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La frustración

La frustración

25.9.2012

Cuando hablamos de niños pequeños e incluso de bebés, a menudo aparece la palabra frustración. Hay quien opina que los niños deben acostumbrarse a la frustración ya de muy pequeños, porque así lo asumirán como algo más natural… y por eso muchas veces no se atienden las necesidades más primarias de los bebés, de contacto, de calor, de compañía, de fusión, en definitiva. Hay quien sí las atiende pero un buen día considera que ese niño ya está preparado para empezar a vivir frustraciones y entonces es como si tuviera que darse cuenta de que la vida es dura y que más vale que lo sepa desde ya. Hay quien no quiere que un hijo se frustre nunca y hace lo imposible para que no llore, para que no se enfade, para que no rabie e intentan que lo que «no podía ser», sea. Y luego están los términos medios, y quienes navegan intentando no equivocarse demasiado.

Sobre este tema de la frustración últimamente he estado pensando muchísimo. Porque me he dado cuenta que muchas veces los adultos no vivimos nada bien las frustraciones de nuestros hijos. Es decir, entendemos que lo que quieren no puede ser, pero cuando nos expresa su disconformidad, nos irritamos, nos sentimos culpables, o heridos, y sólo queremos que ese período de frustración acabe lo antes posible.

Y hago la pregunta que hago a menudo en este blog: Y nosotros, ¿cómo lo vivimos? ¿Cómo vivimos la frustración? ¿Qué hacemos cuando en el trabajo no podemos hacer lo que nos gustaría o no nos permiten sacar adelante cosas que creemos que habría que hacer? ¿Qué hacemos cuando en nuestra vida familiar y más personal a veces tenemos un revés, un «pues esto no puede ser»? Porque al igual que los niños, hay quien se enfada sólo un momento y continúa adelante, o hay quien se queda pegado a lo que quizá considera una injusticia y se mantiene enganchado días, semanas, meses y a veces incluso años.

El otro día me di cuenta de que yo no llevo bien la frustración. Me cuesta que las cosas no sean como yo quiero y sobre todo, me cuesta tolerar la frustración de Laia. Me di cuenta de que ella la lleva mal porque creo que soy yo que no permito que se «frustre en paz». Sí, sí… Porque cuando se enfada y se indigna como si le estuviéramos haciendo lo más terrible del mundo, yo quiero que le pase, y que esté contenta y que no grite, y sobretodo, que entienda que aquello no puede ser. Como me opongo inconscientemente a su frustración, ella todavía la lleva peor. Y la prueba de ello fue que una vez hice todo este conflicto consciente, hubo un cambio importante: ella quería comer galletas justo antes de comer. Le dije que no, que comeríamos en seguida. Se indignó y me lo hizo saber con llantos y gritos pero yo, lejos de oponerme a lo que estaba sucediendo en ese momento, lo acepté. Permití que se enfadara y al mismo tiempo me mantuve firme en lo que creía. Lloró tres minutos.

No le dije cosas como «va, basta, ¿no ves que no puede ser?» o «¿tienes que enfadarte de ese modo?» o «basta ya, venga…». Sino que mi actitud interna fue la de «lo siento, acepto que no estés de acuerdo, pero no hay galleta». Como he dicho, lloró 3 minutos. Y cambió el chip, se acabó la frustración. Es un pequeño ejemplo, pero he notado en general que ha habido un cambio importante. Yo me he posicionado desde otro «lugar» y a ella le ha sentado de maravilla. La sensación de «mamá y papá ponen los límites y yo puedo expresarme si no me gustan, pero en el fondo, todo está bien», o al menos yo siento algo así… Siento no haberme dado cuenta antes, pero dicen que nunca es tarde.

Quizá a partir de ahora también llevaré mejor mis frutraciones, ¡estoy segura! Y vosotros, ¿cómo las lleváis? ¿Hacéis los imposibles para que no se frustren? ¿Movéis cielo y tierra para que lo que quieren pueda ser? ¿Cómo os sentís cuando notáis su frustración? ¿sufrís?

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

3 respuestas

  1. Yo lo paso fatal con sus frustraciones y mi marido otro que tal anda xD
    La mayoría de las veces «se sale con la suya», las más importantes o menos tribiales obviamente no. Pero por ejemplo eso de la galleta… bufff termino dándole el bote de galletas como me descuide xD Y como es lógico no le apetece comer luego… sé que no debería caer en esas cosas, pero como yo soy de las que suele «picar» antes de comer, pienso que por una galleta… por una patatita… lo que pasa es que yo después me como toda mi comida y ella no.
    Y así en otras cosas, pero intento por activa y pasiva que solo sean «victorias» en temas no importantes. Pero quién determina que es importante?

    1. Hola, Alkyria…
      Te entiendo. Esto de la maternidad/paternidad no viene con libro de instrucciones y muchas veces no sabes dónde está la línea. Cuando mostrarte firme y cuando no hace falta, cuando decir «basta» y cuando no… No es nada fácil. Es más, para mi es de las cosas más difíciles. Pero bueno supongo que si estamos conectados, centrados y nos vamos conociendo cada vez mejor a nosotros y a nuestros hijos, poco a poco va siendo un poquito más fácil… Espero, vaya! Yo todavía voy con la L 🙂
      Besos! Y mil gracias por contar vuestra experiencia!

  2. Me has puesto a pensar. Pocas veces lo he hecho como dices y revisando, realmente llora poco. pero también me pasa que a veces siento que los adultos por que es un niño se sienten con el poder de negarles todo porque si, sin razón real, solo por que ellos quiren, o porque son los adultos, y sienten que deben imponerse. Eso me choca demasiado. Yo trato de escuchar a Sara y si no es nada que sea peligroso o que nos afecte en algo importante ( por ejemplo que no como después su comida), por qué no?, por que negarle algo que la va a hacer feliz, simplemente por nuestra comodidad o deseo egoísta? Sin embargo, es claro que en varias ocasiones simplemente hay que dejarla que llore y que se exprese, mientras la acompañamos pero sin ceder en nuestra postura.

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