Rut es la primera vez que hace la maleta de su hijo y no está contenta. Es la primera vez que le pone todo lo que necesitará dentro y no tiene, al lado, su maleta grande con lo que ella debe llevarse. Porque esta vez, Rut, no va a ir a ninguna parte.
Escoge los calzoncillos, la camiseta, los pantalones… de una manera mucho más meticulosa, si se puede, que las otras veces porque hoy sí que no se perdonaría olvidarse de algo. Mientras, un poco más allá, Roberto juega con el tren que le trajeron los Reyes. Juega, mirando de reojo como su madre lo va colocando todo en la maleta. La ve triste, la siente triste y él, de alguna manera, también lo está.
Ayer mamá le explicó que este sábado y domingo debería ir a pasarlos con su padre. Él lo vendría a buscar el sábado por la mañana y lo traería de vuelta a casa el domingo por la noche. Roberto tiene cuatro años y apenas ahora empieza a entender qué quiere decir exactamente mañana por la noche… Se siente como nervioso, ha visto que esto que está a punto de pasar es importante pero no sabe muy por qué. Le da cosa que no vaya su madre y al mismo tiempo, tiene ganas de estar con su padre. Hace tanto que no le cuenta un cuento para acostarle…
Unos kilómetros más allá Daniel lo tiene todo listo. La habitación de Roberto está fantástica y le hace mucha ilusión que la empiece a utilizar. Aún así, sabe que por ahora, dormirá con él, en su cama grande… Le prometió: «cuando vengas a dormir a casa si quieres, puedes dormir conmigo, y así no tendrás miedo de nada…» no le quiso decir que lo que más miedo le daba a él era que echara de menos a su madre. Y por otro lado… la verdad es que tiene ganas de sentirle cerca. Hace muchas semanas que le echa de menos y ahora, que tendrá un día y medio para estar solo con él, no quiere perderse nada. Nada de nada.
A finales de noviembre Rut y Daniel se separaron. Ninguno de los dos sabía decir exactamente por qué motivo específico y en cambio, tenían un montón de generales. En resumen: hacía tiempo que no se entendían, habían dejado de ir a la una y poco a poco, se habían ido distanciando. Se podría decir que en el último año y medio habían sido más compañeros de piso que compartían la crianza de un hijo que una pareja. En el fondo, ambos saben que cuando se pusieron a buscar a Roberto, muy bien ya no estaban. Pero lo querían intentar y les fue bien una temporada: todo lo que viene después de un sí en el test de embarazo es tan intenso que tiñe todo el resto de poco importante. Pero su crisis de pareja era importante: simplemente quedó aparcada, arrinconada, durante una temporada.
Hasta que todo volvió a salir y, si se puede, con más fuerza todavía. No han llegado nunca a caerse mal y en el fondo, siguen queriéndose, pero ninguno de los dos quiere estar con el otro ya. Dar el paso de separarse les supuso mucho dolor, no tanto por ellos sino porque se sentían culpables hacia Roberto.
Mientras Rut le hacía la maleta pensaba que entre los dos, lo acababan de obligar a hacer bolsas hasta, como mínimo, los 18 años y eso le rompía el alma. Hoy ella lo veía todo negro. Pensar que quizás Roberto la echaría de menos y ella no estaría para abrazarlo la hacía llorar. Pensar que se pasaría los próximos años con sólo su hijo la mitad de los fines de semana la hacía entristecer… y de qué manera.
Daniel había tenido unos días en que lo había visto todo negro pero hoy no. Hoy era feliz. Subió al coche diez minutos antes de lo que había calculado, seguramente porque estaba nervioso. Había planificado un fin de semana fantástico con su hijo y no quería llegar tarde por nada del mundo.
Cuando llamó a la puerta, Rut ya lo tenía todo listo. A ella, el corazón le dio un vuelco; era demasiado pronto. Pero intentó respirar hondo y hacer buena cara: Roberto no tenía ninguna culpa.
– Cariño, ven que ya ha llegado papá!
– ¡Ya voy!
