15.11.2011
Aprender a separar no es fácil, sobre todo cuando estamos hablando de nuestro mundo emocional y a veces, inconsciente. Separar el grano de la paja seguro que debe ser mucho menos complicado pero en ambos casos, separar es necesario, útil y da frutos. Con la maternidad y la paternidad, durante mucho tiempo, hay dos mundos que se confunden; el ahora y el aquí (és decir, el momento presente), y todo lo que ya hemos vivido. Normalmente, se trata de lo que ya hemos vivido cuando éramos nosotros los que estábamos en la barriga de nuestras madres, o los que teníamos 2 meses, o lo que acababábamos de cumplir un año y medio. La frontera entre el consciente, el mundo racional, y el inconsciente se difumina y entonces se nos mezclan los dos mundos sin que seamos capaces, a veces, de ver qué mundo predomina en cada momento. Pero quizás con ejemplos se verá más claro lo que quiero decir.
Estamos embarazadas y sentimos una soledad profunda y dolorosa, estamos tristes como no lo habíamos estado nunca y además, no entendemos por qué, porque justamente ahora, no estamos nunca solas; el compañero nos da más apoyo que nunca, deseábamos este hijo y pensábamos que seríamos felices. En el ahora y el aquí, el momento presente, todo está bien y no hay nada que nos haga sentir esta tristeza, pero en nuestro mundo interno ya hemos vivido esta soledad profunda, tal vez cuando éramos nosotras los de dentro de la barriga; ¿motivos? Pues quizás porque no éramos buscadas y deseadas, tal vez porque nuestra madre se sentía deprimida y sola… O también puede ocurrir que parimos y resulta que todo ha ido bien pero en el momento que aquel bebé empieza a llorar se nos despierta un dolor terrible y no lo podemos soportar, no podemos soportar que llore por la noche, o cuando oscurece, y nos reclame contacto y consuelo. En el ahora y el aquí es absolutamente normal que un bebé recién nacido llore y reclame todo eso. Pero en el mundo interno de la madre que ya somos resulta que hay el recuerdo inconsciente de una niña (nosotras) que lloramos mucho en la cuna sin que nadie acudiera para consolarnos. No tenemos el recuerdo integrado de acogida y nos cuesta horrores a nosotras acoger a nuestro hijo.
Cuando todo esto se mezcla, cuando no podemos discernir qué forma parte de la realidad presente y qué de nuestro pasado más remoto, se hace muy difícil criar a un hijo. Porque nos desesperamos y nos juzgamos pensando que debemos estar locas por no poder hacerlo bien, o que somos malas madres, o que no sabemos dar a nuestro hijo lo que nos pide y ¿qué hacemos? Pues a menudo recurrir a lo que pueda hacer desaparecer el síntoma sin ir a la raíz. O buscamos la raíz en el comportamiento del niño/a que reclama y no donde deberíamos buscar, es decir, en nosotras. Nunca había pensado que fuera tan importante conocerse a uno mismo como desde que soy madre. Y conocerse significa a veces odiarse por cómo se es y hundirse en aquellos barrizales de sentimientos que te dejan clavada y rodeada de rabia, dolor, sufrimiento o la soledad más infinita. Barrizales donde no puedes salir sin ayuda, sin alguien que ponga perspectiva y te diga, «es por aquí… ¿ves este lodazal? Esto también eres tú. Este lodazal te permitirá entender mucho mejor qué ocurre cuando crías, que se te despierta… y lo encontrarás todo ¡aquí!»
Cuando lo veo todo negro, cuando no sé hacia dónde tirar, cuando me siento sola y desamparada, cuando siento añoranza sin sentido, cuando lloraría sin motivo, cuando creo que todo es una mierda… me calzo las botas y bajo al fondo de todo, allí donde me esperan aquellas toneladas de barro y me hundo. Porque sé que todo viene de allí, porque aquí, en el presente, todo está bien: soy feliz, tengo una hija fantástica y un compañero excepcional que me acompaña y me apoya con todo y en todo momento; tengo trabajo, una casa, una familia que me quiere, unos amigos que no se pueden pagar con dinero… por lo tanto, sé que se me está mezclando algo. Y entonces me hundo y empiezo a separar el grano de la paja para entenderme mejor y para perdonarme por sentirme así a veces. Cuando subo a la superficie y vuelvo, recupero la perspectiva perdida y ya tengo la clave, ya sé qué pasa. Y cuando sé qué pasa, entonces, soy más feliz, más madre, más sabia, más completa,… y lo que me preocupaba o me impedía disfrutar del momento presente simplemente, desaparece.
8 respuestas
Impresionante trabajo interior… En algo parecido ando yo, me ha gustado mucho esta entrada, como no podemos dejar que nuestros fantasmas nos tiñan de gris nuestra vida, nuestro hoy. Gracias, un beso
Celebro que te haya gustado, María. Exacto; de eso se trata, de saber si lo que nos pasa es fruto del fantasma o no. Quizás no es fácil, pero sí muy importante. Un beso.
Miriam, brillant la teva reflexió. Has explicat i definit els sentiments de moltes mares, al menys jo m’hi he sentit molt identificada. Crec que es bàsic per arribar a ser una bona mare fer-nos aquestes reflexions. No tinc cap dubte que tu ets una bona, molt bona mare i transmetràs a la teva filla una gran sabiesa. Petons
Carai, Sandra, gràcies per les teves paraules. M’he posat vermella! 😉 No sé si sóc «bona» o no, només ho faig tan bé com sé i com puc, igual que totes. Saber què és fruit del meu món intern i emocional i què no, m’ajuda. Saber què pertany a la criança de la Laia o al què aquesta etapa desperta en mi m’ajuda a no carregar-li a ella coses que no li pertoquen i m’ajuda a mi a saber més qui sóc. Una abraçada!
Brutal!! És així, no ho podria explicar millor. Dur però eficaç. Si realment vols millorar com a mare i com a persona et toca «enfangar-te». Gràcies per escriure-ho i compartir-ho, a mi a més d’identificar-me em fa sentir que no sóc única i que totes passem per moments semblants, que compartits semblen més lleus i evidentment que la finalitat dels quals val molt la pena: SER MILLOR MARE I PERSONA! Estic convençuda que ets una mare excepcional! Una abraçada enorme!
Gràcies Queralt. Aprendre a separar és molt sa per ells, perquè no els empastifarem del fang nostre, però per nosaltres no és sa, és SANÍSSIM!!! A enfangar-se tothom! 😉 Un petó.
A mi el què em passa és que sempre em deixo les botes i acabo ben enfangada! I quan pujo; primera que em costa més perquè rellisco i em torno a enfangar, i segona que, per molt que em renti, encara vaig trobant fang per tot arreu… I sé que el meu fang interfereix més del que voldria en la criança del meu fill, a vegades, però no me’n culpo…i sé que hi estic posant remei però hi ha moments que n’estic ben farta, de tan de fang!
Ai, Lali… m’has fet riure molt amb aquesta metàfora tan ben explicada i en el fons, tan real! Però ets valenta, (sí, et deixes les bótes, però de fet, què importa?) i baixes al fang i tornes a pujar, i encara que quedis ben bruta, has tingut la valentia de remenar aquell fang que s’enganxa i de treure-li’n l’entrellat. I això no ho fa tothom! Marassa, que ets una marassa!!! 🙂