4.2.2013
El Sábado era el Día de la Marmota… y cuando vi la noticia por televisión pensé que me sentía como Bill Murray en la película que lleva el mismo nombre. Porque desde el pasado lunes que en mi casa casi todos los días han sido iguales. Laia con gripe, una gripe larga, que parece que no tenga fin: fiebre muy alta durante bastantes días (39,5-40 en algunos momentos, sobre todo tarde y noche), mocos (no muchos) y tos (mucha). Y nosotros pues ya sabéis: con termómetro, antitérmicos, muuuuchos mimos, dormir poco o menos, y en definitiva, cuidándola…
Es la primera vez que he visto Laia tan enferma. En sus 3 años y medio no lo ha estado mucho, y siempre duraba poco. Esta vez está siendo muy largo y todavía no está, ni mucho menos, recuperada. Hoy, sexto día de gripe, todavía ha tenido fiebre, tiene tos y francamente, no sabría decir qué día se encontrará al 100 por ciento. Y… como siempre que está enferma, pasan las mismas cosas: admiro como lo lleva.
Admiro su capacidad de vivir sólo el presente y no pensar en nada más que en el ahora y el aquí. Admiro que a pesar de encontrarse fatal, estar a 39,5 y dolerle seguramente todo el cuerpo, no se queje de nada e intente reir, jugar, estar contenta…
Y sé que esto lo hacen prácticamente todos los niños del mundo, y me maravilla. Porque a mí me cuesta mucho estar enferma: no sé estarlo. Me enfado cuando no me encuentro bien y siempre pienso en todo lo que habría podido hacer si no hubiera enfermado. Y sí, me quejo. Y entonces, cuando la veo pienso… «¿Por qué no aprendo? La enfermedad hace su curso igualmente y casi seguro que pasa mejor encajándola de la manera que lo hace ella…». Porque de ella siempre aprendo… también en semanas duras como la que este domingo se ha acabado…
Porque también he podido valorar que lo que tiene, sólo es un gripe, y sé que pasará. El otro día por la tarde, que la tuve con fiebre en mi regazo medio durmiendo durante tres horas, pensaba en todos los padres y madres de niños que tienen enfermedades crónicas, o enfermedades graves. Que los acompañan en cuerpo y alma, que aparcan «sus» vidas para luchar porque la de sus hijos salga adelante. Que lo dejan todo, que no duermen, que sólo tienen una sola cosa en la cabeza: que su hijo se recupere, o que pueda vivir sin dolor…
Porque en algún momento de estos días he sufrido, sí, al tiempo he pensado «qué suerte, que es sólo gripe…» porque no me quiero ni imaginar el dolor terrible, desgarrador e infinito que deben vivir tantas familias cuando hay un hijo enfermo de verdad en casa.
De los días, de las semanas de la marmota también se aprenden muchas cosas… A vincularnos más, a mimarnos más, a tener más paciencia, a aceptar más el momento, a valorar lo que tenemos, a dar gracias, y a ser también… a pesar de la enfermedad… felices.
PD: Esta foto era lo que veía mientras tenía a Laia durmiendo en mi regazo…
2 respuestas
Nosotros hemos estado también con la peque enferma, con laringitis de fiebre muy alta y vómitos, y después de un par de días la cogí yo. Y la situación también me provocó una reflexión similar. Yo solo quería estar en la cama y me sentía hecha polvo, y la peque era capaz de sonreir y hacerme sonreír, reírse y jugar mientras la bañábamos recién despertada a las 3 de la mañana porque acababa de vomitar entera… Todo conlleva «su lado positivo,» bien sea de disfrute o por ejemplo de aprendizaje, si nos paramos a buscar ese lado, como señalas. Espero que la peque esté ya al 100% pronto y podáis descansar todos y recuperar fuerzas! Un beso
Las enfermedades son momentos de confrontación infinita con nosotras mismas, más las enfermedades de nuestros hijos. Por fortuna ellos son sabios y nos muestran con claridad un camino, que solos no lograríamos visualizar… Un abrazo a las dos!!