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Hasta el 6 de enero
Presente

Expectativas frustradas

10.1.2012

Si alguna revolución ha provocado en mí la maternidad es la del PRESENTE. Cuando tienes un hijo, las frases que empiezan con un «es que yo creía que…» o «es que yo lo que quería era…» dejan de tener sentido. El embarazo, el parto y la crianza te ponen de cara a la realidad, a lo que es, sea lo que sea, independientemente de que nos guste o no. Y de alguna manera, nos da un baño de madurez que no imaginábamos cuando, tiempo atrás, hacíamos castillos en el aire.

No sé por qué, los humanos tenemos una capacidad infinita de crearnos expectativas casi constantemente. Proyectamos sin parar en el futuro; deseando, imaginando, esperando que sea de tal o cual manera… Me pregunto si esta tendencia tan arraigada es porque en el fondo, estar anclados en el presente nos da miedo. Sentirnos en el aquí y ahora hace que tengamos que hacer esto; sentir. Sentir como estamos, asumir el momento presente como venga, y atravesarlo también como venga. Proyectar en el futuro, crear de forma incansable expectativas hace que podamos escapar un poco de un presente que, a veces, no nos es satisfactorio.

Pero los hijos anclan. Haces planes y ellos los deshacen. No como un acto de mala voluntad, faltaría más, sino aportando realidad a lo que es. Tú puedes haber esperado un embarazo idílico y resulta que tienes que hacer reposo absoluto, algo que no habrías imaginado nunca y que te remueve la entraña. Tú puedes haber deseado un parto no sé cómo y resulta que termina de la manera menos esperada. Tú puedes haber proyectado un postparto difícil y resulta que es fácil e incluso, placentero. Tú puedes haber pensado que con tu hijo harías tal o cual cosa y cuando lo tienes en brazos, te preguntas cómo demonios podías haber pensado aquello y actúas de la manera que menos imaginabas. Tú puedes haber pensado que un hijo te llenaría y resulta que te sientes más vacía que nunca. O al revés, pensar que tener un hijo sería una mala jugada y resulta que es lo mejor que te ha pasado en la vida.

Y entonces nos encontramos ante el espejo, con más o menos dominio de vivir el presente con todo lo que ello conlleva y nos damos cuenta que muchas expectativas han sido frustradas. Expectativas que nos creamos nosotros, que nos inventamos nosotros y que, de alguna manera, nos «imponemos» nosotros. Expectativas de la madre, de la mujer, que se ha hecho «mayor» de repente dándose cuenta de una manera brutal que a veces las cosas no van como una había imaginado, tampoco con los hijos. Y también las expectativas del padre, del hombre, que quizás se pensaba que con un bebé en casa las cosas serían así o asá y lo que se encuentra en realidad es un presente difícil de asumir a ratos. Nos encontramos, padre y madre, reconstruyéndonos, volviendo a encajar las piezas de un rompecabezas que de la noche a la mañana tiene una pieza más en el dibujo. Nos encontramos reubicándonos, creciendo y aprendiendo a marchas forzadas, intentando no naufragar en este tiempo de hormonas, de casas caóticas, desordenadas y con el suelo lleno de pedazos de aquellas expectativas que habrá que barrer y tirar a la basura.

Y quizás, de todo, lo más difícil es no ser demasiado duros con nosotros mismos. Porque a veces, el peso autoimpuesto de las expectativas frustradas es tan grande que nos cuesta verlo sólo como lo que son, ilusiones. Meras ilusiones sin ningún tipo de importancia en el momento actual. Ilusiones que hay que observar para aprender qué nos están diciendo, pero que no sirven de gran cosa más. A veces lo más difícil es llegar a amar nuestro presente aunque no sea como nosotros pensábamos que sería. Llegar a amarnos a nosotros mismos a pesar de habernos transformado en alguien que no sabíamos que también podíamos ser. Llegar a amar al otro a pesar de haber tomado otros matices que ni siquiera sabíamos que podía tener. Y agradecer a nuestro hij@ y a la vida que nos haya hecho tomar conciencia, que nos haya quitado la venda de los ojos, que nos haya hecho crecer y madurar, aunque a ratos hayamos gritado con rabia lo de: «Quiero que se cumplan las mis expectativas!»

