Después de mi primer parto, que terminó en cesárea después de una fase de preparto dolorosa que se alargó 3 días, le reproché a mi madre por qué no me había dicho que la fase de preparto podía ser tan larga.
Ella hacía ya más de 20 años que se dedicaba a preparar parejas para el parto y la maternidad/paternidad y nosotros habíamos asistido a sus sesiones.
La cara de sorpresa que puso no os la puedo reproducir, pero sí lo que me contestó: “¿Perdona? Lo digo siempre, en todas las sesiones cuando hablamos de esta fase: que puedes ni darte cuenta, que puede durar horas, o que puede alargarse días!”
El problema no es que ella no lo hubiera dicho (que sí lo había hecho), sino que yo no lo había retenido. ¿Por qué? Pues porque no me interesaba. No me interesaba pensar que justamente yo sería la de fase dolorosa y larga de preparto.
A menudo oímos padres noveles que se quejan de que nadie les había contado lo que se podían encontrar después de parir. «¿Por qué nadie dice que después estarás así o asá? ¿Por qué nadie te cuenta que el bebé va a hacer esto o aquello?»…
Mi opinión es que muchas veces esto nos lo han explicado, y quizás más veces de las que pensamos, lo que pasa es que no queríamos escuchar.
¿Por qué? Pues simplemente, porque cuando estás embarazada, cuando todo son proyectos y proyecciones, que te cuenten cosas que no molan como que tal vez después de parir no vas a ser tan feliz como crees, que quizá tardarás muchísimo en dormir una noche entera, que quizás te costará vincularte a tu hijo, que quizás no tendrás ganas de hacer el amor hasta dentro de muchos meses, quizás tu bebé será ultra demandante…, no apetece.
Yo no soportaba que me explicaran «desgracias» cuando estaba embarazada, ni que me narraran partos terribles.
Me hacía poner de malhumor y yo me decía «que me dejen disfrutar de este momento tan dulce tranquilla, hombre ya!” y me quejaba de que nadie me explicaba nunca las virtudes de tener hijos, que para mí había, y muchas.
Y esto les ocurre a muchas mujeres, que no les gusta que les cuenten cosas «negativas» justo en este momento. Que rechazan y rehuyen aquellas personas que, cuando las ven pasar, sólo hacen que contarles todo lo que les ha de venir y que es poco agradable!
Porque cuando estamos embarazadas las hormonas hacen que estés en otra dimensión. Hay muchas mujeres, incluso, que no tienen ganas de leer nada sobre crianza y maternidad y que piensan «ya me encontraré lo que tenga que venir, no quiero pensar en ello”.
Porque a veces, sensibles como estamos, pensar en según qué y anticiparnos en exceso nos puede hacer preocupar. Y no sólo eso: cuando no estamos receptivas a algo, por mucho que nos lo expliquen 30 veces, aquello no entra.
No llega, no penetra y al cabo de un tiempo podemos creer que lo que pasa es que nunca nadie nos había dicho nada sobre aquello, cuando es justo todo lo contrario.
¿No os ha pasado que no sabíais qué quería decir una palabra y de repente, cuando descubrís el significado, no paráis de encontrarla en todos los textos que leéis? ¿O que vemos una infinidad de embarazadas justo cuando estamos en estado? ¿O que no te habías dado cuenta de la cantidad de gente a la que le pasa tal cosa hasta que a ti también te pasa?
El otro día leí un post que era como una queja al hecho de que «nadie» te cuenta todo lo que te puede pasar cuando te conviertes en madre, y pensé que muchas de las cosas que «pueden» ocurrir, lo más seguro es que no nos pasen nunca.
Habrá que sí, y que serán comunes a mucha gente, pero habrá muchísimas que no. Porque, por suerte, ¡no nos puede pasar de todo!
En las sesiones de preparación al parto que hace mi madre en su centro de Manresa, cuando las parejas están a punto de parir entro yo en escena y les hablo de la lactancia en los primeros días después del parto.
Les hablo de cómo funciona el pecho, de qué pueden notar, de la postura, de la subida de la leche, etc. También podría hablarles de las mastitis, de las obstrucciones de conductos, de dolores que hacen llorar… pero les digo que cualquier problema que tengan, me llamen y entonces, actuaremos.
Porque cuando una madre está con una barriga a punto de explotar, hablarle de todos los posibles problemas de la lactancia que podrían aparecer creo que está de más. Primera porque lo más probable es que no los tenga y segunda porque no es el momento.
Le digo que estaremos allí cuando tengan dudas o necesiten cualquier cosa y que pase lo que pase, trataremos de resolverlo a medida que nos lo encontremos. No es necesario añadir preocupación a una madre que quizás ya está bastante asustada por el parto. Hay que añadir consuelo, acompañamiento y seguridad.
Y si alguna tiene mucho interés en saber todos los posibles problemas de la lactancia, pues le respondo todas las preguntas que puedo, evidentemente.
Una se sentirá segura teniendo información, el máximo de información posible, y otra preferirá encontrarse con lo que tenga que venir para actuar y buscar soluciones. Cada una de estas posturas y necesidades es válida.
Hay un libro que se titula «Qué esperar cuando se está esperando» que yo no pude leer embarazada: me hacía preocupar y me agobiaba que cada página hablara del embarazo con todo lo que te puede ocurrir cuando no sabes ni si te pasará!
Lo tuve que dejar. Incluso conozco mujeres que a medida que iban leyendo, les iba pasando todo lo que decía el libro y están convencidas de que, aprensivas como eran, el libro lejos de ayudarlas, las hacía sufrir. Pero conozco otras a las que les ha encantado y necesitaban saber y estar preparadas para cualquier cosa que pudiera pasarles.
En todo caso, lo que quiero decir es que antes de culpar a los demás (sobre todo familia y amigos) con todo lo que creemos que no nos contaron sobre la maternidad/paternidad y deberían haber hecho, hay que mirar atrás para ver si nosotros estábamos dispuestos a escuchar.
Si nos apetecía, si lo hacíamos, si prestábamos atención, si queríamos escuchar lo que nos contaban.
Porque quizás veremos con sorpresa que por muchas veces que nos hubieran dicho que nos podía pasar lo que ahora nos está pasando, no lo habríamos retenido. Porque no era el momento, porque no estábamos preparados y porque no queríamos saberlo.
Porque no todo es saber. Las cosas se tienen que vivir y con frecuencia, hasta que no las vives, no las «sabes» de verdad.
Y también hay que ver hacia quién o hacia qué es la queja, porque a veces me parece que la queja es hacia nosotros mismos.
«¿Por qué no me informé más? ¿Por qué no escuché más cuando tenía tiempo y podía buscar recursos? ¿Por qué no pensé que esto me podía pasar a mí? ¿por qué fui tan poco humilde? ¿Por qué pensé que no tendríamos ningún obstáculo? O ¿por qué pensé que todo nos iría bien (o mal)? «
Porque a veces, vaya… a menudo, nuestro mayor obstáculo para saber, para aprender, para vivir… somos nosotros mismos y lo que nos toca es aceptar lo que hicimos o no hicimos cuando estábamos embarazados y lo que hacemos o no hacemos ahora, cuando estamos ya de lleno, inmersos en esta maternidad/paternidad, que es maravillosa y dura, a veces, a partes iguales.
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