12.5.2015
Cuando te levantas y escuchas la radio, a veces te anuncian que hoy es el Día Internacional de no sé qué. Y hay veces que pienso: “era necesario un día internacional para esto?» y supongo que si alguien se lo inventó, quizás es porque sí lo era… y entonces me pongo a pensar en los Días Internacionales que crearía yo, y me entretengo un rato en ello mientras hago el desayuno…
Instauraría el Día Internacional de la Sinceridad, donde se pudiera hablar con el corazón de lo que es real. Donde no fueran necesarios los malabarismos con demandas desplazadas, ni la gente tuviera que hacer filigranas para intentar decir lo que no quieren decir pero que quieren que se entienda…
En el campo que me apasiona, el de la maternidad, os imagináis cuántas madres se quedarían a gusto sincerándose (de verdad) con pareja, madres, suegros, amigas, vecinas? Explicar cómo se sienten de verdad, contar qué necesitan de verdad, expresar qué desean de verdad… hay tantas que no hablan por miedo a no ser entendidas, por miedo a herir, por miedo a no ser tenidas en cuenta, por miedo a ser juzgadas, criticadas, aisladas…
También instauraría el Día Internacional de la Confianza plena en los hijos. Un día en que TODOS hiciéramos el ejercicio profundo y consciente de confiar en los hijos, sean quienes sean y tengan la edad que tengan. Confiar en su capacidad, en su instinto, en su esencia. Confiar en que lo que están atravesando, lo podrán atravesar. Confiar en que no hacen nada para fastidiarnos. Confiar en su crecimiento y en su maduración como personas.
Instauraría el Día Internacional del Prójimo, entendiendo como próximo la pareja, los padres, los hermanos, los amigos… Un día para mirarnos a los ojos y no encontrar las carencias o lo que no se hace bien, sino todas las virtudes. Un día para quedarnos con todo lo bueno de esa persona, todo lo que nos aporta, todo lo que nos da, todo lo que nos ha hecho aprender, todo lo que compartimos y nos une. Sólo eso tendría cabida: el respeto profundo, la escucha, la admiración y el amor.
Instauraría el Día Internacional de Sabernos 1. Y entonces no podríamos estropear nada ni nadie porque todo sería «yo». Un día para disfrutar y apreciar todo nuestro entorno, animado e inanimado, y observar su belleza.
Instauraría el Día Internacional del Presente. Y no podríamos pensar ni en ayer ni en mañana, ni en antes ni en después. Un día donde sólo importaría de verdad ese preciso instante, hiciéramos lo que hiciéramos, estuviéramos con quien estuviéramos y donde estuviéramos. Un día para hacer, de verdad, lo que nuestros hijos pequeños saben hacer tan y tan bien.
Instauraría el Día Internacional de Escucha de uno mismo. Para aprender a conocernos un poco mejor, para conectar con quienes somos realmente y con qué queremos de verdad. Escuchar qué nos dice el cuerpo y sobre todo, qué nos dice el corazón. Seguro que después de ese día muchos cambiarían cosas de su vida, estoy segura…
Instauraría el Día Internacional del Respeto con mayúsculas donde no podríamos, bajo ningún concepto, faltar al respeto a nadie y mucho menos, a los niños. Un día donde no se podría, de ninguna de las maneras, levantarles el tono de voz, menospreciarles, imponerles un ritmo por el que no están todavía preparados, hacerles ir a toque de pito, manipularlos, engañarlos, herirlos, darles miedo con amenazas o sobornarlos.
Y por último, el resto de días del año instauraría el Día Internacional de repetición a la vez de todos los días internacionales anteriores. Donde cada día sería el día del respeto, del presente, de sabernos 1, de hablar con sinceridad y desde el corazón, de escucharse a uno mismo, de confiar plenamente en los hijos, de ver todo lo que tiene el prójimo y no lo que le falta… Y así, un día tras otro…