que ni conocía, así que de lo frustrada, con cesárea y todo me puse a ordenar el desastre que mis padres y hermanos dejaron.
Como dices, ya no duele, pero aún enoja un poco al recordarlo, y no saco ni he sacado mucho al comentarlo con mi familia. Inconscientemente he estado autosanándome al respecto, así que ha sido agradable escucharlo en este capítulo y hacerlo consciente como vía para superar esos malos momentos.
Hola, en primer lugar, muchísimas gracias por compartir tu experiencia, qué duro debió de ser. Siento muchísimo que no te respetaran en tantas ocasiones y que tu voz fuera anulada, que nadie te preguntase qué necesitabas tú y qué querías… y que tampoco respetaran las necesidades de tu hija. Lo siento de veras… y claro que duele… porque son cosas tan importantes, tan básicas, que cuando en esos momentos no se han tenido, duelen y se recuerdan toda la vida. Celebro, a la vez, que hayas ido sanando y que este episodio te haya reconfortado. Te abrazo fuerte.