Cuando lo vio en la puerta, Roberto se le tiró encima.
– ¡Papá!
– Tenía muchas ganas de verte, hace rato que pregunta por ti – le dijo Rut.
– Yo también – contestó él. – ¿Qué, ya lo tienes todo listo?
– Sí.
– Ponte la chaqueta– le dijo su madre.- Ven aquí…
Lo abrazó bien fuerte, un abrazo largo de aquellos que sabes que llevan implícito un montón de frases que no se dirán. Daniel vio como le costaba a su ex mujer, soltar a Roberto ese fin de semana y lejos de ofenderse, lo entendió.
– Tranquila, Rut, te enviaremos fotos y si quieres te llamamos esta noche, ¿verdad Roberto, que llamaremos a mamá para darle las buenas noches?
– ¡Sí!
– Gracias. – Se giró y se secó una lágrima que tenía dentro del ojo y que no se había atrevido a caer todavía. Rut no quería que la vieran llorar.
Los vio subir al coche y les dijo adiós con la mano. Roberto estaba emocionado y nervioso a la vez. No le gustó ver a mamá como le decía adiós desde la puerta. Se puso triste… Él también había notado aquel abrazo distinto y de alguna forma, ahora ya dentro del coche, la echaba de menos. Pero era extraño porque, a su vez, estaba contento. Se marchaba con papá de fin de semana, que le estaba contando el montón de cosas interesantes que harían a partir de ahora.
Rut recibió un mensaje al móvil «¿Ya se han ido?». Era Gloria, su amiga del alma. No contestó. Al cabo de nada recibió otro «Estará bien, Rut. Es su padre y le quiere tanto como tú. Va, ponte guapa que dentro de tres horas te quiero en el puerto para comer la paella pendiente con Maica y Luís. ¿Quieres que te recoja?» Rut no tenía ganas de ponerse guapa ni de ir a comer. Rut estaba triste por tantas cosas que ahora mismo no sabía ni por dónde empezar: por el fracaso de su relación con Daniel a quien ella se pensaba que amaría toda la vida, por haber hecho de su hijo un niño con padres separados, por estar sola todo el fin de semana, por no tener ahora a nadie… En el fondo sabía que nada era grave y que todo, en el fondo, era para bien. Pero ahora tenía ganas de pensar justo lo contrario.
Pasaron las horas y Daniel y su hijo se lo pasaron bomba. Fue «su» día y el padre estaba radiante de felicidad. Cenaron pizzas mirando una película de dibujos animados y luego fueron a la cama. «¿Llamamos a mamá?» preguntó Roberto. A Daniel le dio rabia no haberlo pensado un poco antes para haberlo propuesto él. Marcó el número y le dio el teléfono: «Mamá… soy yo. Nos lo hemos pasado muy bien y ahora hemos mirado una película «
Hablaron un rato más y finalmente se tumbaron padre e hijo en la cama.
– Papa, no te vayas
– No me voy, hijo mío… estoy aquí y me quedaré hasta que te duermas. Puedes relajarte…
– Es que…
– ¿Echas de menos a mamá?
– Sí
– Ya lo sé… la quieres mucho...- se hizo un breve silencio y luego Daniel empezó a cantar una canción, la que recordaba que Rut cantaba a menudo a Roberto para que durmiera. Él no sabía cantar muy bien, pero le había salido así, espontáneamente, esperando que fuera lo que su hijo necesitaba oír… algo que le conectara, aunque fuera un poquito, con su madre y le hiciera pasar la añoranza. Al cabo de cinco minutos Roberto dormía.
Daniel se sintió victorioso… había sido mucho más fácil de lo que se había imaginado. El momento de ir a dormir le daba miedo, temía que el niño se pusiera a llorar y no saber cómo calmarlo. Estaba contento y a la vez, nostálgico. Se sentó en el sofá.
