1.7.2014
Hace muchos días que me muero de ganas de escribir y no sabéis qué es que las palabras se te amontonen en la cabeza y no tengas ni un segundo para escribirlas! Últimamente me estoy acostumbrando a escribir en las «notas» del móvil con una mano mientras con la otra sostengo a Lua que duerme encima mío o mama… Pensaba: «lo primero que tendrás que hacer en el blog es explicar el parto y todo el que pasó después”, y os prometo que durante días lo he intentado. Pero no me sale. No me sale. Incluso algún día me he sentado delante del ordenador (¡milagro!) intentando escribir alguna raya sobre el nacimiento de Lua pero soy incapaz. Todavía no puedo. Y no sé si es porque aún no me apetece, o si porque el día a día se me come con cosas también muy importantes para explicar que tengo más ganas de compartir. No lo sé. El caso es que he decidido que dejo de agobiarme con esto. El día que menos me lo espere empezaré a compartir todo lo que pasó entonces y ya no podré parar. Seguramente será cuando esté lista para ponerlo todo en su sitio, volver a entrar en ello y volver a revivirlo.
De momento sólo me apetece hablar de esta segunda maternidad. Como iréis notando, estoy oxcitocínica perdida. Feliz como un anís. Desbordando maternidad por los cuatro lados, con una sonrisa permanente en la cara… Si Laia ya emanaba luz y me la contagiaba, ahora ha llegado Lua para hacer lo mismo y ahora tengo luz por duplicado y voy con unos ojos como platos pensando “¡madre mía, qué niñas, por favor!» porque no puedo ser más feliz.
Esto de ser madre de dos no es como me lo había imaginado: es mucho mejor. Me gusta ser madre. La maternidad me sienta bien. Me llena de una manera tan profunda que siento que no me falta nada y que no me sobra nada. Que todo es perfecto tal como es.
Veo a Laia moverse, hablar, jugar, cantar, pensar… y siento un amor tan grande que me penetra por todos los poros de mi cuerpo, haciéndome sentir que soy afortunada de poder estar a su lado. Miro a Lua, la acuno, la paseo, le hablo, la mimo, la amamanto, y el amor me recorre de nuevo por todos los rincones de mi ser, mientras intento retener el momento y grabarlo nítidamente en la memoria. Y otra vez, me siento afortunada de poder verla crecer y estar a su lado.
Ser madre me transforma como nada me había transformado antes. Ser madre me hace tocar el cielo y en momentos difíciles me estruja el alma y me recuerda que todo es cuestión de instantes que se enredan el uno con el otro, y que nada vale más la pena que vivir, sólo, en el presente.
La crianza de Laia fue la revelación, el primer punto de contacto, la sacudida primera. Ahora, con Lua, es volver a ello pero desde un aprendizaje ya hecho e importantísimo en mi vida: la certeza de que el pasado y el futuro ya no me alteran y que puedo vivir plenamente en el presente. Disfrutando, viviendo, sintiendo, sufriendo, aprendiendo… sólo en el aquí y el ahora. Y a este punto no habría llegado sin ellas. Laia y Lua me han enseñado el camino porque ellas, esto, vivir en el presente, lo hacen a todas horas. Lo viven intensamente, sin nostalgia del pasado, sin impaciencia por el futuro. Viven aquí, viven ahora. Y ríen como la que más, y lloran como si les fuera la vida en ello cuando algo no funciona. Todo, sin quedarse enganchadas a ninguna emoción, como si ya supieran lo que algunos adultos hemos olvidado: que todo pasa.
4 respuestas
preciòs! i molt encertat
Gràcies Lai. 🙂
Miriam, jo també estic embarassada del segon (aquest cop serà nen) I en tinc moltes ganes. Segur que a de ser molt diferent!! Tens un altre perspectiva de tot plegat, però alhora et deuen sorpredre igual..
I segur que per parlar del part trobaras el dia, cada cosa surt quan toca, quan és EL MOMENT.
Segueix gaudint, I felicitats de nou per les teves dues princeses!!
Gràcies Mariona i sobretot, enhorabona!!! Sí, és molt diferent. Com diria algú; ni millor ni pitjor, diferent. I això del part, ja no em preocupa. No tinc pressa… tot arriba.
Una abraçada i feliç i plaent embaràs!