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Crisis

La crisis y los hijos

29.11.2011

Con todo lo que diré a continuación no quiero deprimir a nadie, al contrario. Cuando la crisis económica empezó yo trabajaba en la sección de Economía de Catalunya Ràdio. Recuerdo que era como algo lejano, porque realmente, se empezaba a notar en algunos datos, pero cuando queríamos hacer algún reportaje, nos costaba encontrar a gente en paro que la hubieran echado, o empresas que lo estuvieran pasando realmente mal. Os estoy hablando de los inicios, cuando se intuía que algo pasaría pero no se sabía demasiado ni qué ni cuándo. Que se acabaría la burbuja inmobiliaria era bastante previsible porque aquello no podía aguantar mucho, pero ¿qué consecuencias tendría? Creo que nadie podía intuir realmente la magnitud de esta crisis.

Ahora, hace tiempo que pienso que estamos en un momento en que es muy difícil hacer previsiones. Hace unos años, nadie se pensaba que las cosas pudieran ir como van ahora. Y ahora, al menos a mí, me cuesta mucho imaginarme como estaremos dentro de dos años, tres o ¡quince! Porque todo ya tiene un alcance que nos supera: es tan global, que a los mortales rasos (repito, al menos a mí) me cuesta pensar cómo será el mundo dentro de, pongamos… diez años. Lo que tengo claro es una cosa: no será como lo hemos vivido hasta ahora. Y esto tiene una primera consecuencia; nuestros hijos, (los que los tenemos pequeños) vivirán otra cosa, otro mundo, otra manera de entender muchas cosas. Porque las vacas gordas se han acabado, eso para empezar. Pero no sólo por eso.

Tengo la sensación de que lo peor está por llegar. Y no es que esté hablando del Apocalipsis, ni sea una pesimista sin remedio. Pero creo que no hay que ser ninguna mente privilegiada para ver que las cosas primera, no van bien, y segunda, tienen difícil solución. Precisamente por eso creo que tenemos que estar muy, muy centrados y tener siempre presente qué transmitimos a nuestros hijos, que no sean ellos los que paguen los platos rotos. Los agobios de no llegar a fin de mes, la preocupación por cómo irán las cosas, por si saldremos adelante, por el miedo que nos atrapa después de ver un telediario… Debemos tener clara una cosa: ellos se adaptarán. Los niños, siempre se adaptan, tienen esta capacidad, vivir el presente y adaptarse mientras siguen siendo niños. Por este motivo, aquí el gran trabajo lo tendremos que hacer los adultos, que esto de encajar los cambios y adaptarnos a ellos nos cuesta un poco más. De hecho, la palabra «crisis» significa eso «cambio» y me parece que vendrán más de los que nos pensamos.

Cuando estamos de parto sabemos el que nos gustaría tener y a veces también sabemos que quizás no será posible. Durante el trabajo de dilatación vemos si hay evolución o no, vemos las caras de los profesionales, vemos cómo nos sentimos y poco a poco, va avanzando hacia donde deseábamos… o no. Si es que no, debemos tener la capacidad de adaptarnos, de ir asumiendo la realidad como nos viene conectadas siempre a aquel bebé que también ve como los «cambios de planes» le acabarán afectando. Un bebé que quizás también tiene miedo porque no sabe qué demonios tiene que hacer, ahora. Cuanto más centradas estemos, cuanto más conectadas a nuestra esencia estemos y en consecuencia, a ellos, más fácil nos será atravesar un parto que quizás no ha ido como esperábamos. Y por supuesto, el bebé llegará a este mundo con la certeza de que la madre lo acompaña. Lo desconocido es mucho más agradable cuando llegas cogido de la mano de quien más quieres.

Por eso, hoy, mañana y siempre, pase lo que pase, estemos centradas, estemos conectadas a nosotras y a nuestros hijos asumiendo el presente como venga, aunque sea desconocido y a veces nos dé miedo, mucho miedo. Si estamos juntos y conectados el miedo se hace mucho más pequeño.

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

4 respuestas

  1. Totalmente cierto. Se de lo que hablas. Mi país lleva más de 50 años de una guerra de guerrillas que no da tregua. Al parecer el fin esta cerca y parece, por 1era vez, que yo lo voy a ver y mis hijos no lo van a vivir. Pero sin embargo, aún no termina. Nada más este fin de semana asesinaron a un grupo de soldados secuestrados que llevaba 14 años en cautiverio.. 14 años.. increíble que después de casi media vida (yo tengo 32 años) ese haya sido su final. Hace 14 años yo era una adolescente. Mira quien soy ahora, una mujer adulta, casada, con una hija. Y estos pobres soldados, durante esos 14 años, solo envejecieron rodeados de selva, de la manera más inhumana posible, por una lucha que no existe, a mano de unos facineroso criminales. Es triste ver que el mundo va mal. Pero a pesar de eso no hay que tornarse demasiado pesimista ni triste. aun, y a pesar de todo, estamos llenos de sueños, de proyectos y de esperanza. La situación económica por acá nunca ha estado también como allá, pero estamos saliendo adelante y vemos el futuro con buenos ojos. Como dices, debemos estar centradas y conectadas a nuestros hijos para poder salir adelante y llevarlos de la mano por el presente que nos toque vivir. Coincido, juntos y con amor, el miedo se hace mucho más pequeño.

    1. Zary, tienes toda la razón… ¡qué duro y sinsentido! Eres una persona optimista que tira adelante transmitiendo lo mejor a los tuyos y eso es fantástico. Gracias por dar tu visión y explicar tu sentir aquí. Un beso.

  2. Interesante reflexión…

    El hecho de estar conectadas, no solo con nosotras mismas, si no con nuestros hijos y pareja, nos ayuda a ver con claridad, qué es lo más importante en la vida. Por ejemplo, el amor, la camaradería, esos momentos en que lanzas piedritas al río con tus hijos o cuando colechas con ellos, o cuando sin ni un céntimo en el bolsillo, los llevas a un parque a caminar sin zapatos por el cesped.

    Yo en mi niñez, pasé una de las peores crisis económicas familiares, pero solo el hecho de tener a papá y a mamá junto a mí, dándome lo básico (alimentación, techo, educación pública y mucho amor) hizo que conforme pasaban los años y la situación económica mejoraba, yo no crecierá con la idea de que algo me faltaba, es más, ahora recuerdo esos años en que mis tíos nos regalaban comida, como los más felices de mi vida, porque estabamos mas unidos que nunca, porque salir un domingo a hacer algo diferente era la excepción y no la regla, como que lo disfrutaba más.

    En estas épocas, donde el consumismo está por todos lados, donde escucho comentarios de padres frustrados por no poder dar a sus hijos el artículo o la prenda de tal marca, me pregunto, cómo no somos capaces de ser felices sin esos aditamentos?

    Yo la verdad es que pido mucho, para que en estas épocas de «vacas no tan flacas» no olvide cada día la escencia de la vida, porque hoy se está así pero mañana no se sabe, y lo peor sería, que una familia se pierda o se desmorone solo porque no hay dinero o cosas materiales…

    1. Gabriela, cómo me gusta que contéis vuestra experiencia desde otros países, que expliques lo que has vivido… Es fantástico ver otros puntos de vista y otras realidades… Me alegro que tus padres te transmitieran lo que has contado, porque demuestra que lo más importante no se paga ni se compra. Un beso y gracias por compartir, una vez más.

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