Hoy me ha vuelto a pasar y últimamente es muy a menudo: me siento en silencio en mi despacho y empiezo a escribir. De repente, las palabras se me llevan y cogen las riendas. Van solas. Es como si yo no decidiera nada porque fluyera todo a través de mí. Y me va atrapando y atrapando, y escribo, escribo, escribo rápido y sin parar… y acabo llorando, emocionada por lo que he escrito. No porque sea bonito o no, sino por de dónde sale. De lo más profundo del corazón o del mismísimo Universo, quién sabe, y me remueve y sacude entera. A veces me duelen los hombros y las manos de teclear tanto y de la potencia del momento…
Y cuando pasa eso tengo un momento de lucidez, y mi niña interior que a ratos se muere de miedo por si el nuevo libro es “malo” o “no gusta” o es “flojo”, se calma porque la parte más sabia que habita en mí le dice “todo esto no importa. El libro no eres tú. El libro sale a través de ti porque tiene que ver la luz.
Eres un canal, nada más. Créalo, disfrútalo y después, desengánchate de él y deja que vuele”.
Justo antes de que pasara todo esto he tomado esta foto, presagio de lo que vendría.
Bendito momento
Gracias por leerme, hoy y siempre
Artículo publicado en Instagram y Facebook el 19 de Noviembre de 2020