5.3.2012
En Medicina el síntoma es muy importante porque da las pistas. Lo primero que te pregunta el médico cuando vas a explicarle que no te encuentras bien es: «¿y qué síntomas tienes?», Y normalmente, van anotando todo lo que te pasa para, después, poder ir más allá y determinar cuál es el origen de aquel malestar. Nadie se quedaría satisfecho ante un médico que sólo atacara el síntoma pero no intentara averiguar cuál es la raíz que lo causa, ¿verdad? Entonces… ¿por qué con los niños a menudo no lo hacemos de la misma manera? ¿Cómo es que a veces lo que hacen no nos lleva a pensar que son también síntomas que nos podrían conducir al origen de lo que está pasando en realidad?
Pero pongamos algunos ejemplos: nuestro hijo de cuatro años dormía muy bien hasta que de repente, empieza a despertarse a las dos de la madrugada. No lo había hecho nunca y desde hace cinco días que no hay manera, cada día se desvela y es un drama volver a dormirse, despierta a toda la familia, etc. No creo que el niño disfrute, despertándose a media noche y ver enfadados y dormidos a los padres. Por tanto, en vez de pensar que nuestro hijo es un incordio que ahora tiene la mala idea de despertarse cada día de madrugada, intentemos pensar que quizás esto que hace es sólo el síntoma de algo más escondido. Es nuestra responsabilidad encontrar qué es, qué no va bien.
Imaginemos que nuestra hija siempre había comido muy bien y de repente, es como si se le hubiera cerrado la boca del estómago. No le entra nada y puede pasarse tranquilamente ocho horas sin comer. No creo que lo haga por molestar. Más bien creo que una boca de estómago que se cierra, nos está diciendo algo porque el cuerpo, si escuchamos,… también habla.
Imaginemos que nuestro hijo de tres años un buen día empieza a pegarnos, a tratarnos mal, y a gritarnos. No creo tampoco que se lo pase bien tratando así a su madre o a su padre. Su rabia es el síntoma de algo que va más allá. Más de una vez se ataca eso, la rabia, creyendo que es de hecho, la raíz del problema. Se censura el comportamiento, se castiga, se le dice que mamá se ha enfadado y por lo tanto, ahora no voy a jugar contigo, o no iremos al parque, o lo que sea. Estamos atacando el síntoma, el mal comportamiento surgido de repente… no el causante de este malestar que hace que grite a la madre. Lo que pasa es que ver que nos trata así nos ofusca, nos duele y nos preocupa y lo primero que queremos es que, por favor, deje de hacerlo lo antes posible. Es normal, es muy desagradable ver que tu hijo te maltrata.
Pero esta rabia, la falta de apetito súbita, los despertares nocturnos surgidos de la nada en el niño de más arriba… nos debe hacer ir más allá, nos tiene que hacer tirar del hilo para poder llegar a lo que ha desencadenado esto que ahora nos preocupa. No es fácil y más cuando el hijo no puede identificar qué le hace estar mal, o no quiere hablar de ello, o tiene miedo de herirnos si dice, por ejemplo, que cree que no le hacemos suficiente caso. Pero es necesario que estemos atentos y que intentemos repasar qué ha pasado, qué acontecimientos ha habido últimamente que puedan haber desencadenado la inseguridad, la rabia, el miedo, la desazón, etc, de nuestro hijo.
Si tenemos un dolor de cabeza horroroso y vamos al médico, no nos quedaremos nada satisfechos si sólo nos dice que nos tomemos paracetamol. Le exigiremos que nos haga pruebas, un TAC si es necesario, para intentar encontrar el origen. Pues eso, exijámonos a nosotros lo mismo que exigiríamos a cualquier médico, tener presente el síntoma pero siempre teniendo al mismo tiempo presente que es sólo el hilo que nos llevará a la verdadera raíz.
Un comentario
Bona comparació… i que difícil a vegades tibar el fil!