El día que duermes

Cuando has dormido mal bastantes noches seguidas, llega un día, más tarde o más temprano, que duermes mejor. Quizás no mucho, tal vez sólo un poco, pero es suficiente para sentir que sí, que hoy has dormido, que has descansado, que has podido desconectar y recuperarte. Y entonces te levantas, pones los pies en el suelo y…………

Y la vida te parece maravillosa, y este bebé que dejas durmiendo en la cama te parece la cosa más bella y preciosa que nunca has visto y te invade un amor tan grande que tienes miedo de que lo note y se despierte con la vibración que emana tu corazón. Sales de puntillas aún con la sonrisa en los labios y cuando ves la luz del día, te parece que hace un día magnífico, que el sol hacía días que no brillaba así para ti… sales al balcón y te parece que el aire es más fresco, más puro, más sano, que te llena mejor los pulmones… Y cuando te das cuenta de las horas del día que te quedan por delante te sientes con energía, con ganas de comerte el mundo y el desayuno, que hacía muchas mañanas que no te levantabas con tanta hambre!

Cuando hace muchas noches que duermes mal, poco o nada, y finalmente llega la noche en que descansas y duermes, te levantas como si ese día fuese el más maravilloso de tu vida. 

Ves a tu pareja y te gustaría hacerle el amor ahora mismo, aquí mismo, sin esperar nada ni pensar si es o no un buen momento. Porque otra vez te vuelve a invadir el amor desmesurado, pasado de vueltas, que no puede esperar y quieres demostrar todo aquí y ahora.

Él te mira sonriendo porque sabe qué te pasa, nota al instante que hoy has dormido bien y piensa «menos mal, ojalá se haya acabado el mal humor», y se alegra, porque te ama también hasta el infinito y sufría de verte dormir tan mal últimamente… Y entonces entras en el baño y te miras al espejo y decides que hoy sí, que hoy te arreglas y te pondrás aquellos pantalones ajustados que te quedan tan bien, y que quizás sí que no son muy cómodos, pero qué demonios! hoy te sientes guapa y tienes ganas de ponértelos!

 Y entras en la ducha y cuando dejas caer el agua caliente por tu cuerpo te sientes la mujer más afortunada del mundo. Casi lloras de la emoción cada vez que piensas en las horas que hoy has podido estar en la cama, durmiendo y en paz. Bueno, casi no. Lloras. Lloras de la emoción, lloras porque pensabas que este día no llegaría nunca, lloras porque en el fondo, tu corazón todavía está cansado de tantas noches mal dormidas y Dios sabe (y nadie más) lo mal que lo has pasado.

Ves la luz al final del túnel y no se lo quieres contar a nadie, no sea que se trate de un hechizo que en el momento que lo pronuncies en voz alta se rompa en mil pedazos. Te lo guardarás para ti, será tu secreto y no lo dirás a nadie aunque los que te conocen sabes que te lo notarán en la cara.

Y te secas y te vistes y te sientes guapa y atractiva. Y te peinas despacio, saboreándolo porque hacía días que lo hacías con desgana y casi odiabas estos cabellos que nunca quedaban hacia el lado que querías. Te odiabas toda tú, casi, por sentirte agotada y no tener ganas de nada. Por estar siempre de mal humor y tratar mal a los que más quieres. Te odiabas como nunca por sentir, a ratos, ganas de no tener ese bebé que no te dejaba dormir por las noches. Te odiabas por tener pensamientos y sentimientos que detestabas y no podías evitar, a partes iguales.

Y por fin hoy no te odias. Porque has descansado, porque eres persona y porque todo lo que sientes es amor. Hoy te amas. Hoy te sientes tú de verdad y no sabes de dónde había salido esa otra «yo» que corría días y más días por casa. Hoy quieres que esa otra «yo» no vuelva nunca más. Deseas con todas tus fuerzas que la mala racha con las noches se haya terminado, pero enseguida quitas ese pensamiento de la cabeza que te hace venir cierto miedo, porque ahora apenas son las 9h, y ahora no quieres pensar en nada que te pueda estropear tu magnífico día.

Porque sí, porque el día es magnífico y hoy, TODO es perfecto!