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Hasta el 6 de enero
Míriam Tirado

Blog de Crianza Consciente

Cuentos para adultos

Actualidad, consejos, reflexiones... ¡y mucho más!

Empecé el blog en febrero de 2011, en este apartado encontraras más de mil posts sobre crianza consciente, reflexiones, consejos y mucho más para ayudarte a vivir una maternidad y paternidad plena, consciente y feliz. En mi canal de YouTube encontrarás más de 200 vídeos que te ayudaran a poner perspectiva y humor a tu día a día.

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Cosas que pasan…

Eran una pareja perfecta, decía todo el mundo. Iban a la una, eran divertidos, se quería un montón, eran felices. Hacía años que salían juntos y no habían tenido nunca ni una discusión de las que se denominan “importantes”. Habían comprado piso, coche, etc, a medias sin pensárselo: tenían tan claro que querían vivir para siempre juntos que no les daba miedo que un día algo se rompiera y hubiera que dividir todo aquello material que poseían.

Cuando hacía 5 años que ya estaban juntos decidieron ampliar la familia y todo había ido igual de perfecto que hasta entonces. El embarazo, el parto… incluso el postparto, un poco complicado al principio, habían podido superarlo con cierto éxito. Hasta ahora. Ahora que Jan tenía ocho meses y que gateaba por toda la casa, algo invisible había pasado y ya nada era tan fantástico

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la chica que no hacia nada
Cuentos para adultos
Míriam Tirado

La chica que no hacía «nada»

Ana hacía semanas que vivía la maternidad, más como un peso enorme imposible de soportar, que cómo algo buena que había venido a encontrarla. Su hijo, de casi cuatro meses y medio, había hecho los posibles, sin saberlo, para ponérselo todo muy fácil. Para “molestarla” lo mínimo. Ella, a pesar de tener un hijo que dormía largas tiradas por la noche, que prácticamente no le entorpecía su vida con ninguna molestia, no estaba satisfecha ni feliz. En cambio, Miguel, el padre, se sentía feliz como nunca. Satisfecho, como si de repente, estuviera por fin, completo. Cómo si todas las piezas del rompecabezas hubieran encajado de una vez por todas. De hecho, lo único que lo hacía estar intranquilo era la mirada que le veía a Ana. Sin luz. Una mirada ausente, lejana, que dejaba entrever una tristeza profunda.

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NO!

La Rita no havia dormit gaire bé. Havia tingut molts malsons i en dues ocasions s’havia despertat sobresaltada, angoixada i gairebé suant. “Sort que és només un somni. Deuen ser malsons d’embarassada”, havia pensat quan havia obert els ulls. Però des que s’havia posat de peus, des que s’havia llevat que tenia una sensació estranya. No es trobava malament ni estava trista per res. Era només alguna cosa que ella no hauria sabut explicar, com una sensació molt llunyana i lleugera de què alguna cosa no anava bé.

Rita no había dormido muy bien. Había tenido muchas pesadillas y en dos ocasiones se había despertado sobresaltada, angustiada y casi sudando. “Suerte que sólo era sueño. Pesadillas de embarazada, supongo”, había pensado cuando había abierto los ojos. Pero desde que se había levantado, tenía una sensación extraña. No se encontraba mal ni estaba triste. Era sólo algo que ella no habría sabido explicar, como una sensación muy lejana y ligera de qué algo no iba bien.

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embarazo
Cuentos para adultos
Míriam Tirado

Dos rayas

Julia cerró los ojos. En la mano tenía un test de orina que acababa de hacer. Sabía que tenía que esperar un poco y podría haber hecho algo mientras tanto, pero se quedó sentada en el baño con aquel test en la mano y los ojos cerrados. No quería mirar y de alguna manera, tampoco quería saber. Hacía dos o tres días que sabía perfectamente la respuesta: estaba embarazada, pero aún tenía un poco de esperanza de haberse equivocado. Cuando abrió los ojos vio las dos rayas inequívocamente rosas que le corroboraban lo que ella ya sabía. Lo estaba. Volvió a cerrar los ojos y soltó un suspiro.

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por la existencia
Cuentos para adultos
Míriam Tirado

Por la existencia

Ramona tenía 67 años y un cáncer que la mataba. Los médicos le habían dicho que lo tenía en el pulmón derecho y también en los huesos y que el pronóstico más que malo, era fatal. Sin embargo, ella siempre había oído decir a su madre que no mata el mal sino la hora y ella, Ramona, estaba convencida de que si tenía que morir ahora, daba igual que el motivo fuera un cáncer o un accidente de autobús: le había llegado la hora y punto. Ella lo tenía clarísimo y aunque parecía que en el hospital todavía querían hacerle mil cosas para que se medio recuperara, ella sabía que de esta, no saldría adelante. Su hijo José le decía que hiciera el favor de no abandonarse a la enfermedad, que tenía que luchar, que aún era joven y que la actitud, en estos casos, era fundamental. Cuando le decía estas cosas, a Ramona se le rompía el corazón, porque no podía dejar de pensar que cuando ella muriera, su hijo se vendría abajo y ella ya no estaría para ayudarle. Esto era lo que llevaba peor. Eso y no ver crecer a su nieto Nil, de un año y medio, que era su perdición.

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Dos mundos, un mismo momento

La Marina estava cansada, molt cansada. Feia dos mesos i mig que havia nascut el Pere, el seu primer fill i fins al moment no havia dormit més de dues hores seguides. Es notava esgotada, sobretot perquè durant molts dies, al vespre, el Pere plorava i plorava i calia passejar-lo amunt i avall a coll més d’una hora per aconseguir consolar-lo i, malgrat ser tan i tan petit, el Pere deixava clar que qui volia que el passegés era la Marina i no el Quim, el seu pare. Ella ho feia de gust, es veia capaç de sostenir el plor del Pere, però alhora, era com si aquella estona passejant-lo sentint-lo plorar i cridar desconsoladament, se li endugués la poca energia que li quedava. Li havien dit de tot; que eren còlics, que potser es quedava amb gana… però alguna cosa li deia a la Marina que el que li passava al Pere és que li costava adaptar-se. Adaptar-se a la nova vida de bebè que li tocava viure.

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¡No la soporto!

La habitación de hospital era pequeña, casi no cabían. Lidia había parido, por suerte, de madrugada y la familia había tardado en llegar tres o cuatro horas que le habían parecido caídas del cielo, tanto a ella como a Martín su marido. Habían podido estar solos, los tres. Pau había pesado 3,530 después de un parto que a esas alturas a Lidia aún le parecía «normal». Estaba cansada, con ganas de sentirse con más fuerzas. Se sentía rara, no sabía muy bien cómo coger aquel hijo que era suyo, ni cómo darle el pecho, ni cómo cambiarle el pañal…

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