Rut estaba en casa de su hermano. Marc la había invitado a cenar para que no estuviera sola. La conocía lo suficientemente bien como para saber que este fin de semana era uno de los más duros de su vida y quería acompañarla. Ella intentaba evadirse y estar presente en las conversaciones de su hermano y su cuñada, pero de vez en cuando no podía evitar mirar la hora. «Ahora ya deben estar en la cama», pensaba sin decirlo en voz alta «Espero que no llore ni me eche de menos…» y mientras su cabeza se debatía entre estar presente en la cena o imaginar cómo les debería ir la primera noche solos a Roberto y Daniel, recibió un mensaje en el móvil: «Ya duerme. No sufras, todo ha ido bien. Gracias por cantarle siempre la misma canción de cuna. Se la he cantado (como he podido) y en un momento dormía. Espero que estés bien. Hasta mañana «
Rut se emocionó. Agradeció infinitamente a su exmarido ese mensaje. Se le llenaron los ojos de lágrimas y ante la cara de sorpresa que hicieron su hermano y su mujer sólo pudo decir: «Perdonad. Era Dani… que Roberto ya duerme».
No dijeron nada y se limitaron a entenderla.
29 respuestas
Com sempre, toques la fibra! i he recordat el que sentia jo quan era petita. Llastima que a mi no em van acompanyar d’aquesta manera.
una abracada
Hola, Raquel…
Em sap greu. En les separacions hi hauria d’haver pares molt empàtics que sabessin posar-se a la pell dels fills. I homes i dones que deixessin de banda les lluites o el que els desuneix, per pensar que per sempre més hi haurà un fill que els necessita presents i en pau.
Una abraçada
Una historia preciosa, a pesar de dolor que refleja. Se me han saltado las lágrimas al leerla.
Gracias Cristina!
Besos
Las lagrimas han sido inevitables. Gracias Miriam.
A ti Zary…
Besos
Quina manera de caure les llàgrimes. Recordo perfectament les maletes. L’anyorança, el desconcert, la culpabilitat. A vegades sento tristesa de la nena petita que encara porto dins. I ara que sóc mare em fa més mal que mai. Suportar el meu dolor i el dels meus pares. Desitjo no haver de repetir mai aquesta situació. Enhorabona per plasmar-ho tant bé. Petons
Hola, Alexandra.
Potser ho he plasmat tan bé (com tu dius) perquè jo també recordo perfectament cada detall: les maletes, l’enyor, la culpa… Perquè també ho he viscut i perquè em passa el mateix que a tu.
Una abraçada plena d’empatia.
Carai Miriam, no m’esperava gens la teva resposta. Tanmateix, de sobte ho entenc tot: em sento tan reflexada en pràcticament tot el que escrius, que alguna arrel ben interna havíem de tenir en comú 🙂 Una abraçada gran
Hola, que gran verdad. Al leer todo eso me a echo sentir sensaciones que no sabía que las tenía. Pero no puedo decir que se siente al «hacerles las maletas» pero sí que puedo decir que es muy duro una separación y aún más con niños por medio, el padre de mis hijos se a ido sin explicación alguna, y estoy sola con tres criaturas de 9 años, 2 años y 5meses. No sé cómo explicarles al mayor que su padre y su madre no viven juntos. Y me gustaría recibir un mensaje que me preguntara por ellos, cosa que no a echo de momento. Que dura es la situación y el momento. Miriam que grande eres la verdad te expresas de una manera que me gusta muchísimo, y me haces sentir muchísimas emociones, de alegría y otras de tristeza.
Sigue así y nunca cambies.
Ánimo, Victoria. No te conozco, ni he pasado por eso, pero debe ser muy muy muy duro. Ánimo con todo, seguro que podrás!
Victoria,
Siento mucho por lo que estás pasando, no imagino lo duro que tiene que estar siendo. Te mando un abrazo muy fuerte.
