18.9.2013
Escribo en el silencio de una tarde de últimos de agosto que parece más de otoño que de finales de verano. Cuando hago esto, escribir, me siento en conexión contigo, quizás por eso he vuelto a tener esa necesidad imperiosa de re-encontrarme de nuevo cada día con el ordenador a solas. Es como si este tiempo fuera sólo nuestro, ahora, cuando puedo plasmar en una pantalla lo que siento, lo que experimento desde que estás aquí. Lo mismo que me pasaba con Laia y me ha pasado durante muuuucho tiempo. Ahora, la diferencia con ella, es que todo lo que le quiero decir se lo digo, y me entiende, y podemos hablar, y esta conexión ya no es sólo en silencio.
Estos días pensaba en tu viaje, este que estás haciendo para llegar del todo a mí, para llegar aquí donde estamos nosotros. Eres muy pequeño y te estás formando y, de alguna manera, siento que tu alma aún vuela libre, todavía no te noto denso dentro mi vientre, sino que te sé en algún otro lugar, mirándonos, esperando, transformándote. Hace poco caminaba por la calle y me daba cuenta de la trascendencia de esto que pasa en mí, de lo que ocurre en el cuerpo de tantas y tantas mujeres cada día en el mundo. Era mi secreto caminando por la calle, el secreto de estar embarazada y me sentía en cierto modo, un poco lejos del resto del mundo. Del resto de la rueda que gira, y gira, y gira… Como si una vez embarazada, aquella rueda quedara un poco lejos, un poco difusa y desde la distancia, pareciera totalmente ajena a lo que una siente, vive y piensa.
Y entonces pensé en el otro viaje, en el que hacen tantas y tantas personas cada día para irse de este mundo. El viaje a la inversa. Recuerdo los días en que mi abuelo iba muriendo poco a poco. Como tú, que te vas formando poco a poco, él de algún modo, fue deshaciéndose también poco a poco, hasta que se fue. Me recuerdo caminando por la calle también absolutamente ajena a la rueda: mi momento, mi vida era sólo mi abuelo que se iba, mi día a día era ir a verle, disfrutarlo y cuidarle y sentía que todo lo demás eran bobadas. Lo único que me importaba era la trascendencia de aquel momento y me chocaba sobremanera que el mundo continuara funcionando como si nada mientras, dentro de nuestra familia, algo tan importante cambiaba.
En el fondo, como ahora. Que me choca como el mundo puede seguir rodando mientras suceden tantos milagros dentro de tantos vientres maternos. Y no soy ingenua, también lo entiendo. Pero de alguna forma, ahora que esto tan sagrado como la gestación de un nuevo ser vuelve a suceder dentro de mí, no puedo parar de pensar que es de una importancia enorme. Todos estos viajes de todos estos seres son de una importancia enorme. Como los viajes que se hacen a la inversa.
Celebro poder vivirlos con conciencia, acompañando el momento, pudiendo salir de la rueda y decir «¡ahora esto de fuera no me interesa en absoluto!» y poder volver dentro de mi caparazón y envolverme del momento sagrado que es el auténtico viaje; ya sea de llegada como de partida.
Celebro no desconectarme de la plenitud que estos momentos conllevan bajo el pretexto o la excusa de que esto ocurre cada día en todas partes y casi en cada casa. Me da igual. Cada viaje es sagrado, especial, único. Vaya como vaya. Sea en un sentido o en el otro. Y me gustaría transmitirte esto, hijo mío, porque el día que yo me vaya o que tú tengas a alguien en camino, puedas disfrutar tanto como hago yo. Puedas conectarte y lejos de tristezas o melancolías, puedas, simplemente, acompañar a los seres en sus viajes. Estando presente, consciente y disfrutando de todas las cosas buenas y bellas que comportan estas idas y venidas (que las hay, también cuando alguien se marcha).
No tengas nunca miedo de centrarte en estos viajes. La rueda… siempre puede esperar.
Te quiero,
Tu madre.
4 respuestas
Estoy de acuerdo contigo, hoy en dia hemos perdido el valor sagrado del nacimiemto y la muerte qie tiene en niestras vidas. Nuestros ancestros.estaban más conectados espiritualmemte que nuestra sociedad actual. Yo desde que murió mi abuelo, mi suegro y mi abuela (en un plazo de un año los tres) estoy convencida que estan a mi lado, cuidando de mi y mi familia. Lo siento.así. Y una de las veces que más intensamente lo sentí fue el dia del nacimiento de mi segunda hija.
Besos
Hola Pirinau,
Y seguro que están. Sí, hemos dejado de dar el valor real que tienen el nacimiento y la muerte, quizás porque nos da miedo, y preferimos pasar página, esconderlo. Demasiadas veces la gestación es un puro trámite, sin ser entendida como un proceso sagrado que merece toda nuestra conciencia. Y qué decir de la muerte? Esta sociedad no está preparada para vivir la muerte de una forma emocionalmente sana. Duele demasiado, supongo. En fin… poco a poco…
Besos
Felicidades por el artículo, precioso enfoque. Como siempre que hablas de la muerte lo haces desde el profundo respeto pero también desde el entendimiento de nuestra impermanencia. Así es el ciclo de la vida, unos van y otros vienen en un eterno viaje… ¡Gracias por compartir tus reflexiones! Desde Ayuda en el Duelo creemos que en la medida en que aceptamos que no estamos en este mundo para siempre el camino del duelo es quizás algo más transitable. Os dejo el enlace a nuestro blog por si os interesa: https://ayudaenduelo.artmemori.com/
Gracias Begoña,
celebro que os guste mi manera de sentir y de tratar la muerte. Hacéis muy buen trabajo, enhorabuena. Un abrazo