24.9.2013
El día que explicamos a tu hermana que estabas en mi vientre pareció contenta, pero no habló mucho de ti. Nosotros decidimos que lo haríamos sólo si ella sacaba el tema porque no queríamos agobiarla, todavía faltaban casi 9 meses de embarazo, o sea que no había prisa. Cada uno va asimilando las noticias a su manera, y queríamos respetar su ritmo. Estábamos de vacaciones y al poco llegó un día que comenzó a estar excesivamente demandante. Sospechosamente demandante. «Mamá, mírame, mamá, mamá, mamá, mírame, papá, papá, papá, papá», constantemente. Yo estaba muy cansada, aquel cansancio que ya te conté, y tanta demanda me era difícil de sostener. Pero lo hacía. Como podía, pero lo hacía .
Al día siguiente, a la demanda se le añadió exigencia. Daba órdenes a diestro y siniestro y al cabo de unas horas con su padre nos dimos cuenta de que algo pasaba. Estaba enfadada, era evidente. Como rechazaba el más mínimo momento «íntimo» para hablar de ello, aguantando el día como pudimos. Por la noche, cuando la acostaba y estábamos las dos tumbadas en la cama le dije «Laia, hoy te he notado enfadada… ¿Tiene algo que ver con el bebé que hay en mi barriga?» y de repente, sin decir nada, empezó a llorar como una magdalena. No podía ni hablar. Sólo lloraba y lloraba con un sentimiento que rompía el alma. En el clímax del llanto soltó un «¡ES QUE CUANDO NAZCA YA NUNCA ME VOLVERÉIS A HACER CASO» y entonces ¡sí que lloraba fuerte!
Voilà. La acompañé, abrazándola y casi sin decir nada. Sólo algún «Te entiendo, mi amor. Sácalo… llora cuanto necesites… estoy aquí…». Poco a poco se fue calmando y sólo se oían aquellos sollozos de cuando lloras con todas tus fuerzas. Entonces empezamos a hablar. Le conté que nunca dejaríamos de amarla, al contrario, cada día la queríamos más y eso no cambiaría por nada del mundo. Que podíamos querer a más de una persona, más de un hijo, de la misma manera que ella me puede amar a mí, y también a su padre, y a sus 8 abuelos, etc . Que entendía que tuviera miedo, que yo a ratos también lo tenía. Que era todo incierto, y que no sabíamos cómo sería eso de ser cuatro…
Entonces entró tu padre y le contamos todo lo que habíamos hablado. Estuvimos los tres tumbados en la cama un buen rato charlando de lo que sentíamos, de cómo podría ser eso de tener un bebé… y a ella le fue cambiando la cara y el tono de voz. Pasó de la desconfianza a la alegría.
Conectó contigo, lo sentí, y conectó con la esperanza, con la confianza de creer que sería bueno para todos. Se durmió contenta y feliz y al día siguiente, sólo levantarse me dijo buenos días, me levantó la camiseta y me dio un beso en la barriga. El primer beso a ti. Así, sin decir nada.
Fue tan bonito… Tengo tan buen recuerdo de aquella noche y aquella mañana… Y como por arte de magia, se acabaron las exigencias, el mal humor, las demandas continuadas y excesivas… y volvió a ser la Laia feliz y confiada de siempre. De eso ahora ya hace muchas semanas y evidentemente todo ha ido cambiando. A mejor. Hablamos de ti abiertamente, no sólo nosotros sino también ella. Cuando la acuesto y estamos contando el cuento, ella me acaricia la barriga. Te dice cosas a través del ombligo porque está segura de que la oyes y de que la ves. Dice que en el ombligo tengo un agujero y es justamente por donde tú la miras. Cuando vamos en coche te dice : «Mira bebé, ¡allí hay una vaca!» o empieza a imaginarse como será tenerte. Muy a menudo no viene a cuento y salta con un «tendremos que vigilar en la bañera, que no se haga daño» o un «eso él no lo podrá comer, porque se podría atragantar» o «este juguete ya no la uso, la guardamos para cuando el bebé sea mayor»… Te tiene tan presente que cuando pienso en ello me emociono. Habla contigo con una naturalidad que me maravilla. Me alegro tanto de haberle dicho que estabas en cuanto lo supimos… porque estos meses están siendo maravillosos a vuestro lado. ¡Qué regalo! Teneros y ver cómo os vais relacionando desde el inicio…
Nunca os quisimos seguidos. Queríamos que Laia fuera mayor por muchos motivos: yo no sentía la energía necesaria para tenerte cuando ella todavía tenía un, dos o casi tres años. Yo necesitaba recuperar mi vida en todas sus facetas antes de volver a meterme en el capullo y volverme otra vez “sólo” madre. Además, todavía la veíamos pequeña y no me la imaginaba compartiéndonos con un bebé. Pero también queríamos que ella pudiera entender todo el proceso, porque creíamos que quizás, sólo quizás, lo viviría mejor. Me gusta que sea lo suficientemente mayor como para entender que estás viniendo. Me gusta que tenga las herramientas en cuanto a lenguaje y conocimiento de las emociones para expresarnos qué siente respecto a ti. Cuando tiene miedo, cuando le entra el canguelo… ahora nos lo puede explicar, y juntos hablamos, elaboramos y lo ponemos en su sitio. Aceptamos las emociones y las dejamos ir. Las que son agradables y las que no lo son tanto. Y ella ahora, con 4 años y 1 mes, tiene las herramientas para poder hacer todo esto con nosotros.
Te compartimos desde la conciencia y eso es un regalo tan enorme, que nunca me lo habría podido imaginar mejor. Está siendo todo, mucho mejor de lo que nunca hubiera pensado. Que Laia sea partícipe me emociona y me ayuda en muchos momentos a tener más fuerza, a aumentar la sensación de que todo está bien y es absolutamente perfecto tal como es.
Laia te ama y te lo dice. Está contenta de que estés y a la vez, lo vive sin impaciencia ni prisa. Vive el presente contigo, como hacemos también nosotros dos, tus padres. Permitimos que crezcas y mientras, vamos imaginando, riendo, teniendo miedo a ratos, y gestando también la idea de una familia de 4. Aquí te hemos hecho espacio, no sólo físico en mi vientre, sino también emocional en el imaginario de nosotros tres. Estás en mi corazón y en mi cabeza, en el corazón y la cabeza de tu padre y también en los de tu hermana. Y juntos disfrutamos contigo sin ni siquiera haberte visto. ¿No es maravilloso?
Sólo hace unos meses que estás aquí dentro y todo lo que nos has dado hasta ahora es precioso. No puedo más que estarte eternamente agradecida.
Te quiero.
Tu madre.
6 respuestas
Me siento tan identificada contigo… Nuestro mayor hara cuatro en diciembre y tenía tres y cuatro meses cuando se convirtio en hermano mayor. También quisimos esperar.
También tuvo (y seguramente volvera a tener) miedo y hay estuvimos comprendiendo y apoyando.
Es tan bonito compartilo con ellos…
Felicidades!
Hola Yujosi,
sí, es precioso tener la oportunidad de ver cómo lo viven, de acompañarlos también en este camino. Un privilegio, diría yo. Gracias por tus palabras. Un abrazo
Morí de amor. Son muy afortunados. Besos!!!
Gracias preciosa! Besos
Sou molt afortunats. I es nota que ho esteu gaudint molt. Una carta molt maca, com totes. Et felicito Míriam per tot el que estàs sentint i com ens ho transmets
Molts petons
Gràcies Raquel! Desitjo poder-ho compartir també amb tu.
Una abraçada