David había salido de casa con prisas porque ya llegaba tarde. Había dejado durmiendo en el sofá a Irene, su compañera, y a Max, su hijo de dos meses, que se resistía a soltar el pezón de su madre. Estaban de foto, había pensado mientras se ponía la chaqueta. Él, antes de salir, había recogido la cocina y había puesto una lavadora. Cuando miró el reloj soltó un «mierda», porque era muy tarde. Su hermana lo mataría, pensó. Habían quedado en una cafetería del centro a las cinco para, después, ir a comprar el regalo de su padre, que aquel domingo, al día siguiente, cumplía 70 años.
A Montse no le gustaba que la hicieran esperar, pero algo había cambiado desde que su hermano se había convertido en padre, porque cuando miró el reloj y vio que ya pasaban diez minutos de las cinco se dijo «es que con hijos pequeños es imposible llegar puntual»… y olvidó que David siempre, siempre, siempre, llegaba tarde a las citas. Le hacía ilusión ser tía, era feliz. Ella ya tenía hijos, pero aquello era diferente. Le gustaba tener otro «título» en la familia, otro «cargo». Estaba contenta.
Cuando David llegó intentando articular alguna disculpa por el retraso casi sin ni mirar a Montse a la cara para no verle la mala leche dibujada, ella lo cortó y le dijo «qué, vas de culo, ¿verdad?». Él vio que aquella vez, ella no estaba enfadada y, por dentro, se sintió aliviado. No hubiera soportado, ahora, una bronca de hermana indignada. Ahora no. Se sentía cansado, extenuado, extraño. Y todo esto, ella, su hermana mayor, lo vio en el acto.
– Qué, guapo, ¿cómo va la paternidad?
– Pse… normal supongo, como todo el mundo…
– ¿Qué quiere decir como todo el mundo? ¿Qué importa todo el mundo aquí? Te pregunto cómo te va ¡a ti!
– No sé… es raro.
– ¿El qué?
– Me siento… no sé… desubicado. No me imaginaba que sería así…
– Que sería así el qué?
– Ay Montse no sé… ya sabes, esto… ¡ser padre!
– Voy a pedirte un café. Respira. Ahora vuelvo…
Montse lo hacía a menudo esto: cuando veía que él se colapsaba, ella se iba un momento, lo dejaba solo un instante y él, mientras, se resituaba. Había funcionado siempre con ellos dos. No sabría explicar por qué, pero funcionaba.
– Venga, vuelve a empezar… y por el principio… ¿Qué te pasa? ¿Va todo bien?
– Buff… no lo sé. No, normal, bueno, sí… a ratos… Es como si estuviera en una montaña rusa. Soy muy feliz de ser padre y tener a Max… Verlo fue el momento más fantástico de mi vida y los primeros días estaba como en una nube, flipado, enamorado, alucinado con todo… Pero ahora… no sé… no sé qué ha pasado pero esta rutina me come…
– ¿Qué quieres decir?
– Que él sólo quiere a Irene, y mamar, y estar encima suyo… Y sí que lo cojo, claro, pero veo que no es lo mismo, no es lo que él más pide o necesita, no sé… y a ratos pienso «y yo, ¿qué pinto aquí?»
– No digas tonterías, David… Claro que pintas! Y mucho! Eres el padre….!
– Ya lo sé, pero es que tengo la sensación de que me paso el día poniendo lavadoras, yendo a comprar, cambiándole el pañal, volviendo a poner lavadoras, poniendo lavavajillas,… y trabajando, evidentemente. No paro, tía, es que no paro. Estoy hecho polvo. Ella también, no digo que no, pero no sé…
– Ay que mi hermanito tiene celos…
– ¿Pero qué dices? ¿Celos? ¿De mi hijo?
– Sí, David. No quiere decir que no lo quieras con locura, pero echas de menos tener a Irene sólo para ti, que te haga más caso, que te toque el pelo cuando veis la tele… Y celos también de ella, porque resulta que Max, a quien tú deseabas desde hace tanto tiempo, la prefiere a ella!
– Jolín, niña, dicho así suena fatal…
– ¿Pero es eso o no?
– No! Bueno, no sé… supongo… algo sí…
– Pero es normal… no pasa nada, David. Tú lo has dicho, estás desubicado… ¡Es que no es fácil! Estáis en proceso de adaptación, los 3. Todo es nuevo, no lo habéis hecho nunca… Estábais acostumbrados a la vida de pareja fácil de ahora vamos aquí, ahora hacemos esto… de sólo haceros caso el uno al otro y ahora… resulta que hay otra ficha en el rompecabezas y parece que nada encaje, ¿no?
– Un poco…
– Y Irene… ¿como está?
– Ella encantada. Feliz. Y a mí me gustaría sentirme como ella y me siento… Tengo miedo de que se piense que no estoy contento de tener un hijo con ella…!
– Pues díselo. No pasa nada, David. Lo estás haciendo tan bien como puedes. Y por eso de Max, no te preocupes… Ya tendrás tiempo de llevarlo al cine, jugar con él, ¡de ser su favorito! Pero ahora le toca a Irene, qué le vamos a hacer! Ha sido así toda la vida. Relájate, hermanito… todo está bien….
– Ya… supongo… Pero me cabrea sentirme así…
– Pues entonces tendrás doble faena… Deja de juzgar cómo te sientes… Acéptalo y adelante. Aprende de todo lo que os está pasando y adelante. Pasa muy rápido esto de los hijos, David… Mira los míos… Ya van al instituto y ha sido un suspiro! Relájate y disfruta, que todo está bien, de verdad…
– Ya lo sé… Si es que ya los echo de menos y acabo de salir de casa!… Es todo tan raro desde que Max está en casa que no sé ni cómo me siento! ¡Es como si las hormonas me hubieran afectado a mí y no a ella!
-Jajaja… Se llama fusión, David, fusión…
– Y eso ¿cuando se acaba? Esta montaña rusa, quiero decir… ¿O eso de no saber cómo es hacer de padre?
– Nunca… o casi… Aprenderás cada día, un poquito más, pero nunca llegarás a saberlo todo. Mejor que lo aceptes ya desde ahora, así no tendrás frustraciones inútiles. Pero serás un buen padre, eso yo ya lo sé. Cuando empieces a situarte, a ubicarte… y sobre todo, cuando empieces a relajarte y a respirar tranquilamente… Es todo lo que tienes que hacer…
– No sé si podré…
– Claro que podrás. Hay cosas infinitamente más difíciles.
– ¿Cómo qué?
– ¡Decidir qué le regalamos a papá!
Los dos se pusieron a reír. Hacía un mes que no se veían, pero eso, no tenía ninguna importancia. Era como si se hubieran visto la noche anterior. A David le iba bien hablar con Montse, lo reconfortaba. A veces pensaba que se sentía más vinculado a ella que a su madre. Siempre le había gustado tener una hermana mayor a quien poder recurrir cuando tenía un bache, y a ella, siempre le había gustado tener un hermano pequeño a quien echar un cable.
2 respuestas
Siento que así va a ser cuando nazca mi sobrino o sobrina en,más o menos, 7 meses.. 🙂
Vaya… Pues ya sabes… A intentar situarlo un poco cuando tengas ocasión. Seguro que tu visión le dará una nueva perspectiva y seguro que le vas a echar una mano de las buenas! 🙂
Besos