El primer gran susto lo tuvimos cuando ella sólo tenía 2 meses. Fue de noche, una madrugada de martes a miércoles, que la oí gemir a mi lado. Era un gemido extraño, por lo que enseguida la toqué; estaba hirviendo. La cogí en brazos y, asustada, noté que el corazón me empezaba a latir muy deprisa y que mi mente se ponía en marcha a toda máquina pensando qué era lo que teníamos que hacer a partir de ese momento. Tenía fiebre; el termómetro marcó 39,5 y entonces sí que nos asustamos. No nos lo pensamos dos veces; primerizos como éramos, no teníamos ni idea de qué teníamos que hacer, ni qué le podía estar pasando … Por ello, a los 10 minutos estábamos en el hospital.
Recuerdo que la tenía en brazos y que pensaba «por favor, que no sea nada, que nos envíen a casa, que no la agobien» … aunque sabía que al poco, la vería sufrir de lo lindo. Lo sabía, y por eso volvía a pedir «por favor, que no sea nada, por favor, por favor …».
Los que hayáis pasado por una situación parecida, ya debéis imaginaros qué viene a continuación. Para los que no, os lo cuento, pero de puntillas que aún me duele; entrada en el box y después de tumbarla en la camilla … llantos. Que no fueron nada comparados con los que hizo poco después, al sondar-la y al ponerle una vía en ese brazo pequeño y precioso que tenía. No sé cuánto duró todo eso … a nosotros se nos hizo eterno. Después, diagnóstico; infección de orina, y a continuación, lo que yo no quería oír, «ingreso, no sabemos cuántos días».
Estábamos hechos polvo por no haber dormido nada durante toda una noche, pero lo que más daño nos hacía era el corazón, por verla enferma, con una vía en el brazo … y por escuchar aún en la cabeza aquellos llantos de aquel momento horroroso que hubiera dado lo que fuera para poderselo ahorrar. Yo estaba asustada, todo aquello era desconocido, la situación, el miedo, el sentimiento de impotencia al verla sufrir, … Y con todo ese desasosiego dentro de mí, llegué con mi hija en brazos a la habitación donde nos había tocado ingresar. Había una mujer marroquí, con los ojos cerrados, y un bebé que gemía a su lado. Al oír ruido me miró. Le dije «hola» y ella bajó la cabeza en señal de saludo.
Al cabo de un rato supe que ni hablaba ni entendía ninguno de los idiomas que se hablaban en aquel hospital. Necesitaba traducción para todo … y estaba sola. Me senté en el sillón con Laia encima mio y me empezaron a caer las lágrimas. El miedo, la tristeza, el sufrimiento fue saliendo de mi cuerpo en forma de agua salada. Al cabo de nada, levanté la cabeza y la mujer marroquí estaba llorando exactamente igual que yo y muy probablemente, aunque no lo podré saber nunca, por los mismos motivos. Dos mujeres, dos madres, de culturas diferentes, de idiomas diferentes, de creencias diferentes, de circunstancias diferentes, llorando juntas con el mismo sentimiento y por los mismos motivos. Me sentí cerca de ella a un nivel profundo que me conmovió. Me sentí una con ella y sé que ella se sintió una conmigo.
Los primeros grandes sustos también tienen bellos instantes.
3 respuestas
Us entenc perfectament!!!
El nostre primer gran ensurt va ser fa un parell de setmanes. La Laia volia pujar en un patinet dels seus cosins i pam, va caure, va picar de cap i tota la cara plena de sang. En aquells moments vaig actuar de manera força freda… intentar parar la sang, correr a urgències,etc, fins que el pediatra ens va dir que caldria fer un parell de punts. Ella era allà, estirada a la camilla, amb tot de gent que no coneixia, espantada i jo al seu costat sense poder agafar-la a coll i abraçar-la i fer-li petons per calmar-la. Mentre la «cosien» jo era al seu costat, cantant-li les cançons dolces que a ella li agraden, i mentre, ella, m’anava acaronant la cara, com si m’intentés calmar.
És curiós com els nostre fills reaccionen a les diferents situacions. Quan vem sortir d’aquell box,li vaig donar el pit i al moment ella ja estava com si res no hagués passat, rient, jugant … Jo, en canvi,a casa, després d’acompanyar-la a dormir, vaig «enforsar-me», vaig plorar i plorar com feia molt temps que no feia… encara avui, em fa «coseta» quan hi penso…
Suposo que aquests ensurts formen part d’aquest magnífic procés que estem vivint…
Buf, Anna… això de ser a l’hospital i no poder-la agafar i consolar-la quan veus que està patint és simplement, terrible! El vostre ensurt ha trigat una mica més a arribar però Déu ni do també! Espero que després dels primers, els «segons ensurts» ja no siguin tan horribles… 😉 Una abraçada.
Llegint aquestes linies se m’ha fet un nus a l’estómac, i és que he recordat el nostre primer ensurt com si fós avui matéix, quin mal moment, va ser horrible. El Cauâ tan sols tenía 2 mesos, estàvem de viatge al Brasil i poc després d’arribar es va posar malalt; cada vegada que fèia teta seguidament vomitàva, i acompanyat de diarrea i febre. Deseguida vam anar d’urgències, i quina va ser la meva sorpresa quan ens van dir que només hi podía entrar un membre de la família, per tan jo sola. Parlo i entenc perfectament el portuguès però en aquells moments necessitàva més que mai la presència del meu company. El Cauâ estava molt desidratat i ni tan sols tenía forces per succionar, jo desesperada oferint-l’hi pit cada 10 min. i a la que mamàva ho tornàva a vomitar, i així ens hi vam estar 12 hores a urgències. L’hospital estàva a tope i ni tan sols ens van dónar una habitació per a poder-hi estar tranquilament, va ser una experiència que no m’agrada gaire recordar. En aquells moments vaig tenir un sentiment de protecció inmens, em sentía conectada al meu fill més que mai.
Al cap d’una setmana ja estàva recuperat del tot.
Com bé dius Míriam, els segons ensurts semblen no ser tan horribles… una abraçada.