Hola, he visto que este texto es de hace tiempo pero me ha llegado ahora. Muchas gracias, se me han saltado las lágrimas. El momento de despedirnos de nuestros hijos, tan pequeños, es brutal, pero lo has enficado de una manera positiva y creo q es lo que hace falta. Gracias de nuevo por tu texto
Hola Paula,
es que no es muy habitual. Normalmente el dolor hace que lo descarguemos a veces con la otra persona y la otra persona en nosotros y esto es nefasto para los dos pero también para los niños. El respeto mutuo y el amor que se ha sentido el uno por el otro en algún momento tendrían que ser el hilo desde donde tejer la nueva situación. Un abrazo.
ningú que no ho hagi viscut sap com n’arriba a ser de dur! plores d’amagat….ets sent sola i culpable. Intentes treure la força d’algun lloc desconegut. Mires el teu voltant i tot són families felices i tu ets sents la més desgraciada i mala mare per fer passar al teu fill quelcom tant dolorós. Diuen que és qüestió de temps… però hi ha emocions que queden en la memòria per sempre….
T’envio una abraçada ben forta. No, no ha de ser gens fàcil… 🙁
Creo que no hay forma de explicarlo mejor, y aunque sepas que está bien duele. Porque piensas que es tu niño y que nadie sabrá cuidarlo como tú lo haces, porque no podrás consolarlo si está triste no disfrutar con él de las aventuras que vivirá eses días. Y pasan los años y ese sentimiento no cambia ni desaparece aunque tu niño vaya creciendo.
Hola Margarita… como decía antes, debe de ser algo a lo que nunca se acostumbra una, ¿no? Un abrazo.
Uff qué de emociones!! Me ha encantado leer tu relato, debe ser muy duro una separación cuando hay niños por medio, ojalá todas fueran tan civilizadas y con tanto amor como las describes en tu cuento.
Sí, ojalá, aunque creo que por desgracia, no son la mayoría. Un abrazo.
Molt identificada, ja ho saps. Petons.
Ho sé. Una abraçada ben forta, guapa.
Ostres, m’ha saltat la llagrimeta. Tinc dues amigues en aquest procés, i no se si es per elles o només de pensar que em pogués passar se’m posa la pell de gallina.
T’entenc… Una abraçada, Ramon!
Impressionant Míriam, com m’he emocionat llegint aquesta història amb la que hi trobo tantes identificacions, i a la vegada, tanta contrarietat. Em desperta emocions que experimento cada setmana, i recordar les que pot sentir el meu fill encara em fa més conscient de la necessitat que l’acompanyem com es mereix. Admiro les famílies que tot i el gran dolor que senten, saben posar al capdavant el benestar dels nens i són capaços de deixar les seves diferències personals de costat, quina llàstima no saber-ho o voler-ho fer millor, per ells, pels petits, i també per nosaltres, perquè si ells estan bé els pares estarem millor. Confio en poder-ne aprendre, continuo llegint-te. Gràcies!
Gràcies Magda. Una abraçada!
Uff Míriam… Cómo toca la fibra tu texto. Y con quien más empatizo es con esa pobre madre que tiene que afrontar una soledad o vacío que nadie merece. Un abrazo y enhorabuena por tu trabajo!!
Fa una estona el meu fill de 3anys acaba d marxar amb el seu pare per 1r cop a passar el cap de setmana.Porto uns dies explicant-li,amb un entucias-me fictici per tal que ell ho visqui bé.Ahir al vespre vam preparar la bossa junts i fins q no ha sortit per la porta he estat bé, pensant q arribava el moment però fent-me la forta.Una abraçada ben forta i un petó,i ell content pq portava el seu nino amb el q dormim per ensenyar-li al pare.Però ha sigut marxar,i començar plorar i preocupar-me x com passarà la nit.
És molt dur haver d despedir-se sabent q aquesta nit no estarem junts. I es dur i em sento molt culpable pq el meu fill hagui d viure aquesta situació a partir d’ara, tt i qui va marxar d casa d cop va ser el pare.Avui me’n vaig amb cosins a passar el dia després d la seva insistència pq estigui distreta,però abans d vestir-me he volgut buscar maneres d com afrontar tota la tristesa q sento per dins ara mateix,i mhe trobat aqui.Al lleguir-ho, evidentment he seguit plorant, però també reconforta poder-se sentir tan i tan identificada.Ara estic una mica més tranquila, ja no estic plorant.Gràcies