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Hasta el 6 de enero
te quiero

¿Te han dicho alguna vez eso de «pues claro que te quiero»?

Yo soy persona de letras, de palabras. Me encantan las palabras. Jugar con ellas, escribirlas, descubrir otras de nuevas. Me encantan los idiomas y he estudiado tantos como me ha sido posible.

Me gusta saber cómo suenan las palabras dichas en una lengua o en otra… Lo encuentro de una riqueza infinita. En este blog os hablo muy a menudo de la importancia de poner palabras, de nombrar las cosas más allá de los objetos: poner nombre y validar las emociones, los estados de ánimo, los miedos, etc.

Hay muchas personas a las que les cuesta poner palabras. Hablar a un garbancito que crece dentro de la barriga, hablar a un bebé que sólo nos mira, decirle cositas, darle mimos y explicarle lo que haremos o lo que pasa.

Cuando son mayores, les da cosa hablar de según qué o validar lo que está pasando, por miedo, normalmente, de que el niño note el nuestro. Crecen y un día también les cuesta poner palabras al sinfín de cosas nuevas que pasan a lo largo de la adolescencia. La distancia crece y por el camino han quedado muchos silencios, muchas cosas que no nos hemos atrevido a decir.

Ya de adultos, el hijo un día da un gran paso y le confiesa a su madre «es que no he sabido nunca si me querías…» y ella dice «¡Claro que te quiero!» Con cierto tono medio ofendida, pensando «cómo es posible que me pregunte esas cosas…» pero es normal que el hijo, que quizá no lo ha escuchado nunca, lo pregunte.

Porque lo ha echado de menos. Ha añorado sentir por boca de su madre un «te quiero, hijo mío, te quiero tanto que no sé ni cómo expresarlo con palabras, eres lo mejor que me ha pasado, me siento orgullosa de ti. Te quiero hagas lo que hagas y pase lo que pase, ahora y siempre».

La importancia de las palabras… de poner palabras a lo que sentimos, de hacer visible, hacer presente, dar vida a una emoción más allá de los silencios.

Podemos pensar que todo lo que hemos hecho a lo largo de la vida ya demostraba que le queríamos, y seguramente es cierto.

Pero no saquemos conclusiones precipitadas. Quizás lo que hacemos nosotros como muestra de amor, para nuestro hijo no lo es, o no lo entiende así.

Necesitan oírlo, necesitan escucharlo y empaparse bien. Sentirlo. Bañarse en muchos «te quieros» incondicionales, pronunciados lentamente, o al oído, o gritados los cuatro vientos, o dichos uno al lado del otro «te quiero, te quiero, te quiero»… tres seguidos, para que no quede ninguna duda.

No escatimemos palabras. No esperemos que todo el mundo entienda o deduzca lo que sentimos. Digámoslo. Besemos, abracemos, toquemos, demos la mano, sonriamos…

Seamos amorosos con la voz, con la mirada y con el tacto. Que no quede ninguna duda, que nunca nadie pueda preguntarse si le queríamos. Que lo sepa seguro, que nuestro hijo pueda poner siempre la mano en el fuego sin temor a quemarse y decir «sí, me quería». 

Porque cuando el tiempo pasa, llega un día que lo único que queda, lo único, es eso. Saber si nos amaban. Sentirnos amados, tener un buen poso, pensar que a pesar de que la muerte nos separe a abuelos, padres, hermanos e hijos, eso ya lo tenemos con nosotros.

La ausencia de duda. La ausencia total de duda de si nos amaron. I de que amamos sin condiciones y sin silencios. La ausencia total de duda de que los quisimos y que ellos lo saben o lo supieron todos los días.

En el fondo, cuando sacamos toda la paja, lo único que queda, es sólo eso.

Cambiemos pues los «¡Claro, que te quiero!» medio ofendidos, e incorporemos, si alguna vez nos lo preguntan los «te quiero, te quiero tanto y lo encuentro tan evidente, que lamento muchísimo haberme olvidado de decírtelo cada día. No volverá a suceder. Te quiero, hijo mío. Te quiero muchísimo».


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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

14 respuestas

    1. Hola, Una mamá bloguera!
      És enamorament el que sentim, exactament això. La pressa per veure’ls quan no estem junts, aquell amor incondicional, aquelles papallones a la panxa quan sents que n’estàs tan orgullosa… autèntic enamorament. I és tan preciós sentir-ho…! Que en disfrutis tota la vida!
      Una abraçada

    1. Ai, Sandra…
      Que em fas posar vermella!!! Gràcies guapa… Sé que sents el mateix… que sents pels teus fills, el mateix que sento jo i amb la mateixa intensitat… I això ens fa immensament properes! Una abraçada enorme!

  1. Precioso! y como casi siempre tengo la lagrimilla apunto de salir, yo a mi hija la colmo de te quieros a lo largo del día, no puedo acercarme a ella para lo que sea y no abrazarla y besarla por todos los sitios de su cuerpo, a veces incluso me dice «para mamá», cuando me reclama por otro motivo importante, y yo no puedo reprimirme porque me la comería, y además a ella creo que le encanta sentirde así. Gracias por tus palabras que siempre me hacen sentir!!

    1. Hola, Mónica!
      Jajaja… es verdad, muchas veces no podemos parar, ¿verdad? Y seguro que le encanta! Y recordará, con el tiempo, que su madre siempre le daba besos… 🙂
      Un abrazo

  2. Quina setmana de post tant interessants! Moltes felicitats per aquests 4oo escrits que a mi personalment m’han ajudat tant i tant.
    Sobre el d’avui, precios, emocionant, ple d’amor.
    Moltes gracies per ser-hi

  3. Tens tota la raó! Jo sempre li faig moxaines al meu nen, sóc carinyosa de mena amb ell, i un dia em vaig adonar que no li deia: «T’estimo». I vaig decidir canviar-ho…Em costava i tot verbalitzar-ho! Ara ho dic a totes hores, jejejeje…
    Un petó!

  4. Miriam, de llorar otra vez, me voy a quedar sin lágrimas como escribas tan bonito. Me cuesta decir te quiero pero cuando lo digo me siento genial. Gracias por recordarme la esencia, lo mas importante que hay en mi, lo que queda cuando ya no queda nada.

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