19.7.2012
Una noche, en plenas vacaciones en la costa atlántica francesa, de repente me desperté con un ruido bestial que me costó reconocer. Estaba profundamente dormida y no sabía qué estaba pasando: el corazón parecía que me salía por la boca y lo primero que hice, en milésimas de segundo, fue saltar sobre Laia y protegerla con mi cuerpo. La abracé y entonces lo supe: era un avión militar rompiendo la barrera del sonido. Él y yo estábamos totalmente despiertos y asustados, no porque no hubiéramos oído nunca ese ruido, sino porque eran las tres de la madrugada y nos había dado un susto de muerte. Ella se movió, se acurrucó contra mi cuerpo y ni siquiera se despertó.
Al cabo de un rato ya no se oía ruido pero ambos estábamos totalmente desvelados, con el corazón todavía a mil. Me sorprendió mi primera reacción, antes de saber qué era lo que estaba pasando, antes incluso de haberme despertado de verdad, yo ya estaba «protegiendo» a Laia.
Hace pocos días tuvimos aquel otro susto que creo que deben tener, algún día u otro, todos los padres: ella está contenta, está a punto de entrar en el coche y de repente hace un movimiento rápido y sale por el otro lado para entrar por la otra puerta, pero es una calle donde pasan muchos coches y haces un grito desesperado «¡LAIA!» para decirle que no cruce, que pare, que se quede quieta, y él la agarra al vuelo, porque ella iba demasiado rápido como para parar con nuestro grito. Al cabo de un segundo me di cuenta que, mientras el corazón me volvía a salir por la boca, me caían lágrimas de los ojos. Miedo. Sentí tanto miedo… En un momento vi la película que no quiero tener que ver nunca… Coche, niña, calle, gritos, desastre… y sí, empecé a llorar. Del susto, del impacto, del miedo, de una situación que nunca había vivido todavía… de todo a la vez.
Porque esto de criar es increíble. Tener una hija es sin duda lo mejor que me ha pasado en la vida. Nunca había amado tanto ni nunca he sido tan feliz como desde que ella está… y a la vez … soy consciente de que si alguna vez le pasa algo, el grado de miedo, de sufrimiento, de desesperación y de dolor será, también sin duda, el más brutal, rompedor y terrible de mi vida. Como si con la maternidad y paternidad hubiera una moneda de dos caras al aire: la de la felicidad más absoluta, y la de la desesperación más profunda… y la moneda está en el aire a ratos, y rezas para que siempre caiga del mismo lado. Porque a veces todo depende de un segundo, de un instante que tiene el poder de cambiarlo todo. El poder de que caigan sólo unas lágrimas a una madre asustada, o el poder de que te pasen las ganas de vivir.
Y en todo momento… el instinto: mío y del padre. El instinto que me hizo abrazarla en seguida y el que me hizo gritar con toda el alma cuando vi peligro. El instinto del padre que se aseguró que estuviéramos bien en Francia y el que le hizo coger a Laia y detenerla de un plumazo. Nuestro instinto animal de padres que se preocupan por su cría y que la quieren tanto, que ni siquiera somos capaces de describirlo, y que sólo otros padres pueden entender realmente de qué estoy hablando ahora.
4 respuestas
Recordo unes vacances a la Vall d’Aran, fent una excursió que de cop i volta vaig sentir el perill: alguna cosa em va alertar que hi havia alguna cosa que no funcionava. Érem colla i ens vigilàvem els nens però just en aquell moment vaig buscar el Berenguer que no era amb mi i el vaig veure penjant a la barana d’un pont mirant al riu, era un travesser de fusta amb un forat prou com perquè hi caigués. Recordo molt bé la sensació de sentir l’instint, vaig estar molt agraïda de sentir-lo ja que em va permetre protegir el meu fill! Per sort, tot va quedar en un ensurt!
Hola, Lali!
Sí! És fantàstic… I més en el teu cas, que t’avisa quan tu encara no has vist res de res… Celebro que fos només un ensurt… dels grossos, però ensurt.
Una abraçada
Conozco es miedo absoluto y esa felicidad profunda.. lo describes tan bien que casi puedo sentir las dos cosas mientras te leo.
Sí, Zary, seguro que sientes lo mismo… Es una dualidad espectacular que seguramente no sucede con ningún otro tipo de amor… ¡Les queremos tanto!
Besos, guapa!