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Hasta el 6 de enero
formula magica

La fórmula mágica de la crianza: distanciarse del resultado

¿Te gustaría que a tu hijo le gustara salir a caminar al monte tanto como a vosotros? ¿Te gustaría que disfrutara tanto como tu de poder hablar en inglés? ¿Te gustaría que le apasionara como a su padre la música y tocara algún instrumento?

Si has respondido “sí” a alguna de estas preguntas, este post es para ti.

A veces, cómo padres, buscamos fórmulas mágicas que nos hagan conseguir unos resultados, unos objetivos… Deseamos lo mejor para nuestros hijos y deseamos compartirlo con ellos.

Sin querer y con la mejor de las intenciones, a veces proyectamos nuestras esperanzas y deseos en ellos.

Pero concretemos:

A mi marido y a mi nos encanta esquiar, es nuestro deporte favorito. Yo aprendí a esquiar gracias a él. No porque él quisiera que yo esquiara sino porque a él le apasionaba tanto y lo hacía todo tan fácil (si quieres venir, estupendo, si quieres que te enseñe, estupendo, si no, no pasa nada, si te aburres, no vengas, si… lo que tu desees) que me empezó a gustar.

Él me contaba lo que sentía cuando esquiaba y se lo veía en la cara. Me lo hacía fácil y me lo hacía pasar bien. Claro que seguramente prefería que yo aprendiera, pero era más poderoso su deseo de que yo hiciera lo que me apeteciera. “Prefiero que no lo hagas a que le cojas manía”, me decía.

Y así, poco a poco me fue gustando, hasta hoy, que es el deporte que más me apasiona.

Un día tuvimos a nuestra primera hija y, como siempre, empezamos a ir a la nieve. Podríamos haberle calzado unos esquíes a los 2 años, pero no lo hicimos. Pudimos habérselos calzado a los 3 y tampoco lo hicimos. Y a los 4. Y meterla en cursillos cada día.

Íbamos a la nieve y uno de los dos esquiaba mientras el otro cuidaba a la peque. Jugábamos en la nieve, y estábamos allí el tiempo que ella era deseaba. Cuando tenía suficiente (de frío, o nieve, o sol, etc), basta.

Un día nos dijo que quería probar y, menuda sorpresa, le encantó. Hoy esquía perfectamente sólo porque el interés y el deseo ha salido de ella misma. Sin empujones y sin forzar.

Claro que estamos felices, mucho, de poder esquiar juntos, pero sabíamos también que que no le gustara entraba también en los planes y no pasaba nada.

Con nuestra segunda hija igual: vamos a la nieve pero no esquía, ni le calzamos esquíes si ella no lo pide (y no lo pide). Jugamos, hacemos muñecos de nieve y guerras de bolas de nieve, y procuramos reírnos un montón. Nada más.

Nos distanciamos del resultado: quizás a ella también le guste o quizás no. Ella no es nosotros. Ella quizás tendrá otros intereses y estará bien.

Por el momento, lo único que hacemos es gozar del tiempo juntos en un lugar, la montaña, que nos gusta. Lo demás, quién sabe.

Por eso hoy te traigo esta fórmula “mágica”:

Distánciate del resultado. Date cuenta de cuando estás deseando mucho algo respecto a tus hijos y observa si es un deseo tuyo o si el deseo nace de tu propio hijo.

Ten en cuenta que cuanto más les presiones para hacer algo, menos interés tendrán en hacerlo. Cuando algo no nace de la libertad, de la curiosidad, del interés, del deseo genuino propio, normalmente no es algo con lo que disfrutes DE VERDAD.

Quieres que aprenda inglés? Pues no le agobies con el inglés. Si disfruta yendo a clases, estupendo. Pero si no, si se aburre, si no le interesa, si te echa de menos cuando está allí, si la profesora/or no conectan con él, sácalo, ya habrá tiempo de que aprenda inglés cuando realmente sienta que quiere hacerlo.

¿Quieres que le guste andar por el monte? Pues no le agobies con que ande por el monte. Id y pasarlo bien. Id pero si no quiere caminar, llévalo en brazos o haced juegos juntos en la pradera. No le fuerces a andar si no quiere, porque conseguirás el efecto contrario: que otro día te diga que al monte no quiere ir.

Sé natural y explícale lo mucho que te gusta saber hablar inglés, caminar por el monte o lo que sea sin esperar nada. Sin importarte si un día se convierte en alpinista o habla inglés de Harvard.

Sólo preocúpate de que sea feliz. Ten muy claro qué expectativas tienes, si las tienes y por qué. Deja que sea feliz y que sea libre.

Desde esa libertad, todo cuanto haga lo hará apasionadamente, aprenderá apasionadamente y será feliz haciéndolo. Porque habrá nacido de su deseo genuino. No le robemos eso.


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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

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