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

16 respuestas

  1. Bonica reflexió. Al final els nostres fills la lliçó més important que ens ensenyes es a gaudir i exprimir els moments presents. Sense més. Tot i que aquesta frustració de la que parles quan ens trenquen els nostres plans involuntariament i sense malícia, crec que tots els pares i mares l’hem sentit, per molt que ens estimem als nostres fills

    1. Sí, Sandra, perquè quan no tenim fills fem molts plans i aquests plans, la majoria de vegades, es poden dur a terme. Quan et converteixes en mare o en pare t’adones que vas molt més sobre la marxa perquè fer plans no té molt sentit. O els fas igualment sabent que molt probablement els hauràs de canviar i acabar improvisant. Acabes, crec, sent molt més flexible del que eres en un principi i aprenent molt més que l’únic que important és ara i aquí.
      Una abraçada

  2. Tienes toda la razón Miriam. Si algo enseña el embarazo y la maternidad es que no hay nada seguro, ideas preconcebidas ni expectativas. A mí mi hijo me enseña cada día y desde el mismo minuto en que supe que estaba dentro de mí, a mirar el mundo a través de sus ojos y a esperar las cosas que él quiera aportarme

    1. Hola, Silvia. A veces nos cuesta entender que hay cosas que se escapan a nuestro control y que, por lo tanto, es mejor gozar y vivir plenamente el presente. ¿Para qué preocuparnos por cosas que ni siquiera sabemos si van a suceder? ¿Para qué hacer castillos en el aire proyectando sin parar? A veces estamos tan absortos proyectando en el futuro que nos perdemos la vida mientras pasa; nos perdemos esa sonrisa preciosa de nuestro bebé, ese nuevo gesto, esa nueva palabra… Por suerte, la maternidad y paternidad nos ayudan a darnos cuenta de si estamos o no poco presentes. Y así, vamos aprendiendo…
      Un beso.

  3. En todo tienes razon soy de esas mujeres que acostumbra hacer castillos en el aire deseando desempeñar mi profesión y a la vez atender mis actividades familiares y de mamá, eso me ha traido el andar rapido, con los nervios de punta, y una serie de sentimientos encontrados por lo que quiero llegar a ser y lo que puedo ser, a veces quisiera olvidarme de trabajar y dedicarme a mi familia a mi nena pues siento mucha culpa por no prestarle la atencion necesaria pero por el otro lado deseo seguir desempeñandome mi esencia se niega a ser solo una ama de casa a los 26 años… que dificil lo he pensado le he dado vueltas … a veces trato de no pensar en el tema y dejar que la vida corra sin preocuparme de nada

    1. Patty… entiendo ese sentimiento de querer llegar a todo y tener la sensación que es imposible… La culpa, las prisas, el «corre, corre»… Sé que quizás es difícil encontrar un espacio y un momento para parar, pero creo que es necesario. Encontrar a diario un momento, por corto que sea, para parar y sentirnos. Sentir, respirar hondo, vaciar la cabeza de preocupaciones, expectativas, deseos… y parar. Y en el reposo, en la pausa, nos será más fácil contactar con lo real, con la esencia e incluso, con los deseos reales de qué queremos para nuestra vida y para los nuestros. De cómo queremos vivir… Pero para poder estar un poco presentes en la crianza de los hijos, en nuestra vida, es necesario bajar de revoluciones y parar un poco. Parar la mente, bajar el ritmo de nuestra respiración y centrarnos. Es imposible estar presente si se está descentrado y los hijos nos necesitan presentes.
      No es fácil, Patty, pero es necesario… para ti y para los tuyos.
      Un beso.

  4. A veces es inevitable, pero lo mejor es no hacerse una idea preconcebida. Muchas de las dificultades en la vida vienen por esas expectativas no satisfechas. Tenemos que aprender a vivir en el presente, menos mal que cuando tenemos hijos nos «obligan» a ello.
    Un abrazo

    1. Totalmente de acuerdo en que tenemos que aprender a vivir en el presente, y también de acuerdo en que es inevitable vivir alguna expectativa frustrada… Es ley de vida, supongo.
      Un abrazo.

  5. Una buena reflexión que ayudaría a muchas personas (antes, durante y después de ser padres, e incluso si nunca llegan a tener hijos): «llegar a amar nuestro presente aunque no sea como nosotros pensábamos que sería».
    Quizá parte de la ansiedad que vive esta sociedad se debe a eso, a que vivimos creándonos expectativas sobre el futuro que incluyen variables que están fuera de nuestro alcance.
    Me viene a la mente la frase «La vida es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes», creo que la dijo John Lennon.
    Un abrazo

    1. Elena, esta frase que has escrito es excelente y describe a la perfección de lo que estamos hablando, del presente, y de la inutilidad de hacer castillos en el aire. Y sí, yo estoy convencida que parte de la insatisfacción vital de nuestra sociedad viene dada, en gran parte, en la incapacidad de vivir el presente.
      Gracias por comentar y bienvenida al blog.

  6. Me ha gustado mucho el artículo. Yo he vivido la experiencia de la maternidad en dos ocasiones y lo que experimentas son un sinfín de sensaciones, a veces, contradictorias… cómo todo en la vida es un aprendizaje, con sus aciertos y sus errores, con lecciones más difíciles unas que otras… pero sin lugar a dudas es el aprendizaje más profundo que puedes llegar a tener de tí misma, porque si algo te «exige» la maternidad, es dar lo mejor de uno mismo. Es un privilegio poder acompañar una vida desde su comienzo, pero también una responsabilidad.

  7. No se si me crean pero, el entrar a este blog a traido mucha paz miriam tus consejos e ideas son geniales asi como la retoalimentación de todas las mamitas

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