17.2.2012
Siempre he creído que si estás dispuesto a aprender, la vida te da oportunidades cada día. Llevo unos días de aprendizaje especialmente intenso y hoy, que ya es viernes, os quiero hablar de la lección que he aprendido esta semana gracias, como no, a la pequeña maestra de dos años y medio que corre por casa. No hace mucho escribí en un post que nuestros hijos nos dan diez mil vueltas. Pues lo vuelvo a afirmar, a pesar de no conocer todos los hijos del mundo.
Yo no soy una buena enferma, al menos, eso me dicen los que me tienen que cuidar si es que necesito ayuda. Ahora podría negarlo y decir que no tienen razón, pero me estaría y os estaría engañando. Qué queréis que os diga, no me gusta estar enferma. Tengo una paciencia limitada: si el dolor de garganta que he pillado no se va en el tiempo que yo creo necesario, entonces me enfado. Si el dolor de estómago me dura más de un día, ya me toca la moral, y si la gripe es más larga e intensa de lo que yo había «previsto», me entra una mala leche que más vale que me dejen tranquila. Sí, no lo llevo bien. No me gusta que las enfermedades me rompan los planes.
Laia ha estado toda una semana con la gripe (la epidemia nos ha abrazado a toda Cataluña, dicen, y hay más gente con gripe que sin ella, me parece), y esta semana me he maravillado. Me he maravillado de verla enferma y a pesar de todo, contenta. De verla afrontar el momento presente tal y como le venía, de no perder nunca la sonrisa pese (a ratos) encontrarse realmente pochilla o con fiebre. ¿Os habéis fijado qué hacen los niños cuando están enfermos? Pues siguen siendo niños y no etiquetan la enfermedad en si es «larga» o «corta», en sí es «buena» o «mala», en sí es un «palo» o «agobia»… Simplemente están, más chafaditos, más demandantes (claro), con menos energía,… pero tranquilos, intentando jugar, intentando estar contentos,… Y sobre todo, respetando lo que les pide el cuerpo. Si no tienen hambre, pues no comen. Si el cuerpo les pide descansar, los ves como se tumban en el sofá y casi ni se mueven. El día que me pensaba que ella ya iba de remontada le pregunté si quería salir a la calle. Hacía días que no nos movíamos y a mí se me empezaba a caer la casa encima: «Mamá, todavía estoy resfriada. Tendré frío, si salgo». Si hubiera tenido un sombrero me lo habría sacado delante de ella. Me estaba diciendo que aún no se encontraba bien, que quería descansar en casa, que no quería tener frío con las sensaciones de gripe en el cuerpo… Y yo no me había dado cuenta que aún no era la hora… Decidí copiarla y aprender.
Me relajé y decidí estar disponible para ella y su enfermedad. Darle el reposo los días que hiciera falta sin etiquetar en mi mente si eran pocos o demasiados. Darle el espacio acogedor para que se pudiera recuperar sin pensar «quiero hacer vida normal ya». Aceptar lo que había venido a nosotros y aprender. Porque en ese preciso instante decidí dejar de ser una mala enferma y hacer, simplemente, lo que hace ella y todos los niños del mundo si los dejamos, también, estar enfermos. Si les permitimos estar, si les respetamos el tiempo de recuperación, si les respetamos el espacio y les damos unos brazos disponibles donde recargar las pilas para ganar la batalla.
No quiero que con el tiempo Laia se convierta en la mala enferma que soy yo. Y si no quiero que eso pase… ya puedo aprender al dedillo la lección de la semana.
6 respuestas
Qué bonito. A veces pensamos que porque son pequeñitos y no hablan demasiado bien no debemos tenerles en cuenta y son muchísimo más listos, inteligentes y sobretodo, buenos, de lo que muchos adultos quisieran. Bravo por tu pequeña mujercita
Totalmente de acuerdo, Sandra. Tenemos que observarlos y aprender mucho más de ellos.
Besos.
Se n’apren cada dia… Ja ho crec!!! En Marc mai ha volgut passar la nit fora si no es estrictament necessari, i va fer una reflexio molt bona a la seva avia en saber que la seva germana passaria el cap de setmana fora amb els avis: iaia, jo he pensat… I dic que marxo perque jo a vegades dic mentides… Pero les dic a mi!!! Jo m’enganyo. A vegades si que vull marxar amb vosaltres pero dic no… Avui no m’enganyo i dic que marxo. I va passar un cap de setmana amb els avis d’allo mes content i superorgullos per no haver-se enganyat a ell mateix. No se si ho heu entes, pero amb nomes 5 anys a mi em va donar una bona llico de ser sincera amb mi mateixa. Gracies de nou Miriam per compartir i per fer-me reflexionar millorant la crianca dels meus tres petits.
Gràcies a tu, Mireia, per explicar-nos la teva experiència. Molt llest el teu Marc, sí senyor! I que content que devia estar… si els deixem fer, ells van assolint els seus reptes i al seu ritme.
Una abraçada.
Menuda mujercita tienes en casa… Creo que el problema es que a medida que crecemos perdemos el respeto por nuestro cuerpo y nos sumergimos, demasiado profundamente, en la locura de vida que llevamos, en la que no se puede estar enfermo, si lo estás hay que cuidarse al día y todo ha de ir rápido rápido y estar controlado
Espero que tu pequeñina está mejor!
Totalmente de acuerdo. Dejamos de escuchar nuestro cuerpo y a veces, hasta dejamos de amarlo. Por eso los hijos nos pueden eseñar tanto si estamos dispuestos a escuchar y observar…
Un abrazo.